En la estela del Mensaje Mundial para la Paz, el descubrimiento de un método de trabajo y de una experiencia que es un bien para todo el país. Para perdonar y volver a construir verdaderos lugares de paz, saliendo al encuentro del otro como un verdadero hermano.
La vida del Festival Encuentros Villavicencio llega a su quinto año. Cuando nos encontramos para decidir juntos el tema para la edición de 2014, deseábamos juzgar los sucesos relacionados con el proceso de paz en nuestro país. Un proceso comenzado hace dos años con los diálogos entre el Gobierno y la guerrilla de las FARC. Nuestro deseo era juzgarlos sin tomar partido por ninguna de las ideologías que se proclamaban a favor o en contra del proceso. A nuestro encuentro salió el Papa Francisco con su Mensaje mundial para la Paz a comienzo de 2014, indicándonos el camino: «La fraternidad, fundamento y camino para la paz». Decidimos tomarnos en serio este recorrido en nuestra quinta edición de Encuentros Villavicencio.
Lo que quizás no esperábamos, es que el mensaje del Papa se pudiera volver un método de trabajo y una experiencia entre nosotros. Este año, al implicarnos ya en el desarrollo de la obra, creció nuestra pertenencia al movimiento: algunos amigos de la comunidad de Bogotá nos brindaron su apoyo al inicio del camino, es decir, en la planeación y preparación de los diversos gestos públicos. Durante los dos días del Festival –11 y 12 de octubre– pudimos ver la gratitud de todos los invitados al reconocerse acogidos como hermanos por voluntarios llenos de alegría y espera.
¿QUIÉN SOY YO PARA NO PERDONAR? Para el acto inaugural centrado en “Educar para la Paz”, invitamos a Alejandro Marius para que moderara el diálogo. Viviendo en un país sumergido en una profunda crisis económica y social como Venezuela, con índices altísimos de violencia, inflación y escasez de alimentos, nos testimonió qué significa para él y sus amigos educarse para la paz.
«“No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón”, decía san Juan Pablo II en 2002, y eso es lo fundamental como punto de partida para construir la paz: ser conscientes del valor de la misericordia, del valor del perdón. Yo me doy cuenta que por mis propias fuerzas no soy capaz de muchas cosas. Necesito de alguien que me perdone, que me ame para yo poder perdonar y amar verdaderamente».
Alejandro introdujo a Sandra Gutiérrez, empresaria y víctima de secuestro a raíz del conflicto armado en Colombia, preguntándole cómo es capaz de perdonar. Ella ahora en su empresa contrata a “desmovilizados” (ex guerrilleros y ex paramilitares) y por asuntos del Misterio le ha tocado entrevistar y contratar a uno de sus captores: «Dejemos atrás lo que pasó, yo lo perdono». Esto no fue automático porque tuvo que pasar años muy complejos para reconciliarse con Dios, pero continúa diciendo: «Qué bueno que el tema del perdón logre un efecto positivo, porque eso quiere decir que no ando en mis fuerzas, sino que Dios está usándome como instrumento para que los corazones endurecidos, enardecidos, heridos, humillados, y desesperanzados, logren encontrar palabras de esperanza, renuevo de fe y optimismo. Yo puedo perdonar porque me doy cuenta que Cristo ya ha perdonado todo en la cruz, y entonces ¿quién soy yo para no perdonar?».
Alejandro finaliza el encuentro contando cómo ha sido útil para él seguir al Papa Francisco a lo largo del año, en especial con la Evangelii Gaudium, para entender cómo se puede construir la paz social en un país tan agitado como Venezuela. A través de pequeños gestos e iniciativas con sus amigos, que dan respuestas a las necesidades de alimentos y medicinas que tienen a diario, nos documentaba cómo el Papa ilumina el camino ayudando a ver que «la realidad es más importante que las ideas» y «el tiempo es superior al espacio». Con estos principios viven haciendo un camino educativo «donde se reconoce que la esperanza de un pueblo no es una concesión del poder, sino fruto del encuentro cara a cara con las personas y la posibilidad de vivir la comunidad cristiana».
LA MUESTRA. ¿Qué trascendencia tienen los diálogos de paz entre la guerrilla y el Estado colombiano? Todos queremos la paz, es una exigencia de cualquier hombre, pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de paz? Estas preguntas acompañaron a Wilmar, Alessandro y al padre Marco durante la preparación y realización de la muestra “Educar para la paz”.
La muestra no quiere hacer un análisis político de la situación. Pretende sencillamente mostrar cómo se genera en la experiencia humana el deseo de paz y dónde se encuentra la respuesta a este deseo. Se muestran ejemplos de personas que han vivido esta exigencia en primera persona y han construido verdaderos lugares de paz. Por ejemplo, nuestra santa Madre Laura Montoya que, a principios del siglo XX en Colombia, se trasladó a la selva para acompañar a los indígenas de su región en sus necesidades y dedicó su vida al apostolado y a las misiones.
