“No es posible darles zapatos a todos los niños pobres, pero una cosa sí puedes hacer: quitarte los zapatos y jugar tú como ellos”. Son palabras de Cleuza en respuesta a una pregunta sobre la caritativa del CLU. Palabras que resonaban en un tranquilo bar platense, una mañana soleada de martes. “Y esto es lo que hizo Cristo…”, agregó el padre Julián de la Morena, desde la otra esquina de la mesa. Los amigos del CLU allí reunidos escuchaban perplejos y alegres. Al irnos del bar, la mesera (que había estado rondando inquieta cerca de la mesa), nos salió al encuentro: “Me gustó mucho lo que pude escuchar mientras servía: ¿quién es esta gente?”
El pasado 20 de octubre hemos tenido la suerte de recibir a Cleuza y Marcos Zerbini, que hicieron especialmente un viaje a la Argentina, acompañados por el padre Julián de la Morena. Invitados por la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata y los amigos de CL de Argentina, han visitado las comunidades de La Plata y Buenos Aires.
Su paso por aquí conmovió a muchas personas, tanto a los que participan de CL desde hace tiempo, como a los que los veían por primera vez, no sólo por su experiencia excepcional de ayuda a la gente, sino por la provocación viviente de este matrimonio enamorado de Cristo. En palabras del padre Julián, Cleuza y Marcos “saben sacar lo mejor de las personas” y esto lo verificamos ya desde el inicio, cuando, al llegar, hicieron salir a flote y afianzar una unidad inusitada en nuestra comunidad de La Plata, que fue el primer milagro ante nuestros ojos.
En la Universidad estatal
“La visita de Cleuza y Marcos determinó un antes y un después en mi vida, porque fue una experiencia que me demostró que el prejuicio sobre «qué dirán mis colegas y alumnos» y la falta de coraje para decir quién soy y en Quién creo, son un problema exclusivamente mío. Ahora me siento más libre y feliz por haber podido manifestar públicamente mi fe”, nos relata Graciela De Antoni, profesora y secretaria académica de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), rememorando la historia de esta visita. Graciela conoció al matrimonio Zerbini a través del vídeo de su encuentro con los jóvenes trabajadores en un retiro en Italia, y quedó tan conmocionada que inmediatamente pensó que debía llevar su testimonio adonde trabajaba:
“La acción de la Asociación de Trabajadores sin Tierra que ellos lideran era ‘perfecta’ como puerta de entrada para la comunidad de la facultad (que puede caracterizarse como ‘humanista de izquierda’). El único problema que yo veía era que el vídeo me parecía que estaba dirigido sobre todo a personas de CL. Yo busqué el modo, consultándolo con algunos amigos, pero parecía ser difícil, por lo que me sugirieron que mostrara otro vídeo. Tiempo después, fui invitada a la Asamblea de Responsables de América Latina, en San Pablo. Allí conversé con Cleuza y pude comprobar, una vez más, el encuentro con Cristo a través de las personas, que llena mi vida. Hablé con Cleuza la posibilidad futura de intercambiar ideas sobre un proyecto para niños desnutridos, que llevamos adelante Liliana Ilari, presidenta del Banco Alimentario de La Plata, y yo. Pero a mi regreso de San Pablo, algunos colegas y autoridades de la Facultad percibieron mi felicidad y me preguntaron qué me había sucedido y yo –sin proponérmelo, en realidad– les conté todos los detalles de los testimonios que había escuchado del Padre Aldo, y de Marcos y Cleuza, de su labor social en la Asociación de Trabajadores Sin Tierra. Inmediatamente, el Decano me dijo: ‘A Marcos y Cleuza quiero invitarlos aquí, a la Facultad’. Durante los días siguientes, consulté nuevamente sobre la posibilidad de invitarlos con los secretarios de extensión, Decano, Vicedecano y todos me alentaron para seguir adelante. Después, vinieron las complicaciones. Una serie de problemas me desalentó y comencé a preguntarme si era verdaderamente conveniente que viniesen a la facultad, al punto de ya casi no quererlo. La semana anterior, con la ayuda de jóvenes del movimiento y la cooperación del centro de estudiantes de la facultad, se hizo la difusión a través de radios y diarios locales, y de volantes repartidos en varias facultades de la Universidad. Finalmente, a pesar de mis acciones ineficientes y confusas y de mis miedos, Cleuza y Marcos vinieron, porque Dios lo quiso así. Asistieron unas 120 personas, entre ellos los amigos de CL de La Plata (con los muchos amigos de la Escuela de Comunidad invitados por el padre José, Jorge, Carlos, Marisa) y muchos de Buenos Aires. También, las responsables de comedores comunitarios que forman parte del proyecto de extensión solidaria de la facultad, alumnos y profesores.”
El Decano (preocupado personalmente de que todo saliera bien) los recibió afectuosamente y permaneció junto a ellos y a Graciela al frente, en el estrado, mientras Cleuza y Marcos contaban su historia y el padre Julián de la Morena traducía. Fue un precioso encuentro de más de una hora, del que adelantamos aquí algunas pocas palabras:
“Estoy muy contenta de estar en esta facultad,” comenzó diciendo Cleuza, “yo no pude estudiar en la Universidad, pero me siento parte de ella”.
“Cuando me dicen que nosotros tenemos una gran masa de gente (refiriéndose a la Asociación), yo digo que no es así, porque cada persona tiene un nombre y un rostro y yo necesito de cada persona que entra en mi vida como un regalo”. (Cleuza).
Marcos, refiriéndose a las relaciones humanas en la universidad: “¿Ustedes se acuerdan de los profesores que son perfectos, o de aquellos que se preocupaban por ustedes?”.
“No se trata de una regla… No digo que creo en lo que Cristo dice porque me digan que hay que creer en Él, digo que es verdad por experiencia…Es imposible ser feliz sin hacer de nuestra vida un don. Nuestra vida está hecha para construir la felicidad de los otros”. (Marcos)
Hubo muchas preguntas al final, como queriendo prolongar el maravilloso encuentro. El Decano se conmovió profundamente con sus testimonios y todo terminó en un aplauso cálido y muy prolongado.
Muchas repercusiones
Los días que siguieron al encuentro estuvieron llenos de las reacciones positivas y comentarios entusiasmados, tanto de amigos del movimiento, como de profesores y alumnos de la universidad y de la gente de los comedores barriales.
Muchas personas, ligadas a la conducción de la facultad, estaban impresionadas no sólo por el carisma de Marcos y Cleuza, y su gran obra (“los hechos hablan por sí solos”), sino por su profunda religiosidad. “Es verdad lo que dijeron tus amigos brasileños: lo más importante en la educación es cómo miras y quieres a la persona que tienes enfrente”. Los mismos cristianos de la facultad, católicos o evangélicos, se sorprendían del anuncio acontecido en ese ámbito, novedad que también llegaba a oídos de quien no había podido asistir: “Me dijo una profesora que me he perdido de algo impresionante y diferente. Es increíble que esto haya sucedido en nuestra facultad”.
Las mujeres que lideran los comedores barriales también se manifestaron. Elena nos dijo: “Aprendimos mucho y esto me impulsa a seguir luchando. Yo me identifico con Cleuza, porque no terminé el colegio primario y soy pobre: la obra de Cleuza me da fuerza para seguir ayudando a otros pobres como yo”. Y también Sara: “Yo me identifico con Cleuza porque, como ella misma afirmó al decir que se sentía parte de la Universidad, también yo he podido hablar en el Aula Magna de la facultad sin tener título universitario, y eso me da fuerzas para seguir adelante”. Un compañero de trabajo de Emiliano, que trabaja en esa facultad, dijo que había quedado impresionado al darse cuenta de que Marcos y Cleuza no le regalan nada a las personas, sino que las ayudan a que ellas mismas participen de la construcción de su casa, y es por esa razón que no se van, porque así la sienten propia.
Lo que brilla en nuestros ojos
Para todos los amigos de la comunidad de CL de La Plata, fue una gracia inmensa el paso de estos grandes amigos por aquí, como ellos mismos lo expresan:
Liliana, presidenta del Banco Alimentario: “Cleuza y Marcos son testigos que me provocan: quiero vivir con Cristo presente y amarlo como ellos. Miguelina es una chica paraguaya de 24 años, que vive en un barrio muy pobre cercano al Banco de Alimentos, que recibió el sacramento de la Confirmación el pasado mes de septiembre, y me eligió como madrina. Cuando me confió su gran dolor –su pequeña hija a la que no puede ver, que vive en San Pablo–, pensé «estas cosas son del Señor y tan evidentes», pues estaban a punto de llegar Cleuza y Marcos. En la visita que nos hicieron, para conocer nuestro Banco, pudieron conocer a Miguelina. El amor y la atención que le prestaron testimoniaron a Jesús, era la atención que ponen padres que aman a sus hijos. Y yo me sentí feliz. Ahora Miguelina está en San Pablo junto a su hija”.
María, de la comunidad de los trabajadores, estudiante de cine: “El encuentro en la universidad con Marcos y Cleuza es un hecho histórico para el Movimiento acá en La Plata y en Argentina. Fue un testimonio tan radical y contundente en el ámbito de la universidad estatal, una afirmación explícita de que en el origen de sus vidas y su obra está Cristo, y de que la felicidad tiene que ver con la adhesión a Él. Y la respuesta por parte de los que participaron del encuentro, más allá de su postura ideológica, fue un aplauso cerrado, extenso y conmovedor, con el que reconocían que frente a ellos había personas verdaderas.”
Santiago, del grupo del CLU, estudiante de Derecho: “Tanto Marcos como Cleuza tienen «Lo que debería brillar en nuestra mirada todos los días». Me sorprendió cómo nos miraban, sin ningún esfuerzo, no era de forma artificial, sino que realmente sentía una compañía, el regalo de una amistad. Este es punto del cual nos hablaron a nosotros, los universitarios de La Plata, sobre la importancia de compartir nuestra amistad y nada más que eso, pues es lo único que tenemos. Fue como recomenzar en la relación con los amigos del CLU y en la propuesta para invitar a otros. Esta gran amistad de la que hablan ellos es obra de Otro más grande. Mi relación con los niños de la caritativa depende de Él. Entonces, lo único que queda en mis manos para poder compartir esto mismo que encontré con aquellos niños, es ser fiel al encuentro que tuve con esta compañía en La Plata”.
Ya muchos jóvenes amigos se aprestan para ir a visitarlos a San Pablo, por la intensa amistad que surgió en pocas horas con estos grandes amigos de San Pablo. Pero conscientes de que el desafío del anuncio de Cristo está echado, como nos decía el padre Julián, en el lugar mismo donde vivimos, estudiamos y trabajamos todos los días.
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