«Impresionante. Un continente se ha movido siguiendo a Francisco», Stefano Maria Paci, vaticanista de los informativos de la televisión italiana, acaba de volver de América Latina y todavía tiene grabada la imagen de miles de personas escuchando al Pontífice en su viaje por Ecuador, Bolivia y Paraguay del 5 al 13 de julio. «Hombres, mujeres, niños, incluso con un largo viaje a sus espaldas, esperaban durante horas para verlo pasar aunque solo fuera un momento. Querían saludarle».
¿Qué es lo que más le ha llamado la atención?
Ha sido un viaje muy importante. Me disgusta que la prensa occidental no lo haya destacado lo suficiente. En sus veintidós discursos hay cosas clamorosas, dignas de una primera página. Ha dicho que hay una economía degradante, que mata. Un sistema mundial que va cambiando a marchas forzadas, sin esperar a nadie. La tierra, la casa, el trabajo, son un derecho. Es más, para el cristianismo son un mandamiento, una obligación moral para todos. Ha usado palabras muy fuertes, duras.
¿En qué sentido?
En el sentido de su claridad. Pienso concretamente en el discurso a los movimientos populares en Bolivia. Ese texto, largo y articulado, es prácticamente una encíclica social en la que Francisco indica a la Iglesia un camino por hacer. En el avión, en el viaje de vuelta con los periodistas, subrayó que él no ha inventado nada, que ya está todo escrito en la Doctrina social de la Iglesia. Esta claridad es lo que me ha llamado la atención. Y luego su preocupación por que los plazos son breves, que el mundo corre el riesgo de caer en una catástrofe. Ha animado a luchar.
¿Qué quiere decir?
Obviamente, no en el sentido de tomar las armas. En Paraguay ha dicho que los hebreos adoraban el becerro de oro y hoy los hombres tienen otro ídolo, el dinero. La economía mundial está sometida a este ídolo sin rostro, «el estiércol del diablo», así lo ha definido. Por eso hay que luchar, cambiar. El Papa Francisco es la única gran autoridad moral del mundo que está defendiendo a los más débiles y que está pidiendo a la iglesia que le siga. Y con urgencia. Pero no solo se ha dirigido a la Iglesia. Ha hablado a todos: a los líderes de los movimientos populares, a los parlamentarios, a los industriales, a los poderosos. Ha dicho que el cristianismo es para el hombre.
Sobre el tema de la defensa de los débiles y los pobres, hay quien dice que a veces se ha equivocado exaltando demasiado la dimensión social.
Nada más erróneo. Los pobres son el corazón de Cristo. En el avión dijo que es fácil manipular algunas de sus frases sacándolas de contexto. Ha insistido en que él no hace otra cosa que repetir las palabras de Cristo: los hombres están en el corazón de la Iglesia. No en vano quiso ir a las chabolas y, fuera de programa, visitar la casa de enfermos terminales del padre Aldo Trento en Asunción. Es como si le dijera a la Iglesia: hay que ir por este camino. Y como si le dijera al mundo: empezad a cambiar.
Otro tema importante de este viaje ha sido la familia.
Francisco ha afirmado que en ningún viaje ha visto tantos niños y familias esperándole en las calles. Ha puesto en guardia ante el riesgo inminente de plegarse a ideologías que vienen de fuera. Ya lo ha explicado en otras ocasiones. Hay entes internacionales que donan fondos solo si los estados aceptan ciertas imposiciones y reglas sobre políticas familiares. Hay una estrategia mundial sobre este tema y América Latina es uno de los lugares donde se trata de forzar la concepción popular de la familia, donde sectas e ideologías externas intentan insinuarse.
Por motivos de trabajo usted ha esperado la llegada del Papa entre el pueblo latinoamericano, ¿qué le ha sorprendido?
Sobre todo que la gente estaba contenta y conmovida. Alguno me dijo: «Está mostrando a la nación que el catolicismo existe, cuando muchos afirman que está derrotado». Llega él y el cristianismo vuelve a florecer. En este sentido, no solo ha animado al pueblo sino que también ha dado a la Iglesia local una línea que seguir.
¿Puede poner un ejemplo?
En Ecuador hay problemas entre la Conferencia Episcopal y el presidente sobre ciertas cuestiones morales. Francisco ha hecho de mediador. Es inútil levantar un muro contra otro muro, fosilizándose en batallas de bandos enfrentados. Hay que partir del presupuesto de que un presidente lleva en su corazón el bien del país. Ese es el realismo de la Iglesia.
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