Va al contenido

CHILE

«El dardo que suscita nuestro deseo»

Felipe Garay
20/09/2017

Ante un salón repleto de asistentes desde temprano —y no solo del Movimiento, contando incluso con el cardenal Ricardo Ezzati Andrello y el nuncio apostólico Ivo Scapolo?, asistimos a un diálogo que hace mucho no se veía en Chile. La presentación del libro La Belleza Desarmada de Julián Carrón, vivida la tarde del jueves 14 de septiembre en el auditorio de la Universidad Autónoma de Santiago, ha sido un verdadero encuentro, donde se ha expresado una genuino interés por la belleza del Misterio que, más allá de un ambiente de crisis ?en el que Chile no está exento, en medio de un año de elecciones presidenciales, y con síntomas de desilusión social—, es posible encontrar en medio del profundo deseo de bien y de verdad que hay en las personas.

Los cantos de la tradición chilena recibieron a los presentes, para introducir este encuentro en el que Julián Carrón conversó con dos referentes de distintas realidades nacionales: Daniel Jadue, alcalde de Recoleta y militante comunista, quien ha iniciado la obra de las “farmacias populares”; y Juan Francisco Lecaros, empresario y presidente de la fundación Simón de Cirene, encargada de formar emprendedores y líderes sociales según principios éticos cristianos.

Julián Carrón fue respondiendo a las inquietudes expuestas por los ponentes, surgidas de una lectura atenta y reflexiva del libro. En primer lugar, a raíz de la inquietud de Jadue por el tema de la crisis occidental que abre la reflexión del libro, Carrón planteó que «la crisis tiene el valor de plantearnos preguntas» y que estas requieren ser abordadas de una manera nueva, no prefabricada, porque más allá de una crisis económica o social, lo que está en juego es el significado del vivir. Este significado no se puede encontrar de manera satisfactoria en cosas externas, que puedan dar un cierto disfrute pasajero, sino en la belleza en su plenitud, el «esplendor de la verdad que atrae y fascina por sí misma». Y esta belleza se concreta en la presencia de Aquel que «ha disparado el dardo que suscita nuestro deseo», el mismo Cristo en el que «la Verdad se ha hecho carne».

De ahí la necesidad de que esa verdad se haga interesante para los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Sin embargo, los mismos cristianos hemos sido quienes, como bien dijo Lecaros, hemos reducido esa belleza a una serie de normas de comportamiento, dejando decaer el atractivo del cristianismo. En este sentido, Carrón nos interpela a volver a la originalidad del cristianismo —en sus dos acepciones, volver al origen y que este sea auténtico y verificable hoy?, en el que su incidencia no solo apunte al cielo, al “más allá”, sino ante todo al “más acá”: que sea palpable como lo es Cristo mismo encarnado. No basta esperar que sea simplemente una corriente sanadora, un simple alivio frente a los problemas, que nos permita saber qué debemos hacer. Por el contrario, como es una presencia viva, no puede ser simplemente ética ni emocional, sino implicar la totalidad de la persona, moviéndola a buscar el bien y a obrar el bien, más que por una ley que lo mande, que lo haga porque es capaz de reconocer en el otro un bien.

Este descubrimiento implica estar en una continua tensión, en una disposición dinámica que no se conforme con acomodarse, como señalaba Jadue. Seguidamente, preguntaba por aquello que el cristianismo necesita aprender para hacerse atractivo hoy, a lo que Carrón respondió afirmando la necesidad de verificar la propia historia y la realidad en la que estamos inmersos, y desde ella volver a proponerse a la libertad con su propio atractivo. Así, por ejemplo, en la reciente aprobación de la ley de aborto, o en las propuestas de ley de identidad de género o matrimonio igualitario, señala que «hemos descansado más bien en las leyes favorables que teníamos, que en la belleza misma del atractivo». Por eso, aunque no hubiera leyes favorables a los valores cristianos —como ocurre ahora?, la verdad que vivimos —el valor de la vida humana y de la familia en nuestra sociedad? se revela por su propia belleza si la testimoniamos como experiencia, antes que por fuerza de un razonamiento o de un imperativo. «La experiencia que nace del encuentro con otro es algo que siempre me provoca a pensar, a responder, a hacer algo…. El otro me hace crecer, independientemente de lo que él haga (o me haga), no porque estemos de acuerdo, o el otro tenga o no razón», decía Carrón ante la interrogante de Lecaros sobre «cómo percibir que el otro es un bien para mí».

Carrón añade además que, si la fe en Cristo sirve para vivir lo cotidiano, habla desde la experiencia de la compañía, entonces ayudará a encaminarnos hacia ese deseo profundo que el corazón anhela. Este hecho se vislumbra no solo para quien ya es cristiano, sino que es posible intuirlo incluso desde la no creencia, como señaló Jadue citando el «vínculo orgánico material» entre los seres humanos que afirmaba Marx. Pese a esto, señala Carrón, hasta ahora ningún intento humano de proponer una estrategia educativa para el bien común ha verificado tener un arraigo profundo en la persona misma. En cambio, el acontecimiento cristiano entrega esa capacidad porque emana no de un discurso ni de una ideología, sino de la Persona de Cristo, y Él es quien nos provoca mostrándonos que el modo que Dios tiene de llevar a cabo su obra escapa a todo cálculo humano, que fascina al que se deja atraer por ella, más allá de una satisfacción sensible, porque siempre aspira a más.

Es impresionante cómo en este diálogo, una continua provocación despierta el deseo de caminar juntos a una belleza que se presenta desarmada, tal y como es, y visible para todo aquel que se encamine hacia ella, en lugar de suscitar un conflicto, como habitualmente sucede con las “provocaciones” a las que nos enfrentamos a diario en la política, la economía o en la sociedad civil. Es que solo la belleza de la verdad es una provocación que fascina.

Otras noticias

  • Página:
  • 1
  • 2
  • 3
 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página