Queridísimo sargento:
La situación en la trinchera (segundo curso de bachillerato) digamos que no va de perlas. Todas las mañanas cuando los rayos de sol salpiquean el polvo del aire, un soldado raso (A de la T) va uno por uno diciéndonos: "¡Buenos días compañero, los últimos serán los primeros en el Reino de los Cielos, no lo olvides!". Supongo que estará pensando que es un novato, y que en una semana, como mucho un mes, habrá perdido el habla o por un balazo o por este desgaste de vida. ¿Sabe? A veces pienso que algún día acabará este periodo, que esto es parte de la guerra (el estudio) y que hará más victoriosa nuestra salida al mundo, saldremos llenos de barro por la lluvia sumada con el polvo (gordos como focas por comer en cada descanso del estudio e incluso estudiando), pero saldremos esperándolo todo del mundo, amando la belleza de cada rayo de luz sin polvo, ¡qué digo! Amando la belleza incluso de cada pequeña mota de polvo del vestido viejo de nuestras madres. Miraré a mis hijos y les contaré Todo, les hablaré de mis compatriotas. A los que día a día les dedico una oración.
Pero otras veces me llamo ingenuo por pensar que me espera el mundo, que todo es parte de un plan. Comandante, los dos alférez (AC y AM) se han quitado la corbata y andan arrastrando los pies! ¿Qué infamia es esta? ¡Hasta dónde hemos llegado!
Pero el principal motivo por el cual me dirijo a usted es que ayer me pareció verle en la trinchera cuatro del escuadrón 16, yo iba a recoger unos zapatos. Desde entonces no paro de rezar para que mis ojos me hayan fallado, para que yo esté equivocado y el que vi ayer al caer la noche no sea usted. Sargento, el hombre que vi ayer llevaba la cabeza agachada, miraba hacia el suelo y la cara tapada por una boina mal colocada (entrando en todas las clases diciendo que todo era nada, hasta desear que todo acabase cuanto antes). Se lo suplico, dígame que mis ojos se equivocaron, que ese no era usted. Asegúreme también que ser de letras no significa ser tonto, discuta conmigo sobre nuestra propia historia, asegúreme que de toda guerra se ha salido, y por favor, asegúreme que todo esto es un plan del máximo jefe, El de arriba. Y si por el contrario no me pudiese asegurar todo lo que le describe, sargento, yo le aseguro que ese es usted, y no el espectro sin rumbo que cruzó mi camino la pasada noche. Y le aseguro que yo no olvido el mundo que me espera, ¡porque está! No es una ilusión: P escribió una carta, D anteayer sonrió en la comida, A hoy ha hecho mil payasadas, a M hoy le apetecía estudiar, V hoy ha visto un vídeo de médicos y ha empezado a decir cursilerías sobre que ella quiere ser médico.
Simplemente le he descrito, por si acaso, la realidad que le rodea. Lo que no implica que niegue sus capacidades. Intento promoverlas porque la guerra (la clase) lo necesita.
Sargento, no espere más a mañana, ya estamos viviendo en el mundo deseado.
De T a I
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