Hace un año, escuchando algunos testimonios y, en particular, siguiendo el testimonio del Papa, surgió el deseo de invitar al padre Pepe di Paola a Rosario para hablar sobre el tema de las adicciones. Fuimos a ver al arzobispo de Rosario, Monseñor Eduardo Martín, para presentarle la iniciativa y nos brindó su apoyo y colaboración.
Así que empezamos con esta aventura sin saber demasiado en realidad qué significaba y qué implicaciones tendría para nosotros y para nuestra ciudad. Durante la preparación fuimos descubriendo muchas cosas y redimensionado permanentemente la iniciativa.
El primer intento de colaborar con las autoridades civiles y hacer juntos el encuentro fracasó. Entonces volvimos a intentarlo con la Asociación de Empleados de Comercio de Rosario. Marcelo Scianca, integrante del gremio, lo asumió totalmente y se convirtió en nuestro compañero de camino durante los cuatro meses que duró la organización.
El Arzobispado también se involucró en la organización y respaldó las invitaciones. Al mismo tiempo Mons. Martin organizó una reunión con los sacerdotes y el padre Pepe sobre la pastoral villera en Rosario.
Fuimos a ver al concejal Roy López Molina, quien nos sorprendió con su atención e interés por el encuentro y también conversamos con él sobre la muestra sobre el Bicentenario de independencia. Nos alentó a llevar adelante las dos iniciativas. Nos propuso trabajar para declarar el encuentro con Pepe de interés municipal, pedido que fue aprobado por los concejales de Rosario.
Durante la preparación nos encontramos con muchas personas. Se fue haciendo evidente lo que don Giussani nos enseñó desde el comienzo: el bien que es salir al encuentro de la gente en cualquier circunstancia, donde y como sea que estén. En esto nos mueve lo que ahora vemos tan claramente en el Papa Francisco: una Iglesia en salida.
Esto nos expuso a las preguntas, a dar razones de por qué hacíamos este gesto. Y las palabras se volvían nuestras, empezaron a transmitir una experiencia vivida. Frente a las obvias dificultades para organizar el acto, fuimos aprendiendo a ser esenciales, a no enredarnos en interpretaciones.
Fue muy interesante el encuentro con Julián Venegas, el músico rosarino que invitamos a cantar. Inicialmente no le pareció oportuno participar, por no ser parte de la Iglesia. Pero luego de unos cafés, de ver el libro del padre Pepe de Silvina Premat y de contarle la razón y la idea del encuentro, aceptó la propuesta.
También nos encontramos con periodistas que querían saber más de este hombre y de su trabajo en relación a las adicciones. Esto nos obligó a mirar con atención cómo se mueve Pepe, con una gran libertad, sin miedos, aunque esté afrontando situaciones peligrosas. Y a responder de dónde surge esa libertad. De qué experiencia es posible partir para vivir así. Y esto fue lo que intentamos transmitir a todos.
Finalmente el día del encuentro con Pepe fue el regalo al camino hecho durante estos meses. Desde la mañana nos transformamos junto con Víctor en chóferes de sus idas y venidas por Rosario. La escuela de Salesianos en en barrio Ludueña, el encuentro con el arzobispo, el programa de noticieros del mediodía en Canal 3, la reunión con los sacerdotes. Aprovechando los viajes para preguntar, escuchar las respuestas, ver cómo estaba frente a las personas que aprecian. Me impactó su presencia tranquila y segura, su mirada transparente. Con una seriedad alegre, aun frente a los problemas que enfrenta cotidianamente.
Finalmente el encuentro público en el teatro de la Asociación de Empleados de Comercio. Primero una reunión con el secretario general del gremio y una docena de secretarios de otros gremios locales donde todos pudieron conversar con Pepe, hacerle preguntas, contarle los problemas y experiencias.
A las 19.30 entramos en el salón donde esperaban unas 250 personas en sus asientos y otras 250 paradas en los pasillos, en las escaleras y hall de ingreso. Muchas se fueron porque ya no había espacio para estar. Todo tipo de gente, de edades y condición, laicos y religiosos, escucharon a Julián introducir el encuentro con sus temas “Transparencia y Empujoncito del viento”.
Pepe nos habló durante media hora. Luego una hora y media de preguntas del público.
Pepe respondió siempre con su vida. Con un mensaje claro, humano y totalmente sustentado en su experiencia de trabajo. Nos ayudó a ver cómo en medio de esta realidad tan oscura hay personas que podemos mirar y seguir, porque en ellas se manifiesta la Obra Salvadora de Cristo.
Unos días más tarde Monseñor Martin nos contaba el testimonio de un joven sacerdote impactado por la diversidad de gente y percibir el clima de familia que se vivió y que hacía tiempo estaban anhelando. “¡La verdad que muy bien Pepe! Nos ha tirado muchas líneas para seguir reflexionando y rezando... Estoy muy contento, sobre todo por ver a gente de todos los ámbitos sociales y ¡muchos curas! Es raro sentirse tan Iglesia familia”.
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