Cuando bajaron a la nave de la iglesia de Los Dominicos para repartir la comunión, Alessio y Tommaso se dieron cuenta del pueblo al que estaban sirviendo.
Eran los amigos del CLU y las madres de la parroquia, los vecinos de casa y los empresario de la CdO, los colaboradores del comedor para los pobres, los jóvenes de confirmación y los que hemos conocido en el colegio. Movimiento, parroquia, universidad, seminario y misión en las periferias de Santiago. Todos unidos en aquella fila silenciosa que recibía el sacramento, todo se revelaba como una tesela del camino que les había llevado a estar allí en ese momento.
"Ese" momento era la ordenación diaconal que Alessio Cottafava y Tommaso De Carlini, de la Fraternidad San Carlos Borromeo, recibieron el pasado 19 de diciembre en Santiago de Chile por imposición de las manos de monseñor Massimo Camisasca, fundador de la Fraternidad y hoy obispo de Reggio Emilia-Guastalla. Un momento importante para la San Carlos. Era la primera ordenación fuera de Roma y coincidía con el trigésimo aniversario de la fundación de esta Fraternidad sacerdotal. Dos razones para celebrar. De ahí que a la ordenación del 19 de diciembre le siguiera una gran fiesta el día 20 en la parroquia Beato Pietro Bonilli de Puente Alto, una populosa comuna de Santiago donde la Fraternidad está presente desde 2006, y que recientemente ha recibido una segunda parroquia en la diócesis vecina de San Bernardo.
Alessio y Tommaso, ambos jóvenes italianos de poco más de treinta años, empezaron el seminario en Roma y han terminado en Chile. En 2009, Camisasca propuso a Martino de Carli, entonces párroco de Puente Alto, abrir en Santiago una sección latinoamericana de la Casa de Formación de Roma.
La Casa de Formación de Santiago nació para acoger las primeras vocaciones latinoamericanas, pero muy pronto se dieron cuenta de que podía ser una oportunidad también para seminaristas italianos, para que pudiera realizar una parte (o todo) de su itinerario en América Latina. Hoy acoge a tres seminaristas. «Soy sacerdote desde hace quince años», explica Martino: «He desempeñado tareas muy diversas, pero sin duda la tarea de acompañar a los jóvenes hacia el sacerdocio me llena de estupor y turbación más que cualquier otra. Me encuentro siendo espectador del carácter misterioso de la iniciativa divina, y al mismo tiempo trato de sostener, con profundo respeto, la libertad del hombre que responde a ella y la sigue. El sí definitivo de Alessio y Tommaso también es fruto de esta breve historia».
Alessio y Tommaso pasarán el año de diaconado en Chile, sirviendo a este pueblo que les acompañó en su ordenación. Llevarán en su corazón todos estos rostros y las palabras de don Massimo: «Los dos diáconos que hoy ordeno han sido llamados para llevar a Jesús. Esta es la caridad que el mundo necesita: que exista alguien que lleve a Jesús. Dando la eucaristía, explicando la palabra de Dios, pero sobre todo a través de su propia vida. Hoy pido a Dios que les conceda siempre, en la alegría y en el dolor, una vida que transparente la presencia de Jesús».
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