18.000 KM EN CUATRO DÍAS. En la noche del 11 de octubre, se celebró un concierto a cargo de Benedetto Chieffo, con el título “Mi voz… Tus palabras”. Así contaba Benedetto su experiencia a su regreso a Italia: «Se necesitan buenas razones para recorrer 28 horas de vuelo y 18.000 Km en cuatro días y, en efecto, la noche en que llegué a Bogotá me preguntaron por qué había aceptado este viaje. Ciertas preguntas me avergüenzan, pero son verdaderas. ¿Por qué acepté hacer dos conciertos en dos días, en dos ciudades de Colombia a cinco horas de distancia en coche la una de la otra? Yo pensaba que tenía una respuesta, pero la respuesta surgió viviendo estos días intensísimos. Pensaba también que llevaba un testimonio de vida cristiana a través de las canciones de mi padre. Y es cierto. Pero yo mismo recibí un gran testimonio: gente que nunca había visto antes me sirvió con dedicación e hizo todo lo posible para que mi esposa y yo nos sintiéramos a gusto. ¿Todos estos dones no son quizás una renovación y una confirmación del primer don? Yo podría dar por sentado todo esto, pero en los ojos y en los corazones de todos los voluntarios y los visitantes del festival, había un amor hacia mí, un amor que me llama y que me quiere. Por este amor, para recibirlo y para testimoniarlo, vale la pena recorrer 18.000 km en cuatro días».
Parsifal fue la canción que Claudio Chieffo dedicó al Meeting de Rímini, y su hijo Benedetto Chieffo esa noche nos la dedicó a nosotros: «Parsifal, Parsifal, no te detengas y siempre deja que la voz única del ideal te muestre el camino».
¿CÓMO SE PUEDE VIVIR? Juan Pablo Tamaño, reconocido productor de cine a nivel nacional e internacional, también aceptó nuestra propuesta de participar en nuestro encuentro con la película Los Colores de la Montaña. Después realizamos un cine forum que retomaba la pregunta: ¿Cómo se puede vivir?
«Vivir es como producir una película. Yo en lo personal quiero servir a los demás, bien sea a través de mi trabajo o de una ayuda económica o de un consejo. Vivir es una tarea difícil pero tenemos que afrontarla. Colombia es un país mayoritariamente católico, y por ser esta una película que se desarrolla en el campo, en medio de una familia rural que es profundamente creyente, también coloqué las imágenes del Sagrado Corazón de Jesús y de la Virgen María en los momentos más fuertes. La fe está siempre presente en la película como factor de esperanza, son pequeños homenajes que hago a Él, como pequeños actos de divulgación de la fe, así sea a través de las imágenes. De hecho hace muchos años le hice una promesa a dos santos que son para mí importantes: san Antonio y la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba. Y es que por cada película que lograra poner en las pantallas, es decir, que pudiera terminar, los pondría en los agradecimientos especiales de mi película y a Dios pues, ni se diga, por Él estoy acá y por Él hago lo que hago. Entonces cada película que hago se la dedico a Él, sin Él no hay nada y sin Él no podría estar acá».
¿Y QUIÉN SABE DE FELICIDAD? A esta pregunta Felipe, Juan José, Ramona, Lorenzo, Paulina, Esperanza, Cristian, Andrés, Vanesa, Jennifer y Diego, bachilleres de «Los caballeros de la espada en la roca», respondieron con la gran obra de teatro “¿Y quién sabe de Felicidad?”, que se presentó como parte conclusiva del festival infantil. La preparación y los ensayos los realizaron en la semana de receso escolar cuando todos los estudiantes descansan. Don Giussani nos lo ha repetido a menudo: el tiempo de las vacaciones es el tiempo de la libertad, porque en el tiempo libre se pone de manifiesto lo que uno ama verdaderamente.
EL COMUNICADO FINAL. En estos dos días hemos visto cómo los amigos, la fraternidad, la cultura, el arte y el deseo de conocer, de ir más allá a través de todo esto, han sido el punto de partida para hacer experiencia del camino que queremos indicar: «El corazón de todo hombre y de toda mujer alberga en su interior el deseo de una vida plena, de la que forma parte un anhelo indeleble de fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los que encontramos no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que acoger y querer» (Papa Francisco).
En estas jornadas hemos tenido la ocasión de encontrarnos con protagonistas de la escena nacional e internacional (empresarios, músicos, artistas, jóvenes, gestores culturales) que hicieron visible ese deseo indeleble de fraternidad. Al mismo tiempo evidenciamos que la comunión verdadera nace de la libertad de reconocerse unidos por el Destino, hijos de un mismo Padre, entonces hermanos. Del concebirse así surge la exigencia de comunicar esta experiencia de fraternidad, salir al encuentro del otro y acogerlo como a un hermano (uno como yo).
La verdadera propuesta para la paz es una compañía que eduque a la persona, que me eduque a mí. El lugar donde se construye nuestra persona es una comunidad donde se pueda vivir una auténtica amistad; sin embargo, ¿existe una compañía así?
Queremos vivir como los primeros cristianos: construir la comunidad cristiana en todos los ambientes significa construir la paz.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón