Estimada T:
Le habla el cabo R con motivo de realizar el informe de un día durísimo de guerra.
Eran las 5 de la tarde en nuestro ya conocido campo de batalla (biblioteca). Acababa de subir de arreglar el tanque (mi moto) sin ningún resultado (no pasa la ITV, ni hablar). De repente me situé en mi puesto de mando, cogí mis armas (gafas y bolis) y me puse frente a frente contra el enemigo (vaya con la sintaxis). He de reconocer que antes de empezar, yo ya pensaba que la batalla estaba perdida. Y comenzó la batalla, pero no pasaron más de 20 minutos cuando miré a mi alrededor y no había ningún soldado luchando conmigo, sólo veía al oficial al mando C y al teniente E, pero yo seguía sin tomar la decisión de atacar al enemigo. Cuando ya estaba acorralado llamé al soldado De la T y le dije que me sentía solo frente al enemigo, que viniera a mi puesto de mando. Él aceptó e intentamos luchar juntos. No pudimos. Le miré y le dije: “Soldado, estamos solos, ¿dónde están todos aquellos que luchaban con nosotros? Les necesitamos más que nunca”. Él me comunicó que se sentía igual. Acabada la batalla, le comenté al oficial C que nos sentíamos solos, y él, tan campechano como siempre, me dijo: “Estamos nosotros, está Jesucristo, ¿qué más quieres?”. Yo caí en la cuenta de lo absurdo que había sido el intentar luchar solo, teniendo la mejor Compañía. Esta batalla, aunque perdida, me ha ayudado a darme cuenta de que no basta con tomar la decisión una vez, hay que tomarla todos los días, sabiendo que nunca estamos solos. Aquí se acaba mi informe, solo pediros que vengáis a luchar con nosotros, ya que necesitamos mano dura que nos dirija.
Un saludo cordial,
Cabo R
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