Alberto Savorana viajó a Ciudad de México para presentar la biografía Luigi Giussani. Su vida de la que es autor. Junto con él, intervinieron el escritor Sergio González Rodríguez y el filósofo Guillermo Hurtado. El evento se desarrolló el 16 de septiembre en las instalaciones del World Trade Center. Publicamos a continuación la entrevista realizada para el periódico Reforma.
¿Qué le ha llamado la atención de México?
Por lo que he podido ver, es una situación parecida a la que vivimos en Europa, con problemáticas que se refieren a las personas concretas, al trabajo, a la vida diaria. Y también aquí me parece que hay personas que están en busca de un camino, en un momento de crisis que afecta a todos los niveles de la vida privada y pública. Por lo tanto, me parece que todos estamos de algún modo obligados a interrogarnos sobre los problemas de fondo, que se refieren a una posibilidad de vida pacífica, de convivencia, de diálogo y de encuentro, de trabajo por un bien común que se puede realizar solamente juntos. Si uno se atrinchera en sus posiciones, solamente aumentan los problemas.
Para México la religión es importante. Recientemente se ha hecho visible, a través de marchas en todo el país, la influencia de la religión ante una iniciativa de ley del presidente Enrique Peña para validar los matrimonios entre personas del mismo sexo. Sin embargo, pareciera que en otros temas la religiosidad mexicana está dormida. Vivimos en un país que sufre a causa de la violencia generada por el narcotráfico. Pareciera que la sociedad católica mexicana vive un cierto formalismo, en el que solamente hay indignación ante ciertos temas, que a veces incumben a ciertos grupos, pero que guarda silencio ante la muerte y el sufrimiento del otro. ¿Cómo se puede romper esta dicotomía en donde hay interés por ciertos asuntos, a veces con una carga excesiva de moralismo, pero en donde se olvida el rostro doliente del otro?
Creo que es ante todo un problema de educación. Se trata de ofrecer un camino para que las personas, empezando por los jóvenes, tomen conciencia del valor de cada ser humano, en todos sus aspectos y en todos sus factores. No debemos nunca sustituir las causas por los efectos. Los problemas que señalas no son la causa de las dificultades, sino la consecuencia de algo que ha sucedido antes. Yo no conozco la sociedad mexicana, pero conozco el caso de la sociedad italiana. Hace décadas que los valores que sostenían la sociedad se van derrumbado; los principios, los fundamentos que se refieren al valor absoluto de la persona se has derrumbado. Se ha quebrado la posibilidad de establecer relaciones entre las personas, el deseo de construir algo bello, bueno y justo. Ha entrado en crisis lo que don Giussani llamaba “evidencias elementales”, es decir, ese complejo de deseos, de exigencias de belleza, de felicidad, de justicia, de bondad, que constituyen al hombre. Sería una ilusión pensar que a esta crisis se puede responder solo con leyes, con reclamos morales; es mejor una ley justa que una ley equivocada y mejor un reclamo moral a que no exista nada, pero esto no es suficiente porque lo que está en crisis es la estructura fundamental del hombre. Este ya no es capaz de reconocer lo que ve, lo que falta, lo que es bello, lo que es justo, lo que es injusto. Y esto solo puede regenerarlo, con el tiempo, la educación. Se trata de poner a las personas en las condiciones de descubrir esos fundamentos de la vida, porque no hay un reclamo al respeto por el otro si uno no comienza a percibirse a sí mismo dotado de un valor, si no la ha experimentado, si no ha sido tratado de ese modo. Sin esto se pueden intentar otros remedios, pero no creo que tengamos una solución. México es un país profundamente católico, como Italia en los años 50 y 60; sin embargo allí tampoco bastaron las leyes justas y los reclamos morales para que la sociedad permaneciera unida. Necesitamos volver al inicio de donde nace todo: la experiencia positiva de un bien puede permitir tomar una relación. Probablemente hoy estamos en una situación más favorable, porque la crisis nos ha vuelto de algún modo más humildes y menos presuntuosos, porque, ¿quién puede decir, en Italia o en México, esta es la solución para la crisis, esta es la varita mágica? Sería demasiado presuntuoso. Y entonces, si no somos presuntuosos, podemos descubrir las cosas fundamentales que, me parece, es que el otro es un bien para mí, para la sociedad; tú eres esencial para el camino humano de mi vida, del trabajo, de la sociedad. Y así podría iniciar lo que el Papa no se cansa de reclamarnos, es decir, un encuentro en el diálogo. Sin considerar a los otros para nada, no se construye, porque en todos está un deseo de bien, aun si parece escondido. Por el contrario, ser útil de algún modo en la propia familia, en la propia sociedad, y con paciencia retomar esta conciencia de que el otro no es ante todo alguien de quien aprovecharse, molestar o eliminar, sino un bien. Esto tal vez podría hacernos tomar un camino positivo y retomar una solución.
