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El Papa “de ciencias” que nos desafía a todos

Luca Fiore
02/07/2015
Padre Thomas Reese.
Padre Thomas Reese.

«Lo que me ha llamado la atención es la fuerza con que la encíclica afirma que la actual crisis ambiental no solo tiene que ver con la política y la economía, sino que sobre todo es un problema moral. Francisco muestra cómo los problemas del medio ambiente tienen un impacto real en la vida de millones de personas». Después de leer la Laudato Si’, el padre Thomas Reese parece estar dominado por la sorpresa. Jesuita, periodista del National Catholic Reporter, en el pasado dirigió la revista America y es uno de los analistas católicos más famosos en Estados Unidos. «Es muy interesante el método», continúa Reese: «El Papa parte de hechos, no de principios filosóficos o teológicos. El documento empieza mostrando lo que hoy sabemos sobre el impacto de la actividad humana en la Tierra. A partir de aquello sobre lo que la comunidad científica ha alcanzado un consenso, él nos plantea la pregunta sobre qué tipo de Tierra queremos entregar a nuestros hijos».

Francisco no es el primer Papa que habla de estos problemas. ¿Qué hay de nuevo en su pensamiento?
Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI: todos hablaron del respeto al medio ambiente. Pero lo hicieron con discursos breves, declaraciones y en algún párrafo dentro de documentos más amplios. Aquí Francisco se compromete entregándonos un documento con la autoridad propia de una encíclica. Trata el tema de un modo mucho más detallado, considerando todos los aspectos del problema, desde los modelos económicos hasta las consecuencias éticas y morales. Es la diferencia que existe entre escribir un artículo periodístico y publicar un libro.

En el pasado la Iglesia parecía más prudente a la hora de avalar ciertas teorías científicas. ¿Qué ha cambiado?
Hay que decir que nunca había pasado que tuviéramos un Papa que tiene a sus espaldas una formación científica. Antes de entrar en el seminario, Bergoglio estudió Química y trabajó como químico. Es un Papa que se siente a gusto con el método científico. Además, sobre el problema más discutido, el del cambio climático, la comunidad científica es ahora más compacta que hace unos años. Cada vez es más claro que el cambio climático será uno de los problemas morales más importantes con los que nos enfrentaremos en el siglo XXI. Creo que el Papa se ha sentido obligado a expresarse sobre esta cuestión. Tampoco hay que infravalorar que Francisco es un hombre del sur del mundo y, como tal, ya ha podido ver con sus propios ojos el impacto del cambio climático. En los países desarrollados vemos menos estos problemas: nosotros exportamos contaminación, ellos la importan. Nosotros tenemos una legislación más rígida y nuestras industrias tienden a desplazar la producción y la consiguiente contaminación a países en vías de desarrollo.

Pero la encíclica no se limita a discutir sobre calentamiento global…
Cierto, y es importante que quede claro que no es un documento sobre calentamiento climático. La encíclica habla de biodiversidad, contaminación de las aguas, desertificación… Es un auténtico desafío porque dice: debemos actuar rápido, ya no se ignoran las alarmas.

Pero resulta extraño que sobre ciertas cuestiones entre de forma tan específica.
Sí, el Papa llega a pronunciar recomendaciones muy circunstanciales. También hay que ser conscientes de que el Papa sobre ciertas cuestiones sabe que no tiene todas las respuestas. Por ejemplo: critica el sistema de créditos y de emisión de anhídrido carbónico porque es fuente de especulación. Yo estoy de acuerdo con lo que dice, pero estoy bastante seguro de que si hubiera alguien que argumentara de forma razonable sobre un uso inteligente de este sistema de créditos, Francisco cambiaría de idea. Él pone sobre la mesa algunas cuestiones para que se abra un debate entre los expertos en busca de soluciones mejores.

Francisco propone también un enfoque teológico. ¿Cuál es el núcleo de su magisterio en este sentido?
El punto de partida es el Génesis: Dios creó el universo y la Tierra. Son un don de Dios al hombre. Un don que nos hace a todos y que todos compartimos. Tenemos la responsabilidad de cuidarlo. El hombre no tiene el dominio absoluto sobre la Tierra y no puede hacer lo que quiera. Nosotros estamos llamados a ser custodios, no dominadores. El segundo aspecto es más sutil: la Tierra es uno de los modos como Dios se revela a nosotros, el universo es revelador, nos habla de Dios. La Iglesia siempre ha dicho que nosotros conocemos a Dios mediante la revelación y la creación. La creación tiene un valor intrínseco, independiente del género humano. Es como un icono de Dios y cuando la tratamos mal cometemos una suerte de sacrilegio. La naturaleza forma parte del proyecto de Dios, si nosotros dañamos lo creado nos ponemos en contra del designio de Dios.

Francisco cita muchos documentos publicados por Conferencias episcopales de todo el mundo. Nunca había sido así, ¿me equivoco?
Es un aspecto fascinante. En el pasado, los Papas tendían a citar casi siempre solo a sí mismos o a sus antecesores. Este Papa parece tomar muy en serio la idea de colegialidad. Comprende que puede aprender de otros, de asambleas episcopales que ya han reflexionado sobre estos temas. Francisco no se presenta como el hombre de las respuestas. Él hace una invitación a un diálogo entre obispos, científicos, políticos, ecologistas. La premisa es que las buenas ideas también pueden venir de fuera de Roma.

¿Qué consecuencias tendrá este documento en el debate sobre los problemas medioambientales?
Tendrá un impacto muy importante. La gente no cambiará de estilo de vida porque alguien le cuente las desventuras de los osos polares. Si hay algo que hemos aprendido de la historia es que la religión puede motivar a las personas a hacer cosas extraordinarias. Para que el movimiento ecologista tenga éxito, hace falta que la gente se convenza de hacer grandes sacrificios, no solo a nivel individual sino también a nivel comunitario. Según el Papa, son los paradigmas económicos los que deben cambiar. El movimiento ecologista necesita creyentes que actúen movidos por su credo religioso. Hombres convencidos de que el mundo es un don de Dios, que debe ser preservado para las generaciones futuras. La encíclica también es una invitación a los demás líderes religiosos. El Patriarca de Constantinopla, citado en el texto, y el Dalai Lama ya se han expresado sobre la crisis ambiental. En los Estados Unidos ha habido 300 rabinos que han firmado un llamamiento sobre estos temas y citan el documento papal.

Pero la Iglesia y el movimiento ecologista nunca han tenido muy buenas relaciones. Sobre muchos temas aún hay divergencias.
Los ecologistas dan saltos de alegría al leer esta encíclica. Están contentísimos porque el Papa se haya implicado en los temas que les preocupan. Sí, es cierto, en el pasado los ecologistas entraron en conflicto con la Iglesia porque se mostraban convencidos de que la causa de la degradación ambiental era la superpoblación y defendían políticas de control de la natalidad. Pero creo que hoy reconocen que ese no era el verdadero problema y que acusar a la superpoblación significa echar la culpa a los pobres que viven en el sur del mundo por los problemas que, en realidad, son producto del mundo desarrollado. Creo que la polémica sobre el control de la natalidad no se resolverá, pero el mundo ecologista no podrá permitirse promover batallas contra la Iglesia católica. Ahora saben que la Iglesia puede ser un aliado. Dirán: de acuerdo, divergimos sobre ciertos temas, pero podemos trabajar juntos para responder a los problemas del medio ambiente.

Hay quien acusa al Papa de ser “de izquierdas”…
Hay una especie de mito, sobre todo en EE.UU, según el cual los conservadores tienden a apoyar a la Iglesia católica. Esto es porque los conservadores son contrarios al aborto, contrarios a los matrimonios gay y favorables a la defensa de la libertad religiosa. Por otra parte, nunca han hecho suya la Doctrina social de la Iglesia: los temas de justicia, la atención a los pobres, los derechos de los trabajadores, la paz. Sobre estos temas los Papas han hablado con gran claridad ya desde los tiempos de la Rerum Novarum de León XIII. Pero los conservadores aquí parecen sordos. Por ejemplo: Benedicto XVI, al que etiquetaron precipitadamente de conservador, pidió con claridad un mayor papel de los gobiernos en la regulación de la economía. Se atrevió a decir que los gobiernos deben comprometerse en la redistribución de las riquezas. En Estados Unidos, una cosa así no osaría decirla ni el demócrata más de izquierdas.

¿Entonces?
Tengo curiosidad por ver las reacciones al discurso que el Papa Francisco dará en septiembre en el Congreso americano. ¿Qué harán los republicanos cuando Francisco diga que hay que hacerse cargo de los pobres, acoger a los inmigrantes y proteger el medio ambiente? ¿Y los demócratas cuando diga que hay que proteger la vida desde su concepción, que los niños necesitan una madre y un padre? La verdad es que el Papa no se alinea políticamente, pero con su magisterio nos desafía a todos.

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