Queridísimos amigos,
El padre Tiboni nos ha testimoniado qué es la fe: el reconocimiento amoroso de una Presencia y la pasión por comunicarla a todos. Esta ha sido su verdadera grandeza, y todas las obras preciosas que ha llevado a cabo son fruto de esto. Como le escribió don Giussani en el año 2000: «Tu existencia es un testimonio conmovedor de ese anhelo de que Cristo sea conocido por cada hombre, un anhelo vivido en cada circunstancia como abandono y obediencia que renueva aquel “sí” de María al que nos has enseñado a consagrarnos en cada momento de la vida. Los frutos milagrosos que han marcado y marcan la historia del movimiento en África pasan por tu paternidad humilde».
Desde que conoció a don Giussani en 1971 –muchos de vosotros no habíais nacido aún–, su vida se vio conquistada por Cristo. Aquel fue su «primer amor», que le hizo ser todavía más consciente de su vocación misionera, descubierta en la gran familia comboniana. Recordaba con frecuencia la visita de don Giussani a Kitgum, donde revivió la experiencia de Juan y Andrés en el Jordán. «Ese encuentro en el que don Giussani me miró, en el que yo le miré, fue el comienzo de nuestra historia», escribía en 2007, dos años después de la muerte de don Giussani, asombrado y agradecido porque volvía a suceder ante sus ojos esa misma mirada en la vida del movimiento.
Nada pudo separarle de aquel primer amor. La guerra, las dificultades o la enfermedad no le impidieron permanecer apegado al fundamento de su esperanza: «La victoria sobre el mundo es nuestra fe» (1Jn 5,4).
El padre Tiboni vivió la fe ante el mundo anticipando en algunas décadas la invitación del papa Francisco a vivir una «Iglesia en salida», a salir al encuentro de la gente en las periferias de lo humano. Al compartir las necesidades de los más pobres, él mismo se hizo pobre, es decir, consciente de «lo que de verdad tenemos en el corazón: la necesidad de Él».
Os deseo que podáis revivir la experiencia del padre Tiboni, manteniendo viva su memoria: «Volver a los orígenes no quiere decir replegarse sobre el pasado, sino que es fuerza para un inicio valiente que se dirige al mañana», nos ha escrito el Papa.
Por eso pido a la Virgen que haga fecundo el sacrificio del padre Tiboni en la vida de cada uno de vosotros, para que seáis cada vez más conscientes del alcance del carisma de don Giussani en la vida de la Iglesia y del mundo, con el fin de comunicarlo a todos a través de la alegría de vuestros rostros y la belleza de vuestra unidad. «Mi corazón se alegra porque tú, oh Cristo, vives».
Con todo el afecto de mi corazón,
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