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CARTAS

¿Usted no ha perdido las ganas?

Mi querido cabo:
Mañana empieza la batalla. La segunda gran batalla a la que nos hemos tenido que enfrentar en el último año. Mañana saldremos de la trinchera y se nos volverá a poner a prueba, de nuevo tendremos que exprimir nuestras fuerzas al máximo, de nuevo estaremos al límite y nos sentiremos angustiados, de nuevo se volverá a ver si el entrenamiento que hemos recibido ha servido de algo (tanto teórico "estudio al día").
Le escribo esto porque recibí su carta. La verdad es que no me podría haber llegado en un momento mejor. La presión de la guerra volvió a poder conmigo, porque, no sé si lo sabe usted, pero me entristece mucho todo. Al principio de la guerra estaba ilusionado por todo lo que hacíamos, por tener la oportunidad de dar la vida por nuestra patria (intentar ver Al de arriba en el estudio, como dijo nuestra amiga B), por poder estar con todos ustedes, ayudándoles en todo lo que les sucedía, siempre dispuesto a escucharles o a enseñarles a cargar correctamente una escopeta (dando charlas de campeonato y pasando mis apuntes por toda la clase). Sin embargo, he dejado de entender por qué luchamos, ¿por qué estamos haciendo esto? Dígame, mi querido cabo, ¿usted no ha perdido las ganas? ¿No ha llegado a decir que era mejor desertar que continuar en esto?
Si le soy sincero, me estoy desgastando. Intento dar lo mejor de mí mismo tanto por mí como por todos ustedes (haciendo contribuciones constructivas en clase, enseñando sintaxis a todo el mundo, intentando motivar a la gente en los momentos flacos...), pero me parece que todo es una farsa. Hemos decidido estar aquí, en la lucha, por todo lo que creemos (que verdaderamente todo es un plan del Máximo Jefe y que, por tanto, merece la pena conocerlo), pero apenas levantamos cabeza muchos de nosotros.
Me estoy desgastando, amigo mío. No puedo seguir con mis propias fuerzas. Necesito ayuda.
Estaba en un momento en el que estos pensamientos me encerraban sobre mí mismo cuando me llegó su carta. Me volvió a recordar todo. Volvió a ser evidente que verdaderamente todo merece la pena, pero, ¿por qué? Porque están ustedes, los soldados, luchando a mi lado; porque es una lucha que merece la pena luchar; porque todos los días miro los rayos de luz ensombrecidos por el polvo y sé que son un signo de que el sol sigue estando aunque quede oculto; porque me acuerdo de mi familia, de todos aquellos que esperan que dé todo lo mejor de mí (mi propia familia, los que se han ido a la universidad, los profesores y vosotros, en general); porque sé que la batalla tiene un sentido aunque me olvide; porque verdaderamente hay un placer enorme en prepararnos juntos para la guerra...
Aquella noche en la trinchera iba cabizbajo porque siempre olvido todo esto: me olvido de que existe el sol. Mucha muerte (los suspensos de la gente), mucha destrucción (los roces que surgen), mucho desgaste (mi propio límite a la hora de ponerme a estudiar), y demasiado de mis propios pensamientos. Pero su carta volvió a hacerme levantar la cabeza. Como decía un poeta impresionante: "Poco a poco, sufriendo, más realidad abrazo. ¿O es ella quien me estrecha, profundamente en acto? He sufrido. No importa. Ni amargura ni queja. Entre salud y amor gire y zumbe el planeta. Quien dice la verdad es el día sereno. El aire transparenta lo que mejor entiendo. La luz, que nunca sufre, me guía bien. Dependo, humilde, fiel, desnudo, de la tierra y el cielo".
Querido cabo, el otro día miré la luna, que brillaba imperturbable en el cielo. Hoy quiero recordarle yo a usted que sigue existiendo. No se ha extinguido (hoy hemos estado seis de 2º en fila en misa por la mañana, hemos rezado un rosario en el patio por E, ha aparecido A de la T deseándonos "un buen estudio", hemos obligado a F a sentarse, M tenía ganas de estudiar mates, he disfrutado en Universal, la clase de física del otro día fue una pasada...).
Amigo mío, ayudémonos a recordar que ya estamos viviendo en el mundo deseado. Ayúdeme a recordar que todo es un plan. Ayúdeme a recordar por qué aguantamos aquí, y por qué lo llegamos a disfrutar. Ayúdeme a no seguir perdiéndome en mis pensamientos. Ayúdeme a volver a levantarme cuando me caiga. Ayúdeme a superar mis límites (¡necesito sentarme a estudiar sin distraerme!).
La vida es grande, sólo tenemos que ayudarnos a mirarla.
De I a T

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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