Afirmaba Carrón que el trabajo cultural se origina en una curiosidad despertada por algo de la realidad que es seguida con lealtad. Es la mejor descripción de lo sucedido entre nosotros. En nuestro Centro Cultural, después de fracasar en los reiterados intentos de traer a nuestro país la exposición española sobre Gaudí, sólo tuvimos que acompañar el deseo de Ana para que todo tomase otro rumbo. Ella buscaba acompañar el dolor de una amiga por la pérdida de aquello que más estimaba. Siendo ambas arquitectas y profundas admiradoras de Gaudí, Ana entendió que la obra de Gaudí, algo que tenía ahora el rostro concreto del escultor japonés Etsuro Sotoo, podía ser una gran compañía para este dolor. Fue así que todo lo hecho encontraba un nuevo sentido, consiguiendo la disponibilidad de Etsuro, el apoyo de la Facultad de Arquitectura, y comenzando el enorme trabajo que requería su presencia (auditorios, hoteles, difusión, etc.).
En el mes de junio Etsuro llegaba a la Argentina junto a su esposa, la pianista Hisaki, para realizar tres conferencias en diversas ciudades, además de un concierto a beneficio de las víctimas de los terremotos en Haití. Auditorios completos, ampliamente excedidos en sus capacidades por un público silencioso y conmovido, fue la característica que acompañó todo su recorrido y que tuvo en cada caso rasgos originales.
Buenos Aires fue la primera parada, donde nos sorprendimos por este hombre en torno al cual el silencio no resultaba extraño. No era sólo cuestión de idioma, lo comprendimos mejor en la conferencia. Ejercía también allí su oficio de “picapedrero” variando únicamente los materiales. Serían aquí las frases cortas y gráficas delante de la gente, atenta a cada una de sus palabras, las encargadas de un trabajo que exigía sólo golpes precisos, no más.
Lo acompañó en la presentación Roberto, un reconocido artista plástico del medio local, quien respondió agradecido y honrado por la invitación. Al enterarse Sotoo de esto, también fue muy preciso en su apreciación: “Entonces es un hombre de gran corazón, porque sólo alguien así, en tanto artista, podría aceptar presentar y compartir la mesa. Y además debe ser un gran artista”.
Ante un público ampliamente dominado por arquitectos, fue mostrando la auténtica genialidad de Gaudí: tener como punto de partida una confianza plena en la realidad, una maestra que genera incluso la estructura de una obra como la Sagrada Familia. La explicación de Sotoo es sencilla, se trata de estar atentos a la realidad y no pretender imponerle esquemas. Algo que Gaudí definía con simplicidad: “lo que hago es solamente colaborar con la creación de Dios”.
Una colaboración que se hace entrega, raíz de su trabajo y verdadera condición de su actitud cargada de esperanza. “Venga mañana pronto, porque mañana lo haremos mejor”, fue lo último que algunos de sus colaboradores le escucharon decir. Esto es la esperanza, esperar que mañana lo podamos hacer mejor. Éste es el fruto maduro de una confianza inquebrantable en la positividad de la realidad.
Rosario fue la siguiente parada. Allí los organizadores no eran del movimiento sino viejos amigos y compañeros arquitectos de más de setenta años del padre de nuestro amigo Juanjo, también él arquitecto. “Conocían y gustaban más que yo de Gaudí. Me puse al lado de ellos ayudando a invitar, a imprimir carpetas y folletos”.
La conferencia se volvió en definitiva una oportunidad de encuentro. “Con algunos temores y prejuicios me encontré con los del centro de estudiantes de la facultad. Les expliqué quién era Sotoo, su camino humano y su trabajo, y se entusiasmaron. Hicieron manifiestos, invitaciones y grandes carteles en la facultad, convocando a 300 estudiantes y profesores que de otro modo no se habrían enterado del encuentro. Pablo, el referente del centro con el que trabajé en la promoción, me dijo un día que estaba asombrado de cómo este japonés budista había podido hacer este recorrido, cambiando de religión por seguir la belleza de la obra de la Sagrada Familia”.
La provocación que generaban las palabras de Etsuro no pasó inadvertida ni para los más distantes, como continúa comentando Juanjo: “Un economista emocionado dijo que nunca había pensado que la realidad podía ser amiga”.
Santa Fe es el hogar de Ana, donde Sotoo daría su última conferencia e Hisako el concierto de piano en el teatro más importante del lugar. Aquí no bastó un aula de la universidad sino que tuvieron que habilitar una segunda con pantalla y audio para albergar a toda la gente reunida. Sin embargo el efecto era el mismo que en las anteriores presentaciones, la mirada atenta de la gente y el deseo compartido de que la charla no se termine. “Vine a escuchar una charla técnica y recibí una lección de vida”. “Creí que venía a una conferencia más y me voy conmovida”.
Testimonios que daban cuenta de la novedad que se percibía. “Los arquitectos hablan de diseño, estética, de detalle bien terminado, pero nadie habla de belleza… y esto me conmueve”, afirmaba con lágrimas en los ojos una amiga de Ana y miembro del Colegio de Arquitectos.
“Y el día tan esperado llegó –me dijo otra amiga que carga con un gran dolor¬-. Yo hace un año y medio que no salía, que estaba escondida. Y hoy vine aquí, y estoy feliz. Este hombre me cambió la mirada”.
Es que de eso se trata el problema de la vida, como nos enseñó Giussani, no de inteligencia sino de atención. Etsuro Sotoo es un testimonio de esa verdad. Cuando detalló el recorrido que había hecho en su vida impresionó a todos. Buscaba sinceramente imitar a su maestro Gaudí haciendo como él y sin embargo había algo que no andaba. Sólo pudo lograrlo cuando, en lugar de mirar a Gaudí, comenzó a mirar aquello que Gaudí miraba, a partir de allí todo en su vida cambió.
A nosotros no nos queda más que agradecerle al maestro Sotoo por introducirnos de manera sencilla y cordial en este camino de la mirada.
Centro Cultural Charles Péguy, Buenos Aires
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