[Es 23,20-23 | Mt 18,1-11]
«¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?». Es una pregunta que nos hace a cada uno de nosotros frente a la verdadera cuestión: ¿qué tenemos como más querido? ¿Qué es lo más decisivo? ¿Quién es el más importante?».
«Entonces llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: si nos os convertís y os hacéis como niños no entrareis en el reino de los cielos».
El más importante es aquel que más se vuelve como un niño. Y es curioso que Jesús diga que para ser como niños, para volverse niños, es necesario convertirse, es necesario ser muy leales con esa actitud con la que hemos sido hechos, que para mantenerla como adultos es necesario convertirse. Y esto es lo que Clara nos ha testimoniado: volverse como niños no es otra cosa que coincidir con nosotros mismos, coincidir con esa sed de infinito que ella tenía en cada fibra de su ser, que la hacía tan disponible al Misterio, y por tanto con este tejido del Misterio en su ser, se ha abierto, ha tenido la gracia de encontrar al único que podía responder a esta sed de infinito; por esto sólo quien es como un niño se da verdaderamente cuenta de qué es la vida, puede entrar en el reino de los cielos, puede reconocer que es lo que verdaderamente nos ha sido dado. En ella vemos el cumplimiento de la vocación, porque en su sencillez y en su profundidad nos testimonia qué significa ser de Cristo, ser Memor Domini, donde todo lo que domina en la vida es Él, verdaderamente Él, con esta conciencia… uno que tiene esta conciencia del Misterio, que es tan como un niño que coincide verdaderamente consigo mismo, no puede más que darse cuenta de que sólo Cristo corresponde, sólo Él es capaz de responder adecuadamente a toda la exigencia que llevamos dentro. Por eso se ha entregado hasta el final: «lo que debo hacer ahora es decir sí, decir sí a la modalidad con la que el Misterio me lleva al destino». Mirándola a ella tenemos delante – como tantos otros amigos nuestros que nos preceden – las figuras donde la vocación se realiza, la vocación se cumple. Pidamos por ella y pidámosle a ella que siga «empujándonos» para ser verdaderamente como niños, como al inicio de la vocación, para que podamos verdaderamente entrar en el reino de los cielos.
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