Queridos amigos: Quiero compartir con vosotros una carta que nos ha enviado José para celebrar su primer año en la clínica. Tiene 43 años, desde hace tiempo está totalmente paralizado, con las extremidades encogidas, y ciego. Aunque tiene familia, está solo. Nosotros somos su familia. Es precioso ver el afecto que las enfermeras y el personal muestran hacia él.
Siempre que me acerco, le pregunto cómo está, y me responde: «Muy bien, Padre. Aquí tengo todo lo que necesito para vivir». Para mí es una provocación continua para reconocer la positividad y la belleza de la vida, cualesquiera que sean las condiciones en que ésta se desarrolle. En estas condiciones él ha conocido a Jesús, su único motivo para vivir. Ha sido decisivo en este encuentro el amor que ha experimentado a cada momento. Es un encuentro concreto, con rostros que te quieren concretamente, en el que Jesús se hace presente haciendo posible lo imposible (vivir en estas condiciones).
Mirando a José pienso en mis amigos enfermos de ELA, y juntos rezamos por ellos. Os pido de corazón que estéis muy cerca de los enfermos de ELA porque sólo el amor les puede dar la energía necesaria para reconocer la predilección de Jesús por ellos.
Con afecto,
P. Aldo
Querido padre Aldo:
Escribo esta carta para dar las gracias a todas las personas que están en esta clínica. Doy gracias de todo corazón a las primeras enfermeras que me cuidaron cuando llegué a esta casa. Por haberme lavado, afeitado, bañado. Por haberme prestado las primeras curas y por cuidar diariamente de mi limpieza.
Hoy es mi primer aniversario en esta casa, estoy muy contento y feliz. Doy gracias a Dios de corazón por haberme traído aquí. Aquí recibí mi Confirmación y desde entonces mi vida cambió. Desde ese momento vivo más intensamente mi fe.
He pasado aquí muchos momentos de felicidad, entre ellos la fiesta por mi 43 cumpleaños, y sin duda me he acercado más a Dios mediante la oración cotidiana, la comunión y la confesión frecuente. Ahora siento más paz, felicidad y tranquilidad, aceptando y soportando con dignidad mi enfermedad hasta que Dios quiera.
Antes de caer enfermo, llevaba una vida muy desordenada, alejada de Dios. El resultando fueron muchos problemas y el odio hacia mi familia. Al llegar aquí pude superar el rencor y el odio. Quizá ellos aún sigan enfadados y por eso no me llaman mucho, pero yo cada día les amo más, cada día rezo por todos ellos y pido al Señor que les vuelva a acercar a mí y que, tanto ellos como sus familias, tengan salud y sean tan felices como lo soy yo, a pesar de estar en cama.
También quiero dar las gracias a todos los médicos, enfermeros, cocineros, personal de limpieza, secretarias, voluntarios, a los amigos, a la monja y especialmente a todos los que de alguna manera me han ayudado.
Un saludo afectuoso
JOSÉ D. O.
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