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ARGENTINA

El mejor regalo de cumpleaños

Roberto Cosentino
03/09/2013

El Banco Farmacéutico de Argentina celebró el pasado mes de junio la segunda Jornada de Recolección de Medicamentos, en la que se donaron 1.150 fármacos en las 11 farmacias de la Ciudad de Buenos Aires, donde participaron 55 voluntarios. Esta ayuda servirá para atender a 148 personas alojadas en cuatro entidades de beneficencia de la misma ciudad. El valor de lo donado representa un ahorro para las entidades de cerca de 2.400 euros.
Además de una oportunidad para contribuir a ayudar a las personas necesitadas, también ha servido para poner en evidencia que este gesto de caridad da respuesta a una provocación que conmueve los corazones y lleva a reconocer que la vida es dada, que el hombre se construye dándose a otro.
Muestra de ello son los testimonios que publicamos a continuación:

El sábado me levanté para ir a la JRM; nada más lejos de un día común. Los sábados me levanto más tarde, no realizo grandes actividades, y me sorprendí al verme en acción con mi hijo Demian, levantarme entusiasmado un día frío, y percibía que no era un día más, se trataba de un día especial. Tenía una gran alegría y una esperanza en el corazón durante los preparativos de la jornada. Y ese sábado me levanté con eso. Y pasó de todo, empezando por llegar tarde a las farmacias por el tránsito. Los voluntarios que no llegaban, sin embargo nunca perdí esa alegría inicial.

Durante la Jornada en el turno de la mañana, en una farmacia de Parque Patricios, cuando llegué a abrir el día, la farmacéutica ya había vendido un montón de medicamentos a favor de las madres solteras adolescentes y sus niños, que son de la Fundación Nuestra Familia. Me pregunté qué movilizaba a estas personas – yo incluido – a dar "algo suyo" a otro. Sólo una gran capacidad de bien que habita en el corazón del ser humano puede dar cuenta de semejante gesto, pero también me di cuenta de que esa capacidad de bien es dada, no es propia, está dentro de mí, pero es OTRO el que me hizo así. De tal modo que lo que sucedió ese día fue una manifestación más del bien que Otro puso en mi camino. Me conmovió sobremanera un anciano, muy encorvado, "viejito", me contó que vivía en un geriátrico, solo, y que lo disculpara porque sólo podía donar dos cajas de curitas; me enterneció porque era el mismo evangelio que me estaba pasando, porque ese anciano en lo poco dio mucho más por su gran capacidad de bien y de bondad; la diferencia con la viejita del evangelio es que a este lo pude abrazar.
Daniel Domínguez


Me recordaba mi amiga Sabrina hace unos años una frase de una película "…el hoy es un obsequio, por eso lo llamamos presente".

Eso mismo me pasó el sábado, tuve una experiencia única al participar como voluntario en la jornada de recolección de medicamentos apoyando en mi caso a la Fundación Nuestra Familia. Y remarco que fue única sobre todo teniendo en cuenta que ese mismo día se festejaba mi 48 cumpleaños. El viernes anterior por la noche un amigo me invitó por sorpresa a cenar a su casa para compartir una deliciosa comida que, como no podía ser de otra manera, estaba regada por un buen vino. Durante la cena, que también tomamos como “previa” de mi cumple, bromeaba sobre mi programa de festejos del día siguiente: “Por primera vez en 48 años voy a hacer algo realmente importante para festejar mi cumpleaños”. Y la verdad es que al otro día (a pesar de haber dormido poco y tener algo de resaca) pude comprobar que fue así: ¡pasé una mañana formidable!

En primer lugar me llamó mucho la atención la actitud de quienes trabajaban en la farmacia (Farmacia Costa). Se hicieron protagonistas de la jornada. Me tocó estar solo, por una ausencia de último momento, pero me atendieron de maravilla. Apenas llegué, conversamos un poco sobre cómo se iba a realizar todo. El encargado puso al tanto a sus colaboradores y ellos enseguida se entusiasmaron. Uno de ellos propuso pasar a limpio la lista y repartirla a todos los que atendían para tenerla a mano y poder comentarlo a los clientes. Luego me convidaron a un mate cosido con leche y una factura (¡me sentía como en casa!). Entraba bastante gente y a veces no llegaba a charlar con todos para presentarle la jornada, pero ellos se encargaban de comentarles muy adecuadamente a cada cliente, en especial si era un conocido del barrio. En casi todos los casos (aun en los que yo había recibido como respuesta un “no, gracias”) lograban que la gente participara con algún medicamento. Inclusive cada uno por su lado colaboró comprando algo. Y también los responsables de la farmacia al final hicieron una importante donación. Yo les dije que no era necesario, que su parte era brindar su adhesión, pero ellos insistieron.

También muchos de los que venían a comprar, sobre todo si eran del barrio, se enganchaban mucho con la idea y les parecía una muy buena iniciativa. Varios me preguntaron si se podían acercar a la fundación a ayudarlos de alguna manera y otros ya la conocían y colaboraban con gusto. Me pasó que ni bien se inició la jornada vinieron dos señoras mayores que se interesaron mucho y dijeron que luego volverían para colaborar. La verdad es que yo no pensé que lo harían pero justo antes de cerrar llegaron (¡y sólo para colaborar!), miraron en la lista lo que faltaba y pidieron varias de esas cosas, hicieron una de las donaciones de medicamentos más grande de la jornada entre las dos: ¡sorprendente!
Durante la jornada tuve el gusto de encontrarme con algún vecino y especialmente el saludo de una amiga (Marisa) que es vecina de la farmacia y se encargó de contarles que era mi cumple. También vino mi familia para saludarme (se tuvieron que levantar temprano a hacerme el desayuno y darme los regalitos) y a colaborar. Y también me llamó mi suegra desde Mendoza al celular (me preguntó cómo lo estaba festejando, yo le expliqué pero creo que pensó que era una broma). Finalmente puedo decir que por primera vez en 48 años hice algo realmente importante para festejar mi cumpleaños. Colaboré con el Banco Farmacéutico y lo pude vivir como un regalo.
Roberto “Semper” Cosentino

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