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«Esperamos el mayor desafío»

Francesca Mortaro
23/03/2012

Los prejuicios, las preguntas de los ateos y la indiferencia de muchos. La comunidad de CL testimonia cómo espera a Benedicto XVI. Desde el manifiesto hasta un encuentro en la universidad, para «ser más conscientes de lo que va a suceder »

Comienza el viaje de Benedicto XVI por Centroamérica. Primero México, uno de los países más católicos del mundo, según las cifras: el porcentaje de los que se declaran católicos, si bien se ha reducido en la última década, sigue superando el 80%. Aquí el Santo Padre se encontrará con un pueblo que sufre. Un pueblo pobre (el 46,2% de los mexicanos, es decir, 52 millones de personas, vive bajo el umbral de la pobreza) y golpeado por el narcotráfico, una verdadera guerra que en los últimos seis años se ha cobrado cincuenta mil víctimas. Así está México en su año electoral. La presión de los cárteles de la droga tiene un enorme peso político en las elecciones de julio, de las que saldrá el próximo presidente y el nuevo Congreso. Pero además los grandes cárteles influyen en la economía y en las empresas. Y sobre todo influyen en la mentalidad cultural: los niños crecen con el mito de los narcos.

El Papa visita a un pueblo herido. Un pueblo donde algunos aún no tienen noticia de la visita papal: las comunicaciones son muy difíciles, sobre todo en los pueblos más alejados de las grandes ciudades. Pero ésta no es la única razón. «Aunque la mayoría es católica, aquí los prejuicios contra la Iglesia están muy extendidos», dice Luis Javier Rosales Camarillo, estudiante de Sociología en la Universidad Nacional de Ciudad de México.
La semana pasada, el Senado de la República aprobó algunas modificaciones del artículo 24 de la Constitución, ampliando la libertad religiosa. «Estamos asistiendo a un debate muy caliente. Los medios, y no sólo ellos, ven negativamente la visita del Papa», continúa Javier: «Dicen que viene para apoyar la ley. Temen que sea una amenaza para la laicidad del Estado».

En medio de toda esta polémica, algunos amigos de la comunidad de Comunión y Liberación de México han escrito un manifiesto titulado con una pregunta: ¿a qué viene el Papa? «Hemos querido, sobre todo, provocarnos a nosotros mismos», explica Giampiero Aquila, director del instituto Lumen Gentium en Ciudad de México: «Nos hemos dado cuenta de que la conciencia de lo que va a suceder es débil, tanto en nosotros como en los demás. Por eso hemos propuesto el documento y lo hemos repartido a la puerta de las iglesias. Han sido días llenos de espera y expectativa. Para mí, que el Papa venga a visitarnos significa aceptar el desafío que nos lanza cotidianamente: su misma persona es el mayor desafío porque él es el Vicario de Cristo en la tierra. Espero ponerme en relación y a la escucha, con la objetividad del signo que ese hombre es para mí y para el mundo entero». O, como explica Javier: «Yo no sabría dar una explicación “teológica”, pero sé con certeza que el Papa viene para testimoniar, a los católicos y a los no católicos, su fe abierta al diálogo con todos. Una fe que no pierde su origen y que sigue siendo ella misma».

En la Universidad Nacional de Ciudad de México, los estudiantes de CL son apenas una quincena. «Nuestro ateneo es un campo de batalla», cuenta Javier. «Yo soy creyente y estimo al Papa: quiero decirles a todos que viene. Los de mi clase no saben nada de él ni del cristianismo. Yo tengo que decírselo para que no se pierdan esta gran ocasión». Por eso, justo una semana antes de la llegada del Santo Padre, Javier y sus amigos invitaron a sus compañeros a confrontarse a partir de esta pregunta: “¿Está viva la religión?”. En la cátedra, el profesor Jorge Adame Goddard, investigador del Instituto de Investigación Jurídica de la Universidad Nacional Autónoma de México, y la profesora Diana Luis, docente en la facultad de Química de la misma universidad. Goddard hablaba de la necesidad que tiene México de una ley como la que se acaba de aprobar en el Senado y de cómo Benedicto XVI se esfuerza por testimoniar a todos las razones de la fe y la conveniencia de ser cristianos.
Al final del encuentro, en el espacio dedicado a las preguntas, interviene Carlos: «Yo soy ateo. ¿Por qué la visita del Papa puede ser útil para todos, incluso para los que no creemos?». La pregunta sigue abierta. Y busca respuesta ante la presencia misma del Papa.

Pero ya en la espera algo se mueve. Como le sucedió a Javier. Al día siguiente del encuentro se le acerca Andrés, un compañero suyo, no creyente, que había ido por su amistad con él, y le dice: «No debéis dar razones de la fe. Este no es el lugar adecuado, aquí se habla de cuestiones científicas e intelectuales, no de religión». Javier se quedó impresionado por esta afirmación, pero gracias a la conversación con él ha descubierto de dónde nace su pasión por la universidad. «Si yo soy así, es gracias a la fe. Gracias al encuentro con el cristianismo, estoy aquí con gusto y puedo vivir el estudio como una aventura fascinante». Es por esto que la visita del Papa tiene que ver con todo, no está “fuera de lugar”, y mucho menos en la universidad. «Quiero escuchar a Benedicto XVI», termina Javier, «para entender aún más las razones de mi ser católico en un país que se ha olvidado de Cristo y que le quiere dejar fuera de todos los ámbitos».

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