Usted ha venido a presentar la biografía de Luigi Giussani, fundador del movimiento católico Comunión y Liberación, que tiene una amplia acogida en países de América Latina. Comunión y Liberación: el nombre parece contradictorio, ¿no? A menudo, cuando se habla de religión se piensa en sumisión, no en liberación. Pensemos por ejemplo en el Estado Islámico y en la novela de Michel Houellebecq. ¿Cómo concilia CL estos términos?
El cristianismo no es entendido como una sumisión de la persona. Por el contrario, nace como liberación de la persona, ante todo del pecado y del mal, de los que el hombre no logra liberarse por sí mismo. Esa es la historia que se cuenta desde los evangelios: que Jesús era acogido por el pueblo, por las personas, como el liberador. No el liberador político o el combatiente, sino aquel que podía librar al hombre del mal físico y del mal moral, y dar una esperanza. El problema es que por mucho tiempo el cristianismo ha sido identificado con esa imagen de una religión que tiene en cierto modo miedo de esta libertad; sin embargo, ha nacido como una estima profunda por la libertad del hombre, porque sin libertad no es posible aceptar a Cristo, sería de hecho una imposición, una opresión. Entonces es cierto que en Italia, cuando el nombre nació, inmediatamente después de 1968, el año de la gran revolución juvenil de la sociedad, fue una gran sorpresa porque parecían términos contradictorios, Comunión y Liberación, pero en realidad son profundamente unitarios. Cuando nace el movimiento en el 68, los jóvenes que estaban con don Giussani al inicio de este movimiento decían a sus amigos universitarios, que ocupaban las universidades: también nosotros, como ustedes, queremos la liberación, queremos algo bello, queremos liberar a las personas de la opresión, de la injusticia social, pero nosotros sabemos que no es una revolución violenta, que no es la fuerza del hombre la que puede obtener esta liberación, es una comunión, es decir, reencontrarse juntas las personas que reconocen que su liberación no es fruto de las manos del hombre, sino un don que Dios ha hecho a través de Jesucristo. Nosotros reconocemos todo el deseo de liberación que hay en cada hombre, pero sabemos que sería muy ingenuo si creemos producir esta liberación; en la historia hemos visto que cuando el hombre ha pensado producir esta liberación, en general ha producido violencia, han empeorado las cosas. Tal vez exista otro camino, este es el motivo por el que el movimiento renació en el 68 y tomó este nombre; puede parecer contradictorio, pero solo si se tiene una imagen reducida del cristianismo y de la religión. El Concilio Vaticano II sobre eso ha dado un paso enorme en la conciencia de la Iglesia cuando afirmó que no hay comunicación de la verdad que no pase por la libertad del hombre; la adhesión al cristianismo puede ser sola y únicamente libre, porque este es el método que Dios ha elegido, desde que llamó a un hombre en el desierto, que se llamaba Abrahán, haciéndole una promesa y dejándolo en la libertad de adherirse.
¿Por qué puede ser relevante la figura de Luigi Giussani para México?
Esto debería ser contestado por gente de México. Yo digo que me parece que don Giussani puede dar una contribución a la situación del hombre de hoy, porque para él era muy claro que si el hombre no toma en serio sus preguntas fundamentales, de verdad, de belleza, de justicia, de bondad, de humanidad, de felicidad, difícilmente podrá hacer un camino serio, positivo en la realidad y en la sociedad. Esta es la condición por la cual el hombre que busca con seriedad puede interceptar, entre las muchas propuestas que hoy se ofrecen en el mundo, al cristianismo como una posibilidad de que todas estas preguntas encuentren un camino positivo para el propio crecimiento, para vivir una responsabilidad en la familia, en la sociedad, en el trabajo, hasta la política. Creo que la contribución que don Giussani puede dar está ligada a lo que al inicio usted comentaba, de la gran tradición católica de México; creo que puede indicar un camino, un método a través del cual esta gran tradición no se quede solo como un patrimonio del pasado, sino que pueda decir algo al hombre de hoy, que pueda comunicar algo, que pueda mostrar la pertinencia de la fe a las exigencias de la vida, es decir, que la fe es útil para enfrentar los problemas de la vida cotidiana, las preguntas de la vida del hombre, sin tener miedo de nada. Sin tener que eliminar nada para afirmarse, porque el cristiano tiene una profunda simpatía por todo lo humano que hay. Ciertamente reconoce los límites, reconoce las contradicciones, pero no se detiene en esta constatación, tiene un movimiento positivo que lo hace ir al encuentro de los demás, según el título del último libro de Julián Carrón, el sacerdote que guía CL después de don Giussani y que se titula La belleza desarmada: el cristianismo no tiene necesidad de nada, sino de la fascinación y el atractivo de la experiencia cristiana para comunicarse a los hombres de nuestro tiempo. Esto no produce mágicamente el cambio de la sociedad y de todo el mundo, sino que introduce dentro de la sociedad un inicio nuevo, un ejemplo de que es posible vivir una positividad, una constructividad, mirando al otro como un bien, estimando el esfuerzo de cada uno como contribución al bien.
El número de fieles católicos ha disminuido en México a lo largo del tiempo, lo que revela una crisis de la Iglesia. ¿A qué cree que se debe este extrañamiento frente a la fe?
Creo que esta separación es un riesgo que los cristianos corren a lo largo de toda la historia, depende del hecho de que cualquier tradición, si no se vuelve una experiencia presente, está destinada a desaparecer. El cristianismo es un acontecimiento que sucede ahora; entonces, si toda la riqueza que la Iglesia nos pone a las espaldas no se vuelve una gran hipótesis a verificar hoy; verificar si toda la riqueza de la tradición cristiana es útil para vivir los desafíos de hoy, los problemas de hoy desde el punto de vista humano (porque los problemas de hoy, desde el punto de vista social, no son los mismos de hace 50 años, entonces el gran reto es si hoy existen personas que tomando seriamente la hipótesis cristiana intenten verificar si hoy esta tradición es capaz de sugerir modalidades, formas, ejemplos por los cuales la fe tenga hoy una oportunidad de dar una contribución a la vida de todos)... Si no sucede esto, sucede lo que nos dijo el Papa Francisco, que los cristianos se reducen a ser adoradores de cenizas, un museo de cenizas; pero el cristianismo no ha nacido para terminar en un museo, sino para dar una contribución a la vida del hombre.
¿Puede el cristianismo hacer de México un mejor país, un país sin violencia? ¿Puede hacer una tierra más humana cuando a veces se percibe al otro como un problema?
Esto es lo que ustedes, mexicanos, me tendrían que contestar. Yo puedo decir que una sociedad se puede volver más humana si acepta la contribución del cristianismo ante todo como una mirada positiva sobre el otro, quien quiera que él sea. A mí me impresiona mucho el Papa, que frente al gran desafío que tenemos con el terrorismo fundamentalista, allá en Europa, no renuncia a estar convencido de que en la mirada cristiana, en la mirada de la fe, nadie está de manera irremediable perdido porque en lo profundo del hombre, aun bajo montañas de errores, se encuentra un deseo de vida, de bien. Es el testimonio de los cristianos el que debe mirar a cualquiera del mismo modo en que Jesús miraba a todos. Uno de los encuentros más sorprendentes del evangelio es el encuentro de Jesús con Zaqueo, ¿quién era Zaqueo? Era el jefe de la mafia de Jericó, que recogía el tributo por cuenta de los romanos y robaba tanto a los romanos como al pueblo hebreo, sin embargo Jesús vio en el gesto de subirse a ese árbol, para poderlo ver pasar, un deseo de bien, y no se detiene para acusar a ese hombre, sino que le dice: “baja de ese árbol, que voy a tu casa”. Es una invitación a su corazón, que estaba vivo aún bajo toda la corrupción y el mal que cometía y este hombre, Zaqueo, corre a su casa y sin que nadie le dijera nada, sin que nadie le hubiera echado una homilía o dado un buen consejo, dice: “restituyo todo lo que he robado y si a alguien le he quitado, le doy cuatro veces más”. Esto es un ejemplo de una mirada sobre la persona que produce un efecto infinitamente más potente que lo que podría obtener la imposición de una norma o una directriz, esta creo que es la contribución que el cristianismo pude dar en una situación como la de México y lo digo porque esta contribución la está dando en el país en el que vivo, Italia, y también en otros países del mundo.
Tras el nombramiento del Papa Francisco llegó a la Iglesia un nuevo ímpetu, hubo jalones de orejas para muchos, incluido Comunión y Liberación. ¿Ha sido renovada la Iglesia verdaderamente o todo ha sido una ilusión generada por el temperamento de un argentino?, ¿cómo ha tomado Comunión y Liberación el llamado de Francisco?
Sería totalmente inadecuado identificar el magisterio del Papa Francisco con su procedencia geográfica. El Papa es el Papa de la Iglesia católica y toda su historia, todo su temperamento, su experiencia están al servicio de la Iglesia universal. Este Papa, creo, lo que está haciendo es llevar adelante, radicalizado, si así se puede decir, el programa del Papa Benedicto XVI, que era el de re-proponer la fe en su naturaleza original, como acontecimiento de salvación para el hombre, dentro de la vida de todos, comenzando por aquellas que el Papa llama las periferias humanas y existenciales, las periferias sociales y las periferias del corazón del hombre que ahora está alejado de sí mismo. Entonces, el del Papa es un gran intento de volver a proponer lo esencial de la fe dentro de la vida, ofreciendo ante todo su propio testimonio, su propia mirada, su propio modo de encontrar, de conocer, de valorar y abrazar a quien sea, porque todos son hijos de Dios y todos están puestos bajo su cuidado. Esto, para una realidad como Comunión y Liberación, es un reclamo fundamental porque el movimiento ha nacido de don Giussani precisamente por esta pasión por los jóvenes, por esta pasión por los hombres a los que quería comunicar que había encontrado el secreto de la vida, Cristo, que es capaz de abrazar, salvar, exaltar, valorar lo humano que hay en cada uno de nosotros, y por esto es que nosotros estamos agradecidos al Espíritu Santo de que nos haya dado al Papa Francisco, que es un ejemplo para todos de la novedad que el cristianismo hoy es en la historia.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón