Hace poco que ha pasado la medianoche, y estoy regresando a casa después de haber asistido al estreno teatral de Barioná, una obra escrita por Sartre para celebrar la Navidad en los campos de concentración de Treviri, donde estaba prisionero. Noto el móvil que vibra, es un mensaje de Sebastián, un chico del CLU que me escribe: «Lorenzo, frente a tanta belleza nace en mi corazón el deseo de dar la vida por algo hermoso». Así empezó para mí la tercera edición del Encuentro Santiago que este año tenía como título “Testigos de belleza”. Tres días de mesas redondas, música, teatro y muchos encuentros.
Al igual que otros años, al cuidado de los estudiantes universitarios (CLU) fue confiada la exposición principal de este evento. Recuerdo el día en que nació la idea de presentar la vida de Chiara Corbella, la chica romana de 28 años que, después de haber decidido con su marido llevar a término dos embarazos aun sabiendo que los hijos no iban a sobrevivir, se encontró frente a la elección más grave: sacrificar su vida, aplazando el tratamiento del tumor que la afectó, a favor del niño que llevaba en su seno.
La idea la tuvo José: «Chiara ha sido para nosotros un testigo de la belleza de la vida cristiana. Mirándola a ella y a su marido Enrico ha nacido en nosotros el deseo de aprender a amar así. ¡Esto es lo que queremos decir a todos!». Así empezó un trabajo que hizo surgir en los chicos muchas preguntas, sobre todo con respecto a la relación entre Chiara y Enrico. ¿Qué significa amar de verdad? ¿Qué nos permite afirmar que Dios cumple sus promesas? Se lo preguntamos en un mail directamente a Enrico quien, con gran sorpresa para todos nosotros, nos contestó hablándonos de su experiencia de sentirse un hijo querido, testigo del cumplimiento de la promesa que Dios hizo a su vida, la de no abandonarle nunca. Y es precisamente esto lo que todos deseamos, un amor que llene nuestra vida de Su presencia.
Durante los días del Encuentro Santiago, fueron muchos los visitantes de la exposición. Todos quedaban impresionados frente a la fe de Chiara. Lo más bonito era cómo se despertaba la curiosidad sobre el origen de lo que la exposición presentaba. Una historia que no está hecha para gente heroica. El relato de un camino cristiano, posible para todos los que se dejan atraer por la belleza del Señor. Se ha hecho evidente durante el encuentro de presentación, cuando una joven italiana que vive en Santiago relató cómo el encuentro con la vida de Chiara y Enrico ilumina y acompaña su ser madre y esposa. «Me impresionó mucho –decía– que Chiara y Enrico hubieraan vivido una noviazgo muy parecido al nuestro, que les ayudara a mirar al otro como un don y no como un derecho. También a mí y a mi marido nos sucedió lo mismo. Éramos novios desde el bachillerato, pero cuando fuimos a estudiar a la universidad descubrimos que el mundo era más grande que nuestra relación sentimental y por esto nos dejamos. Durante casi tres años seguimos un camino separado, donde el Señor nos ayudó a ambos a entender que lo más importante es amarle a Él, y por lo tanto estar dispuestos también a perder al otro». Susana nos contó que de un tiempo a esta parte ha empezado un grupo para acompañar a los casados, que se reúne leyendo la historia de Chiara: «¡Es sorprendente ver cómo las personas empiezan a concebirse cada vez más abiertas al mundo! La vocación a construir una familia tiene como horizonte último el mundo. El mundo que espera algo de nuestro matrimonio y Cristo que espera mi sí».
Es lo que hemos vivido en los días de Encuentro Santiago: Cristo nos llama haciendo nacer en nosotros el deseo de participar de su belleza. Como escribía Sebastián, «nace en mi corazón el deseo de dar la vida por algo hermoso».
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