El 2010 ha sido un año de mucha gracia. Una de la más importantes es que, con ocasión de la apertura de la celebración del Centenario de la presencia pastoral en la parroquia de nuestra ciudad, el padre Humberto Ayala y la pastoral educativa, a cargo de Irene, responsable de CL en Chosica, tomamos la iniciativa de exponer durante los días 29 a 31 de octubre la muestra sobre la vida de nuestro II Arzobispo en el Perú. La exposición había sido elaborada hace cuatro años por la Universidad Católica Sede Sapientiae de Lima.
Los integrantes de la pastoral educativa creemos que difundir la vida de Santo Toribio de Mogrovejo ha sido el modo mejor para abrir las celebraciones del centenario de la parroquia que lleva su mismo nombre. Ya teníamos la experiencia del año anterior, cuando 140 alumnos hicieron de guía para presentar la vida de San Pablo a través de la exposición titulada Camino a Damasco.
Llevar a cabo la exposición sobre Santo Toribio ha sido todo un reto. Cada uno tenía su tareas e Irene tenía que ocuparse de las gestiones. Sin embargo, por motivos familiares, quince días antes tuvo que viajar junto a su esposo a Guayaquil. Entonces tuvimos que asumir nosotros la organización y coordinar a los directores y profesores de formación religiosa de los ocho colegios que este año nos han acompañado en esta labor misionera.
Fue realmente conmovedor ver a más de 150 adolescentes, de entre 13 y 17 años, prepararse para ser guías de la exposición, y luego hacerlo cada colegio en el horario que le correspondía. El arquitecto Luis Villacorta vino a preparar tanto a los alumnos como a los maestros. Nos mostró la valiente labor misionera de Santo Toribio de Mogrovejo, a quien presentó como una mezcla de Indiana Jones y la madre Teresa, para llegar a los lugares más inhóspitos del Perú del siglo XVI, para anunciar quién es Cristo, bautizarlos y acompañarlos como buen pastor. “Santo Toribio no perdió su tiempo” en llevar la buena nueva a quien lo necesitara; defendió los derechos humanos de los indígenas y esclavos; aprendió y promovió el respeto y aprendizaje del quechua, aymara y todos los idiomas y dialectos existentes; promovió a través de la educación, el arte, la música, la pintura, la arquitectura y el canto, el amor de Cristo; se enfrentó a veces a los reclamos del virrey por su labor misionera. Conocer todo esto realmente ha sido evangelizarnos, primero los maestros, para luego comunicarles a nuestros alumnos.
Antes, yo desconocía esta parte de mi historia. La he podido conocer a través de amigos que buscan la verdad y nos han acercado el legado de Santo Toribio para nuestra vida hoy. Uno de mis colegas, el profesor Jesús Arauco, estaba sorprendido y conmovido, luego nos contaba que esta exposición ha supuesto para él un reencuentro con la fe.
Irene llegó a pocos días de la exposición para comprobar que todo estuviera listo. De ella aprendemos a “cuidar los detalles”, la decoración y el salón. Nos ayudaron el profesor Julio y el profesor William; Enzo se encargó del sonido y la iluminación; los profesores Jesús, Javier, José Mario y Ulbert se encargaron de la preparación de los alumnos y una madre de familia, Mildred, participó desde el comienzo en la pastoral educativa. También participaron Martha y el señor Alvino, y todos los directores, profesores y padres de familia de los ocho colegios implicados.
En la inauguración conocimos al padre Agustín, Superior de la casa de los Agustinos, un sacerdote español que, emocionadísimo, nos dijo: “En nuestra historia hemos tenido a tres santos que fueron llamados siendo laicos, san Agustín, san Ambrosio y santo Toribio de Mogrovejo. ¡Y vaya si estamos ante uno que con su vida comunicó el amor de Cristo en América!”.
En esa misma semana, mientras los noticieros comunicaban un caso dramático de bulling, en Chosica teníamos a más de 150 chicos de diferentes colegios que, con alegría, durante un fin de semana hicieron de guías contando la vida de Santo Toribio de Mogrovejo. Verlos realmente fue un regalo para aprender a mirar nuestra vida como Cristo la mira.
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