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Huellas N.06, Junio 2019

PRIMER PLANO

Uganda. Cuando el tiempo es amigo

D. Perillo, A. Stoppa, P. Perego y P. Ronconi

«Releer la propia historia y descubrirse “preferidos". Es lo primero que me llevo a casa después de los Ejercicios. A los 49 años...». Y después de diecinueve viviendo en Uganda con su mujer, Manolita, y cinco hijos, cuenta el empresario Stefano Antoneti. «Nos fuimos de Varese recién casados, en el año 2000». No por un “ímpetu misionero", subraya. «Mi mujer estuvo en África con su familia y tenía el deseo de revivir aquella experiencia de belleza que había vivido. Trabajar para AVSI en África era una posibilidad, una circunstancia que se nos presentó. Lo que habíamos encontrado en el movimiento, ¿también se podía dar allí? Decir “sí" era la manera de verificarlo». Nunca pensó que sería para toda la vida. En cambio. «Cuando llegó la pregunta de Carrón antes de los Ejercicios, “¿hay algo que resista el embate del tiempo?", ¿cómo no iba a mirar lo que nos había sucedido desde entonces?», explica Manolita, que todavía lleva en el corazón lo que escuchó en diferido desde Rímini. «Carrón nos ha vuelto a poner a trabajar para redescubrir la novedad que nos ha cautivado y que domina nuestra vida, el acontecimiento de Cristo ahora. Entonces miras atrás y te das cuenta de hasta qué punto has sido, mejor dicho, eres preferido cada día».
«Era el año 2013. La fatiga que con el tiempo había empezado a abrirse paso en nuestras vidas se había hecho insoportable». Con los años, las relaciones con los amigos del movimiento en Uganda se habían vuelto áridas, los hijos crecían, con sus exigencias. Las fatigas que cualquiera puede vivir en su día a día. Era como un “tedio" creciente. «Con el paso del tiempo también surgió una cierta presunción, casi como si la decisión de Uganda hubiera sido una línea de meta.», cuenta Stefano. «Como si marcharnos hubiera sido una iniciativa nuestra y no la adhesión al camino que Jesús había elegido para nosotros. Cuando sucede esto, si la realidad se complica, te dices a ti mismo que “te es dada", pero como algo que añades tú. Intentas digerirlo, pero se te atraganta».

Después de trece años «empezamos a movernos para volver a Italia», cuenta Manolita. Compraron una casa en Varese, matricularon a sus hijos en una escuela de la ciudad. «Intentábamos poner en su sitio todas las piezas de nuestra vida. Pero no conseguíamos encontrar trabajo». Las cuentas no cuadraban y empezaron a hablar con muchos amigos. «Uno de ellos nos preguntó qué era lo que deseábamos de verdad. Fue como si Jesús me preguntara: “¿qué buscas?"». En el fondo, es el mismo desafío del reconocimiento del que hablaban en Rímini y al mirarlo hoy, después de los Ejercicios, se comprende aún mejor. «El problema no era poner la vida en su sitio sino profundizar en la relación con ese Misterio que nos había cautivado años atrás y que ahora volvía a llamar a nuestra puerta». Relanzando el desafío. «A los pocos meses me llegó una oferta de trabajo desde Uganda», recuerda Stefano. «Nos llenó de gratitud poder volver a empezar a vivir mirando con ojos nuevos lo que queríamos dejar».

No había cambiado nada aparentemente en Kampala. «Las personas eran las mismas que antes, las dificultades también. Habíamos cambiado nosotros: la cuestión era esa petición, esa necesidad verdadera que llevábamos dentro». Las relaciones que se habían vuelto áridas han vuelto a florecer, y han nacido otras nuevas. Manolita sigue trabajando para AVSI, con la adopción a distancia, pero con nuevas responsabilidades. «Me sentía inadecuada. Por mi carácter, me da miedo no estar a la altura. ¿Pero dónde está mi consistencia? En el trabajo me tocaba comunicar la belleza de la obra de AVSI con los niños de los slum. Hasta que me di cuenta de que la tenía delante de mis ojos, yo misma la es-taba viviendo, no tenía que inventar nada. Era para mí».
«Esta vez no hemos “llegado" con la decisión de quedarnos, pero es como si hubiéramos empezado un camino», añade Stefano. Esa perspectiva continua, ese parangón constante «con mi necesidad» todavía choca con la educación de los hijos que crecen, con el trabajo que no sale, con uno al que ayudas, con los que enseñas a trabajar y luego la lían con los clientes. «Pero lo afrontas de otra manera, eres creativo, cambias la línea de negocio. Te enfadas, pero los quieres. Empiezas a ver en todo algo bueno para ti». Incluso la muerte de uno de sus mejores amigos, el año pasado. «La cuestión es entender qué estás pidiendo», continúa Stefano. «Una noche, después del enésimo día complicado, antes de entrar en casa me dije: “No, al menos por esta noche hagamos como que todo es hermoso, hagámonos reír". ¿Pero era una ficción o verdaderamente había algo de lo que partir? Aquellos rostros no eran una ficción. Estaban, “dados". La realidad es enemiga cuando es una idea tuya. Como cuando hace años me enfadé con el movimiento. “Yo sigo, ¿pero por qué me molestas? ¿Por qué me canso?". Si la realidad no es para ti, el tiempo te mata».
Volver a mirar la propia vida así es recuperarla. «Sentirse preferidos, amados por una Presencia que vuelve a suceder y regenera mi yo», añade Manolita. «Es un trabajo que vuelve a empezar todos los días, y te hace ser verdaderamente protagonista de tu vida».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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