¡No era fácil llegar esta vez a la cena de Navidad de la Compañía de las Obras (Cdo)! Su decimocuarta edición y la primera fuera de la metrópolis. 339 empresarios, profesionales, trabajadores y más de 40 voluntarios se daban cita un viernes en la noche, en un colegio de San Bernardo. Quizá muchos no sabían que hace 25 años una aventura de solidaridad temeraria impulsada por un hombre había ayudado a levantar los muros de esa casa de estudios después de su quiebra institucional, el mismo hombre del cual había nacido la CdO en Italia, Luigi Giussani.
Nunca ha sido fácil llegar a la cena de la Compañía de las Obras, es difícil encontrar días en diciembre, pero quizá cueste más ponerse juntos detrás de una causa común. La verdad es que en una sociedad donde arrecia el individualismo, todo parece amenazado cuando desafía a la libertad de asociarse detrás de un ideal. Porque, en realidad, en Chile el individualismo es una cultura, y el asociarse –muchas veces– una forma de defenderse.
Pero una fascinante compañía hace mirar con ojos nuevos: «no sé desde cuándo no estaba en un lugar donde se respira paz, donde se construye con serenidad», decía un académico. Los empresarios más jóvenes buscaban a los más experimentados en busca de algún buen dato. Otros, que venían por primera vez, decían: quiénes son estos que viven una gratitud tan especial en lo que hacen.
Mientras se pasaba del entrante a un exquisito salmón, el escenario era dominado por las obras que buscamos ayudar:
- El hogar del Buen Samaritano que acoge a 385 enfermos terminales en Molina, presidido por una anciana mujer de 87 años, Madre Irene, que ha querido venir, estar presente, para recordarnos que ayudar al necesitado es una ocasión de conversión para nosotros, una oportunidad de reconocer a Otro más grande que nos interroga en el rostro del pobre, el enfermo y el abandonado. Es como si de pronto la Navidad se volviera apremiante, ¡no se puede afirmar una presencia sin apostarla a algo que nos queda grande! Estamos todos desnudos frente a ella.
- La fascinación por su delicada presencia nos hace entrar con la máxima atención cuando conocemos el Hogar Fe y Esperanza, dirigido desde hace 10 años por madres de hijos con una patología física y psíquica que los cuidan y acogen en la localidad de El Monte, a 55 kilómetros de Santiago, donde los medios son escasos, las políticas públicas naufragan y la generosidad se cansa… ¡ellas no! Son 40 jóvenes que requieren atención médica y educación, jóvenes con severos handicaps, una "carga ligera" para sus madres vueltas doctas en la atención perseverante a sus "pacientes". No hay lamentos ni prédicas, sino el testimonio de una obra que no acaba, y una invitación: «vengan a vernos». Una provocación a la cual varios han respondido estos años, como también con la Madre Irene.
Ellas son nuestras, y nosotros, cada vez menos formales, empezamos a ser de ellas. Es una compañía de ida y vuelta, de gente que empieza a perder el temor de mirarse, se visitan y se miran, y se aprende a estar juntos. Pertenecer es posible, parece, fuera de un anonimato y un paternalismo.
La sencillez y el encanto de una presencia: Daniela Ramírez, joven y talentosa actriz, madrina de la Cena CdO desde hace dos años, sostiene desde el escenario las obras que ayudamos, y al mismo tiempo señala: «es imposible que el arte, el cine, no comparta y no dialogue con el mundo del trabajo y de la empresa, especialmente con el non profit». Está contenta de estar entre nosotros, y lo transmite generosamente. Se disculpa por no haber venido los años anteriores, aunque siempre ha grabado una invitación, ahora está aquí y parecía estarlo desde siempre.
Llega el postre, helado fabricado por uno de los nuestros, así como toda la estupenda comida. Comer es una fiesta, aliñada con el sacrifico de otros que lo han preparado y los sponsor que, aunque pocos, no faltan en la cena de Navidad de la CdO.
Suben al escenario en señal de reconocimiento los empresarios más destacados de la CdO en el área profit, non profit y obras educativas.
¿Por qué premiar la excelencia en una cena de caridad? Porque la primera caridad es mirar la totalidad de la persona, y es invitar a seguir construyendo la solidaridad desde una habitualidad heroica. Las pymes viven en el anonimato, y en cambio cada obra en su origen y expresión es un rostro al cual mirar. El camino con estos amigos ha sido la comprobación de que una amistad adulta puede seguir creciendo siempre, se puede crecer juntos siempre, es el signo que la vida no se detiene detrás de un ideal.
Al final, un imprevisto, un cierre imposible, un cantautor para la mayoría desconocido, Daniele Stefani, con una voz y una propuesta extraordinaria… nadie quiere irse, tampoco Daniele que se prodiga generosamente en el escenario. Termina agradeciendo la belleza de la cena, y el animador de la velada recupera el micrófono para los agradecimientos del responsable de la Fundación Santa Teresa, el sujeto de la Cena CdO, quien invita al escenario a los jefes de cocina.
Aplausos y buenas noches, ¡y el gusto por una compañía que no se acaba, que se incrementa y que ha encontrado nuevos rostros y una intensidad distinta en los rostros ya conocidos!
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón