Nosotros, como todos los hombres postmodernos, estamos ante una encrucijada. La ha definido con precisión el Cardenal Angelo Scola en el acto central de la edición 2014 del EncuentroMadrid. Perplejos y confusos ante un entorno complicado, tenemos que responder a una pregunta decisiva. ¿Somos un experimento del que somos también los artífices o, por el contrario, nuestra verdadera fisonomía está perfilada por nuestra relación con la realidad, con los otros o con el Misterio que hace todas las cosas?
Puede parecer paradójico subrayar este interrogante cuando este año el EncuentroMadrid ha tenido como lema “Buenas razones para la vida en común”. Nada más pertinente, sin embargo, que hacer experiencia de nuestro auténtico yo para construir la ciudad de todos. En España, afortunadamente, en las últimas semanas se ha hecho un llamamiento para recuperar la concordia de la transición. Y eso está muy bien. Pero la estima por el otro solo puede fundarse en un sólido juicio que arrastre el corazón. Necesitamos al otro para descubrir quiénes somos, para que el ejercicio de la libertad no nos conduzca a un individualismo suicida.
Estos días hemos visto cómo ello ha sucedido ante nuestros ojos. Durante cuatro jornadas hemos tenido ocasión de encontrarnos con políticos, intelectuales, protagonistas de la escena internacional, jóvenes que hasta hace muy poco consideraban perdida su vida, músicos, cocineros famosos y un largo etcétera de personas con apasionantes historias. Hemos visto cómo cuando se parte de las exigencias y de los deseos más profundos, cuando se habla con verdad, el otro se despliega con toda su riqueza y uno mismo comprende la apasionante promesa y fecundidad, a menudo descuidada, que tiene dentro.
Hemos tenido la ocasión de constatar que aquellos que hemos sido alcanzados por el acontecimiento cristiano recorremos el mismo camino que todos. Por eso se nos ha hecho evidente que la mejor categoría para construir la ciudad común es el testimonio. La escucha y la narración franca de lo que nos ha sucedido. El testimonio, cuando no es reducido a ética y se convierte en conciencia y remisión a la verdad, es el factor más determinante para la vida social. Se edifica, en compañía de todos, a partir de ese punto.
Se hace posible de este modo, para sorpresa de todos, una presencia original, que se expresa en una capacidad de juicio nuevo sobre la realidad, en gratuidad y en acogida. Nuestros cientos de voluntarios nos han vuelto a enseñar que la gratuidad es una categoría histórica, incluso económica. Hemos mirado juntos los retos que tienen por delante Europa y España. Necesitamos más Europa para no dejarnos llevar por el nacionalismo. Pero Europa no puede ser una instancia que progresa a base de impulsos ideológicos, legislando contra las evidencias elementales. Hemos asistido a un diálogo fecundo entre españoles de muy diversas posiciones. Algo casi inaudito y que ha sido posible porque se ha puesto en juego una humanidad común. Este es el método. Método que puede ser alentado por una educación que ponga en primer plano las preguntas por el sentido de la vida, a las que nadie se puede sustraer.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón