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Huellas N.06, Junio 2019

PRIMER PLANO

Italia. Hechos que no pasan

D. Perillo, A. Stoppa, P. Perego y P. Ronconi

Elia suele decir a los jóvenes con los que se encuentra que la verdad es como una pieza musical, concretamente esa que escuchaste con la persona de la que estás enamorado: cada vez que la oigas, ese rostro acudirá a tu mente. «La verdad es así, siempre nos alcanza dentro de la concreción de una relación. Si no, es abstracción, teoría, aire. Entonces, si uno está en tensión por que se aclare la verdad de la vida, volver a descubrirla irá siempre ligado a un encuentro, un hecho, una cara. A la realidad». Sacerdote de 31 años, Elia Carrai es florentino, pero vive en Roma. Siempre le impactó cómo don Giussani, incluso a una edad avanzada, volvía sobre hechos de su juventud. «Me preguntaba cómo los acontecimientos de su vida le podían acompañar tanto». Hoy experimenta en el camino del movimiento esa misma posibilidad: que lo que sucede no se desvanezca, no quede confinado a un momento, sino que pueda «durar, atravesar el tiempo, seguir cambiándonos», como decía Julián Carrón en los Ejercicios de la Fraternidad, unos días que para él han abierto aún más «el valor de los hechos que me suceden y que no “pasan". No solo los que me suceden a mí, sino también a otros, y de los que soy testigo».
Un amigo, un joven médico, le contó «algo muy bonito» que le pasó en el trabajo. «Mi jefe me pidió que fuera expeditivo con una paciente con la que no había nada que hacer. Yo no estaba convencido y empecé una terapia, al menos para aliviar su dolor. La mujer estaba muy agradecida; y también mi jefe cuando se enteró». Al escucharlo, Elia se quedó asombrado y le preguntó por qué no había hecho lo que le había mandado su jefe. «Porque no me correspondía tratar así a esa mujer». ¿Pero por qué? «¡Porque a mí no me miran así!».
«En mi amigo», cuenta Elia, «había sucedido una novedad. Su gesto no estaba dominado por la mentalidad de todos -el descarte-, sino por un afecto que solo es de Cristo. Su decisión nacía de Cristo contemporáneo: a él, a esa mujer que se sintió querida, a su jefe. El gran riesgo que corremos es quedarnos en la superficie de los hechos, contentarnos con generalidades, diciendo “qué bonito" pero perdiéndonos el alcance que pueden tener. En esa habitación de hospital, Cristo se hizo presente mediante ese amigo mío».

Si nos quedamos en la apariencia, la vida no “engancha" el fondo de la cuestión, el fondo de uno mismo. «Las cosas suceden y no aclaran nada de mi necesidad ni de lo que puede responder a ella». Por eso está tan agradecido a los Ejercicios, «porque existe un hombre como Julián, que no tiene miedo a la pregunta: ¿hay algo que resista el embate del tiempo? Esos días estuve “bajo" la mirada de alguien que se preocupa por mi humanidad de un modo más verdadero que yo». Ha sido liberador oír hablar de la fidelidad pero no en términos éticos, «una preocupación que me lleva a encerrarme en propios límites. En cambio, la fidelidad es de Dios hacia mi vida. Hay un camino que puedo retomar todos los días, sin escandalizarme, porque ningún error puede impedir la posibilidad de que yo vuelva a darme cuenta de que Él está».
Volvió a casa con más ganas de vivir, de afrontar el doctorado, la preparación de una peregrinación, todo lo que tiene que hacer. A veces le despierta una humanidad que le sorprende y le da envidia. «Otras veces, una humanidad herida, que mendiga de mí la mirada de Jesús y la hace emerger de nuevo». Su amigo Alex vive en la calle, justo debajo de su casa. «Salgo del portal invadido por mis ideas y mis estados de ánimo, y verlo me cambia. La otra mañana solo nos miramos y sonreímos, pero inmediatamente su drama me hizo decir: ¿quién soy yo?, ¿qué espero de esta jornada?». Con el tiempo se han hecho amigos. Un día, Elia tuvo problemas por ayudarle. Alex no dejaba de preguntar: «¿Por qué lo haces?». «Su pregunta se me instaló dentro. Me hizo darme cuenta de que, si hubiera partido de la idea que tengo de mí mismo, de lo que sé hacer, nunca me habría implicado con él de esa manera. A veces me llena de estupor el hecho de vivir de una manera que sería imposible por mí mismo». Por una vida que continuamente es llevada más allá de la medida de las propias capacidades. «Lo que “resiste" no lo debo poner yo con un esfuerzo mío. Resiste porque ya existe. Lo que yo tengo que hacer es darme cuenta». Como decían en los Ejercicios, muchas veces pensamos que lo que sucede es consecuencia de un hecho que pasó hace dos mil años, mientras que la cuestión es reconocer que estas cosas suceden porque Él está presente. «Esta es la clave de bóveda para darme cuenta de que la relación con Cristo no es humo, es real. A nosotros nos pasan cosas increíbles, y nos afanamos mucho, pero no acabamos siendo más libres, más felices, con una conciencia más viva de quién responde a nuestro drama. Mientras que la fe es una vida que no podemos producir: una relación nueva con las cosas, solo posible porque Cristo está presente».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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