Por delante el ancho mar, delante del puerto y de la fortaleza de San Carlos de la Cabaña, que se abre paso hacia el otro lado del canal. Al girarnos, entramos en las calles de la Habana Vieja: la plaza, la catedral, la Bodeguita… Cada mirada es una postal. Estamos en Cuba. Más aún, en el corazón de Cuba. Hace solo un tiempo habría sido muy difícil imaginar estar aquí. Pero ha sucedido. En el Centro Cultural Padre Félix Varela, un año después de la exposición sobre la vida de don Giussani, llega el momento de presentar su biografía. Allí, en el viejo seminario de San Carlos y San Ambrosio. El mismo claustro y las mismas paredes donde el Papa Francisco pronunció en septiembre de 2015 su precioso discurso a los jóvenes cubanos, invitándoles a «soñar a lo grande», a dar a su deseo todo el espacio que este reclama.
En cierto modo, ese mismo hilo es el que nos ha traído hasta aquí. A esta sala llena con un centenar de personas que nunca esperarías encontrar, al menos para oír hablar de un libro sobre un sacerdote que nació y vivió al otro lado del mundo y que nadie aquí ha llegado a conocer personalmente. Está la pequeña comunidad de CL, la gente de La Habana y los amigos que han llegado en autobús desde Matanzas, a cien kilómetros. Hay un par de monjas y algún que otro sacerdote. Y mucha “gente gente”: madres de familia, estudiantes, hasta alguna abuela. Todos siguen con atención el breve video introductorio, donde contemplamos el rostro y escuchamos la ronca voz de Giussani.
El primer saludo, brevísimo, es el de Darío García Luzón, joven profesor de crítica literaria. Habla de un don Giussani convencido de que solo un encuentro con algo vivo hoy puede volver a hacer interesante la fe. Lo define con una expresión muy gráfica: «Él mismo era un Evangelio viviente». Adelanta que esta noche será una ocasión de encuentro con gente que «comparte con don Giussani la pasión por la belleza», como Roberto Manzano, uno de los principales poetas cubanos, un invitado de excepción. Por esa misma razón, antes de empezar con las palabras, hay una sorpresa: la interpretación en directo de tres piezas de la Suite para violín de Bach.
Después, toma la palabra Alejandro Mayo, responsable de CL en Cuba. Cuenta brevemente qué es el movimiento, «el principal fruto de la vida de don Giussani». Va directo a lo esencial: «comunicar el cristianismo mediante un método que permita verificar la pertinencia de la fe a las exigencias de la vida». También habla de sí mismo, porque «vivir el carisma de Giussani significa haber encontrado una compañía donde el sentido religioso es continuamente educado, donde se hace experiencia de la relación con Cristo como destino y como respuesta».
El encargado de presentar a los ponentes es Gustavo Andújar, presidente del Centro, una joya que nació hace cuatro años para ofrecer un espacio de diálogo real entre gente de posiciones distintas (cosa rara, no solo en Cuba) y dedicado a Varela, sacerdote y hombre de cultura, en cierto modo “padre de la patria”. «Un cristiano comprometido realmente con su tiempo, exactamente igual que Giussani», observa Andújar, que continúa poniendo el acento en la contribución que una realidad como el movimiento puede prestar en este lugar. «CL no es solo “un movimiento más”. Aquí en Cuba tiene una pertinencia especial». Empezando por el nombre. «Comunión y liberación con inseparables. Se trata de la liberación cristiana, no de una libertad cualquiera. La liberación de mi egoísmo y el descubrimiento de que puedo servir al otro». Cita entonces el discurso del Papa, que usó precisamente aquí una expresión «fundamental para Cuba, pero que resulta muy pertinente también para el movimiento: la amistad social».
Llega el momento de presentar a los invitados. Manzano tiene 68 años, es «poeta, licenciado en Educación, durante 28 años ha dado clases de literatura». Pero sobre todo es «un maestro nato, por la pasión con que trata de compartir sus descubrimientos». Y Alberto Savorana, el autor, presente en la novena presentación de la biografía en América Latina desde que se publicó en español.
Manzano se define como un «creyente cristiano, pero no experto en temas religiosos». Nada más empezar dice que tiene una «tarea difícil. He hecho muchas presentaciones, pero este libro es otra cosa». Porque «habla de una persona fuera de lo común, que contribuyó como pocos al desarrollo del pensamiento cristiano en el siglo XX».
Para él, la lectura de la biografía ha sido un auténtico encuentro, y salta a la vista que así es. Él mismo lo dice: «Un encuentro extraordinario con un guía fascinante, capaz de transformar a Cristo en una presencia dinámica dentro de nuestra vida». Y explica por qué, de un modo impresionante.
Ante todo, Giussani entendió enseguida la importancia de «reflexionar de manera adecuada» sobre las grandes cuestiones que afectan al hombre (una «constelación de preguntas últimas»): la verdad, la justica, la belleza. Y ahí Manzano ve una cercanía estrecha con su propio trabajo, porque «interrogarse a propósito de las preguntas últimas es propio de la condición poética».
Pero lo más sorprendente de su itinerario de lectura es la manera en que capta –y valora– los puntos esenciales del pensamiento del fundador de CL. La decisión de «amar el infinito», la experiencia elemental, la razonabilidad de la fe, el descubrimiento de la desproporción estructural del hombre ante el infinito, las reducciones de la razón, la apertura al Misterio. Parece una síntesis de El sentido religioso, de ese núcleo decisivo de lo humano que Giussani, según Manzano, «aclara hasta el fondo con una comunicación apasionada de los resultados de su reflexión», y que ayuda a «combatir la falta de fe, el escepticismo y el vacío espiritual».
Luego está el Giussani educador y su «profunda e innovadora visión de la actividad pedagógica». Manzano ve aquí una propuesta basada en una «corresponsabilidad entre el educador y el educando». Los rasgos esenciales de esta pedagogía son «tomar la vida en serio, entrar en el propio mundo interior con fidelidad, racionalidad y con un sentido de virginidad». La educación, según Giussani, debe «recuperar la integridad del sentido religioso originario para anular las dicotomías propias de cualquier propuesta deseducativa, como la división entre afecto y conocimiento, forma y valor, cotidiano y trascendente…». En Giussani ya no hay dialéctica entre opuestos, donde un factor prevalece sobre el otro. El motor fundamental, imprescindible, es mirar a Cristo «no solo como modelo moral sino como un factor vivo en nuestras vidas concretas».
En definitiva, don Giussani «ofrece un método». Y el poeta cubano capta perfectamente el corazón de este método, la experiencia, la «unidad del acto vital, que cuando es verdadera se reconoce porque en ella se descubre un significado. Hay que considerar seriamente la experiencia, todo lo que probamos, descubrir todos sus aspectos, buscar su significado completo».
Por todos estos motivos, Manzano termina con un elogio potentísimo al libro de Savorana. Usando la «tonalidad espiritual» justa, ofreciendo al lector una «polifonía de testimonios», este libro permite entender perfectamente «que en Giussani vida y obra no se separan, son la misma cosa». Por eso es «una de las figuras capitales de la espiritualidad contemporánea».
Entonces el autor toma la palabra y recuerda que «escribir esta biografía ha supuesto encontrarse de nuevo con don Giussani», a pesar de sus veinte años de convivencia cotidiana. «Pensaba que le conocía, pero desde que Julián Carrón, su sucesor, me propuso escribir la biografía me dejé llevar de la mano por Giussani para revivir su camino humano, que ha atravesado todo el siglo XX».
Durante toda su vida, dice Savorana, Giussani no hizo más que «contar sus encuentros, sus circunstancias, sus fatigas… Lo que vivía. No tenía otra cosa que ofrecer a los que encontraba más que su propia vida». Una vida hecha de «grandes preguntas de las que hablaba Manzano y del gran descubrimiento de que Cristo era la respuesta a ellas. Por eso Giussani quiso compartir siempre y con todos su amistad con Cristo, que era lo que hacía apasionante su vida».
Habla de su entrada en el seminario, de su crisis a los trece años, del hallazgo de un amigo inesperado como Leopardi, precisamente por sus preguntas. De aquel “hermoso día” donde descubrió que la respuesta a estas preguntas es Cristo, «No una doctrina, sino una persona». Y el gran cambio que aquello provocó en su existencia: «el deseo de comunicar a todos este descubrimiento. Este es el origen de la gran capacidad de diálogo que don Giussani tenía con cualquiera. Y me llama la atención que la presentación de su vida tenga lugar aquí, en este lugar que ha nacido para crear un espacio de diálogo, no de dialéctica. Es lo mismo que vivió Giussani. Encontrar la respuesta es el origen de su pasión por el hombre».
Savorana también quiso citar al Papa y su discurso a los jóvenes. «Les recomendó un diálogo que sepa aceptar», porque el otro para él es un bien. «La persona es un bien, siempre y en todo caso tiene algo que ofrecer. Solo hace falta que la mirada que le dirigimos sea positiva. Y la mirada de don Giussani es positiva porque sabe por experiencia que el corazón del hombre desea el bien».
También recordó al nuncio Giorgio Lingua, que en este mismo claustro, con motivo de la exposición sobre el fundador de CL, destacó que una de las palabras fundamentales para él fuera «misericordia». La mayor contribución de Giussani fue «ofrecer la posibilidad de experimentar que la fe no resuelve los problemas pero pone en las mejores condiciones para afrontarlos. Sin contraposiciones, regalando una belleza que tiene la fuerza de despertar todo el deseo del hombre. Porque Cristo vino por un corazón que desea». En el fondo, concluye Savorana, el mensaje que ofrece Giussani es sencillo: «La pasión por la felicidad de los hombres».
Luego los agradecimientos y saludos. Al fondo de la sala se forma una larga fila de gente que quiere un ejemplar. Las fotos de recuerdo y antes de salir una última broma de Manzano: «Giussani se ha convertido para mí en un compañero de camino, ahora ya no quiero perdérmelo».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón