Se han colocado en el centro de la capital para repartir el manifiesto sobre la visita del Papa: «al repartirlo, éramos los primeros en despertar de la somnolencia de nuestro corazón»
Es el centro de la capital de México, miles de personas a diario se cruzan sin conocerse, quizá sin esperar nada de lo ya programado: visitar un museo, comprar algo en los escaparates, o incluso ir a misa en la catedral. El bullicio, los plantones de diversas agrupaciones de protesta política y los indigentes con mano extendida es lo común, lo normal, lo esperado.
Ahí, en lo cotidiano sucede… A las diez de la mañana, cientos de manifiestos en las mochilas, nos distribuimos en las cuatro salidas del metro del Zócalo, otros en medio de la plaza y en las esquinas de las calles. Ninguno que recibía el manifiesto del Papa se lo esperaba. En el centro de la ciudad más grande del mundo puedes adquirir todo, y ¿por qué no también la noticia de la visita papal! En efecto, a poco menos de un mes de tal acontecimiento, un porcentaje muy alto de la gente no sabía la noticia o era indiferente. Hoy cuando las redes sociales y los medios de comunicación nos invaden, ni para bien, ni para mal, se habla del tema. El silencio del anuncio desvanecía el deseo y el interés, sobre todo por nuestro propio yo.
También nosotros estábamos a merced de tal silencio, la indiferencia hacía estragos en el corazón, hasta que un grupo de amigos se reunió para ayudarse a entender la importancia del evento, dando lugar al juicio que lazó el movimiento públicamente para todos: ¿A qué viene el Papa a México?
El título predisponía, pero dejaba entrever en un segundo momento la disposición del corazón para quien lo recibía. No se sabía si el contenido era a favor o encontra, lo cierto es que de “izquierda” de “derecha”, protestantes, testigos de Jehová, brujos que hacen limpias en el Zócalo, agnósticos… y católicos lo recibieron.
El anuncio cristiano es para todos y nosotros al anunciarlo también nos convertíamos. Estábamos conmovidos, éramos los primeros que al distribuirlo nos “despertábamos del sueño…” de la somnolencia de nuestro corazón… “Tenía claro que lo que allí pasaba era para mí; de hecho fue ésta mi petición: que este gesto me ayudara a entender más la visita del Papa para mi vida…”, “me he dado cuenta de que si este acontecimiento no es algo para mí, todo lo que yo pueda pensar y hacer no me ayuda de verdad. Aunque haga muchas cosas para promoverlo, me daba cuenta de que si yo quedaba fuera, todo el activismo del mundo era sólo una distracción”.
Estos son ahora nuestros testimonios, quien se implicó descubre un corazón en espera, atento y agradecido por la presencia del Papa Benedicto XVI en suelo mexicano. Así lo testimonia también la comunidad de Puebla: la presencia del Papa en México comenzó a volverse algo importante: implicar nuestra libertad nos ayudó a descubrir que estamos, como dice Julián Carrón, en “el surco del testimonio del Papa”.
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