A principios del año 2009 me ocurrieron simultáneamente dos hechos devastadores: la cancelación del contrato que mantenía mi empresa con una compañía española y la aparición de una enfermedad grave. Luego de varios exámenes, un neurocirujano me diagnosticó, el 11 de junio, un tumor benigno en la sustancia blanca de la médula espinal a nivel de las vértebras cervicales altas. El único remedio es una cirugía con un costo de 11.000 euros. El seguro me cubre el 73% y el resto lo tengo que conseguir. Hasta ese momento presentaba ya síntomas preocupantes. El comportamiento del tumor es de continuo crecimiento y conforme lo hace mata neuronas. Estos síntomas obligaban a que la cirugía tuviera que hacerse en corto plazo, a más tardar 4 meses a riesgo de complicarse la operación y progresivamente aumentar el daño. Con respecto al trabajo, sólo conseguía trabajos temporales, a veces pagados y a veces no. Había estado conversando con una empresa importante para la que había trabajado hace unos años y me habían dicho que contratarme dependía de la firma de unos contratos. Mi esposo Germán había encontrado un trabajo temporal y le pagaban muy poco. Por otro lado y a pesar de sentirme cada vez peor, al entrar en contacto con esta empresa, no sólo les pedí trabajar con ellos sino que les propuse la experiencia de la CdO. Hasta el 11 de junio, la situación era compleja por las deudas acumuladas y gastos ordinarios sin poder pagarlos. Mi súplica era cotidiana y me acompañaba la propuesta permanente de lo que amo: el encuentro con Cristo a través del carisma de don Giussani y la comunión con Germán, Leonardo Grasso y otros amigos de nuestra comunidad. He aprendido a suplicar con toda mi fuerza. Leonardo me enseñó a pedir al Gius, me contó que estando ya muy enfermo les pedía a los amigos que rezaran por él y les explicaba que si no deseara y pidiera curarse no sería hombre y si no aceptaba la voluntad de Él no sería cristiano. Comencé a tomar consciencia de lo que es pertenecer a un pueblo cristiano. Empezamos los Ejercicios de la Fraternidad el 12 de junio. El 13, por la mañana, después de escuchar la lección de Carrón, cuando salimos al campo a reflexionar, noté con una sorpresa indescriptible que la mayoría de los síntomas habían cedido: podía moverme bien, no había pérdida del equilibrio, no tenía el lado derecho del cuerpo dormido. Así he permanecido hasta hoy, la mejoría ha ido aumentando. No he hecho tratamiento alguno, pues el único que aplica es la cirugía. Sólo he seguido rezando y agradeciendo. El neurocirujano me volvió a examinar el 23 de noviembre, me encontró en franca mejoría y dijo que aunque no se puede asegurar nada aún porque es poco probable que suceda, el tumor podría estar reduciéndose. Yo le planteé esperar a la operación por 8 meses más porque no podía ausentarme del trabajo. Me dijo que sí, que vaya tranquila y esté sólo atenta al surgimiento de algún síntoma diferente pues en este caso habría que actuar inmediatamente. Yo tengo la certeza de que es obra de Cristo, así después empeore, esta mejoría asombrosa me ha permitido tener trabajo estable y hermoso en la empresa que mencionaba al principio. A Víctor, vicepresidente de esta empresa, le hablé de la enfermedad y de la operación y no fue obstáculo para llamarme a formar parte del equipo de trabajo. He vuelto a cuidar de mis hijas, Camila y Valeria, a quienes había descuidado por la incapacidad. Ellas han aprendido a mirar a Cristo a los ojos y así ha nacido una familiaridad con Él. He seguido proponiendo la experiencia de la CdO; tan claro ha sido esto que Angelo, presidente de la empresa de la que formo parte ahora, fue al meeting de Rimini en este verano 2009. Ahí se encontró con Leonardo y Alejandro que lo acompañaron y le mostraron la CdO. Angelo ha seguido los encuentros de la CdO Venezuela. Angelo y Vìctor propusieron a Germán desarrollar una Escuela de Formación de Emprendedores en los espacios de la empresa que son una universidad pequeña. Hemos retomado la conexión con nuestra casa en Mérida. El pasado mes de diciembre por primera vez desde hace un año pudimos pagar las deudas del mes y no pedir prestado para subsidiar los gastos. Recién he sido capaz de comprar una extensión de la póliza del seguro que me cubriría toda la operación en caso de ser necesaria... ¿Qué juicio hago de todo esto? He podido verificar el ciento por uno aquí, cada instante, cada día. El dolor, el miedo me han servido para afianzar mi vida como una roca en Él, para conocer su amorosa presencia.
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