Allí está los paneles, pegados a las paredes del claustro del siglo XVIII. Unas cuantas filas de sillas, una mesa, el sistema de sonido… todo preparado. Un gesto sencillo, como la fe antigua de la gente de la isla. Pero causa cierta impresión ver asomar el rostro de don Giussani entre estos muros. Estamos en La Habana Vieja, en el seminario de San Carlos y San Ambrosio. Durante mucho tiempo este ha sido el corazón latiente de la Iglesia de aquí, y hace tres años volvió a latir con fuerza, cuando el cardenal Jaime Ortega lo instituyó como sede del centro cultural Padre Félix Varela, que ahora alberga la exposición “De mi vida a la vuestra”.
«La iniciativa empezó hace unos meses y gira en torno al hecho de que la comunidad renació en los últimos años en La Habana y en Matanzas», explica Giampiero Aquila, que vive y da clase en México, viaja a menudo a Cuba, desde que el cardenal Ortega le pidió que colaborara con el Centro mexicano de Investigación Social Avanzada, en el curso de Humanidades, donde ha tenido 120 alumnos en tres años, «y unos sesenta nuevos matriculados, entre ellos siete católicos». Desde hacía tiempo, tenía «el deseo de poder ponerme en juego un poco más abiertamente», cuenta Aquila. «Los primeros paneles los imprimimos en México y los traje aquí en otoño», después de la visita del Papa Francisco. «Durante un tiempo la tuvimos guardada, sin terminar de encontrar el momento oportuno». Hasta que llegó la ocasión, gracias a la relación con Gustavo Andújar, responsable del centro Varela y director de Espacio laical, una revista en la que escriben grandes personalidades de la política y la economía cubanas. «Me dijo que no conocía mucho el movimiento, y que quería saber más». La estima que el cardenal Ortega siempre ha tenido hacia CL hizo el resto. Y don Giussani desembarcó en La Habana Vieja.
Con un gesto sencillo, decíamos. Una presentación de Alejandro Mayo, uno de los responsables del movimiento en la isla. La introducción a cargo de Jesús Carrascosa, que visita Cuba desde los primerísimos tiempos, desde que CL nació aquí, hace veinte años. «Queríamos que la gente tuviera una idea de la sencillez cotidiana de la vida de Giussani», explica Aquila. Luego seis minutos de video sobre el fundador del movimiento, y la intervención de monseñor Giorgio Lingua, el nuncio desde marzo de 2015. Media hora rica y densa, digna de retomar por la profundidad de su contenido.
Monseñor Lingua leyó la vida de Giussani a la luz de tres palabras: «Autoridad, misericordia y fe». La primera la identificó como un rasgo que llamó especialmente su atención al leer la biografía del fundador de CL escrita por Alberto Savorana. «Adquirimos autoridad en la medida en que vivimos lo que decimos, ponemos en práctica lo que exigimos a otros. Solo así podemos ser creíbles y, como consecuencia, tener cierta autoridad. Don Giussani no era un profesional de la fe sino un misionero. Uno que, cada vez que hablaba de Cristo, de la Iglesia, de su fe, manifestaba una gran pasión, una pasión que arrastraba a otros. Por eso tenía autoridad».
Luego, la misericordia, de la que Giussani habló siempre, pero aún más en los últimos años de su vida, «cuando percibía el avance del límite» y esta palabra volvía «con mayor frecuencia a sus labios, como si fuera el testamente de una madre a sus hijos». El motivo de fondo lo encuentra en las palabras que Jorge Mario Bergoglio, entonces arzobispo de Buenos Aires, pronunció en 2001 durante la presentación del libro El atractivo de Jesucristo. «Después de haber hablado de la fe como el fruto de un encuentro, punto central en las intuiciones de don Giussani, Bergoglio comentaba: “No se puede entender esta dinámica del encuentro que suscita el estupor y la adhesión si no está gatillada –perdonen la palabra– por la misericordia. Solamente quien se encontró con la misericordia, quien fue acariciado por la ternura de la misericordia, se encuentra bien con el Señor”». La propia moral cristiana, señalaba el futuro Papa, «es la respuesta cristiana ante una misericordia sorprendente». Algo que en Giussani resulta evidente.
Tan evidente como el tercer rasgo característico, «la raíz de la experiencia que nació a su alrededor»: la fe. Lingua lo explicó citando a otro Papa, Benedicto XVI, a quien le «quedó impresa la creatividad de la fe» de don Giussani. ¿En qué sentido? «La fe nos hace creativos, no porque queramos inventar algo nuevo sino porque tenemos confianza en Dios, el Creador». La grandeza de Giussani «está en haber sabido transmitir a los demás esta convicción suya, dejando a quienes le seguían la libertad para hacer suyo ese maravilloso proyecto que Dios tiene para cada uno». Por eso, añadió el nuncio, «podemos definirle como un gran educador, porque no intentó “ser dueño de vuestra fe”, sino “colaborador de vuestra alegría”».
El último punto respondía a una pregunta: ¿qué papel puede tener una realidad como Comunión y Liberación en Cuba? ¿Qué utilidad puede aportar a esta tierra? La respuesta sobresaltó a muchos de los presentes. «Creo que CL puede ofrecer una contribución muy valiosa para la realización de lo que el Papa Francisco dijo a los jóvenes el pasado 20 de septiembre, hablando de la necesidad de construir la amistad social». Es decir, colaborar en la construcción –o reconstrucción– del bien común. «No se trata de creerse superiores a nadie y querer enseñar algo, sino de ofrecer, como don, la contribución de una gracia recibida». Y CL «puede ofrecer hoy su contribución formando a personas que escuchen, que reflexionen y que sepan tomar en consideración la opinión de todos, porque eso significa exactamente ejercer la comunión en libertad».
Después empezaron las visitas a la exposición. La primera, guiada por Darío García, joven profesor de Lingüística en La Habana, que destacó cómo Giussani «entra en diálogo con el mundo contemporáneo no como un intelectual sino como uno que quiere educar». Y así durante diez días de idas y venidas por el claustro.
«¿Reacciones? Veremos», dice Aquila. Entretanto, nos habla de algunos mensajes que ya ha recibido. Como el de Rafael, profesor de Matemáticas, que acaba de empezar a hacer Escuela de comunidad: «había buscado muchas veces la posibilidad de encontrar la fe, pero siempre inútilmente. Hasta que llegaron los Ejercicios. Y ahora, en esta exposición, me parece haber encontrado un padre». O el de Silvia, que no pudo ir a los Ejercicios, pero invitó a su padre a que fuera él, «y cuando volvió estaba contentísimo. Me dijo: este jueves empiezo la Escuela de comunidad».
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