El pasado 6 de diciembre en las elecciones de la Asamblea Nacional el 75% de los electores dieron una demostración de confianza en la democracia y del deseo de convivir en paz. La mayoría de los votantes manifestaron el anhelo de un cambio, y eso significa que han predominado las necesidades concretas que padecen. En un mundo donde prevalecen las interpretaciones sobre los hechos, este resultado, inesperado y contundente, puso en evidencia que los venezolanos están partiendo de la realidad que les toca vivir y esto descolocó cualquier pronóstico. Puede entonces afirmarse que ha vencido en estas elecciones la realidad sobre las ideologías, y ese deseo de cambio en las personas no se puede traicionar.
Para todos los que ahora tienen un cargo político, este nuevo panorama exige una lectura inteligente y sin prejuicios de la realidad, para entender lo que necesita ser corregido y plantear propuestas que estén en función del bien común y den respuestas concretas a los problemas de la gente, especialmente de los más necesitados. Así también a todos los ciudadanos, ahora se les pide dar el paso del derecho al voto al deber de construir un mejor país, a partir de la responsabilidad personal que cada uno tiene con lo que hace día a día en su trabajo. Es el momento del protagonismo de cada persona.
El país exige superar los conflictos, reconociendo lo que nos une por encima de lo que nos separa. «De este modo, se hace posible desarrollar una comunión en las diferencias, que solo pueden facilitar esas grandes personas que se animan a ir más allá de la superficie conflictiva y miran a los demás en su dignidad más profunda. Por eso hace falta postular un principio que es indispensable para construir la amistad social: la unidad es superior al conflicto» (Evangelii Gaudium 228). Para dar un paso como este y trabajar para construir esta “amistad social”, son fundamentales el perdón y la reconciliación, reencontrarnos y estar dispuestos a aprender de nuevo el valor de la justicia y la concordia, y saber tender puentes y no muros entre los venezolanos.
La apertura de la Puerta Santa hecha por el Papa Francisco al inicio del Jubileo Extraordinario de la Misericordia nos ha colocado ante una realidad significativa y fascinante: se ha abierto la Iglesia para que todo el que lo desee pueda entrar, ¡todos! Por eso desafiamos a todos a ponernos en el centro esta pregunta: ¿las elecciones del 6 de diciembre han abierto una puerta por la que pueden entrar todos los venezolanos? Entrar por esa puerta solo es posible a partir del cambio de cada uno de nosotros, del reconocernos miembros de la misma casa y, como consecuencia, producir los grandes cambios que el país entero reclama.
Para ello tenemos que ser conscientes de que nosotros podemos perdonar porque hemos sido perdonados, amar porque hemos sido amados, encontrarnos con el otro porque Dios viene constantemente a nuestro encuentro. Como ha dicho el Papa Francisco: «¿Es de ingenuos creer que esto pueda cambiar el mundo? Sí, humanamente hablando es de locos, pero “la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres” (1 Cor 1,25)».
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