Parece que todavía resuenan las campanas en las iglesias de Córdoba y las de Buenos Aires las responden. Las primeras para celebrar el ascenso a los altares del sacerdote gaucho José Gabriel del Rosario Brochero, las segundas para preparar el proceso de beatificación de Enrique Ernesto Shaw, padre de familia argentino y empresario.
Dos figuras muy diferentes entre sí. Un cura rural que vivió a finales del siglo XIX y principios del XX, y un empresario de éxito que murió a los 41 años, en 1962, a causa de un cáncer, el primer empresario, y no sólo en América Latina, que se preparar para subir a los altares. El pasado 19 de septiembre salieron con destino a Roma 1.300 páginas de materiales que podrían probar que Shaw vivió «con heroísmo las virtudes cristianas». Quien las envía hacia la capital italiana ha sido el arzobispo de Buenos Aires, Mario Poli, nombrado por Bergoglio, en presencia del postulador argentino que se ocupa de la causa diocesana, Juan Navarro Floria. El dossier va destinado a la Congregación para las causas de los santos y pasará a manos de otra argentina, esta residente en el Vaticano, Silvia Correale, licenciada en Derecho por la Universidad de Rosario y doctora en Derecho Canónico. Este no es el único elemento de continuidad histórico, por llamarlo de alguna manera, en el primera paso del proceso de beatificación de Enrique Shaw. El propio Bergoglio, siendo cardenal, abrió la fase diocesana de la causa en el año 2011, y por azares de la historia será de nuevo él quien reciba, esta vez como Papa, las cajas de documentos y escritos que conformarán la “positio” inicial de la fase romana.
Enrique Ernesto Shaw no es porteño de nacimiento, es decir, no nació en la ciudad de Buenos Aires sino en París, el 26 de febrero de 1921, hijo de la argentina Sara Altgelt Tornquist, de origen alemán, y Alexander Shaw, de origen escocés. En 1923 la familia regresó a su país de origen.
La madre murió cuando el hijo tenía cuatro años. Comenzó sus estudios en el Colegio de La Salle de Buenos Aires, donde pronto empezó a mostrar dotes fuera de lo común. En los primeros meses de 1936, a los 14 años, el joven Enrique entró en la Academia Naval a pesar de la oposición inicial de su padre, que quería que se hiciera cargo de la empresa familiar. En la marina destacó por su diligencia en los estudios – era un lector voraz y un brillante orador – hasta que pidió una licencia para dedicarse a las fábricas de la familia y a la cristalería Rigolleau, propiedad de su amada esposa, Cecilia Bonge.
El nombre de Enrique Ernesto Shaw va unido a importantes instituciones y conquistas de la sociedad argentina durante la segunda mitad de los años sesenta, como la ley para las asignaciones familiares que Shaw promovió activamente o el nacimiento de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), una de las promotoras de la candidatura de Shaw a beato.
Enrique Ernesto Shaw también presidió la rama masculina de la Asociación católica argentina y ayudó significativamente al desarrollo de la Universidad católica en cuyos locales tuvo lugar la ceremonia de envío de la causa a Roma.
Los españoles Gustavo Villapalos y Enrique San Miguel, autores de El evangelio de los audaces, le dedican un capítulo, situándolo junto a figuras como Konrad Adenauer, Balduino I, Georges Bidault, Alcide de Gasperi, Ángel Herrera Oria, Robert Kennedy, Giorgio Lapira, Aldo Moro o Robert Schumann.
Publicado en Terre d'America
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón