Cuando en mi juventud acompañé por primera vez a la guitarra a Claudio Chieffo, me impresionó la vehemencia de su voz y su capacidad para arrastrar consigo a toda la gente que tenía delante. Y la fuerza de sus palabras: «¡Qué hermoso es el camino para quien lo recorre… cuán grande es Dios, cuán grande es nuestra vida!». Pocas canciones, entre las tantas que yo escuchaba ya entonces, eran tan verdaderas, llegaban a tocar lo más íntimo.
Una fe así solo podía venir de un encuentro -el que tuvo con don Giussani y don Francesco Ricci, origen de todo- y de una continua relación con sus “guías espirituales”, los monjes de la Cascinazza, las trapenses de Vitorchiano, que permitió el nacimiento de canciones que se han difundido por todo el mundo y que se cantan en miles de iglesias, por miles de personas, animando liturgias, ilustrando catequesis, marcando pasos importantes en la vida de miles de personas. Y muchas otras que han acompañado momentos de encuentro, testimonios, como muchas de mis tardes de verano desde que cumplí los 14 años, queriendo aprenderlas e intentando penetrar en la concreción de esas historias y preciosas melodías inspiradas por una fe enorme.
Cuando años más tarde Claudio me pidió, justo a mí -que no figuraba entre los músicos con los que él colaboraba habitualmente en sus producciones-, que le acompañara en una velada en el Meeting de Rímini, fue como reencontrarme con un hermano mayor. Y de nuevo en el Meeting celebramos este año el décimo aniversario de su desaparición, por decirlo de alguna manera porque, si bien Claudio ya no está entre nosotros físicamente, su arte permanece y se nos devuelve a manos llenas, sosteniendo y acompañando los pasos del pueblo en el que nació. Su fe sencilla y central, las relaciones fundamentales de su vida -a las que podemos sumar la del Papa Juan Pablo II, ante quien cantó hasta en trece ocasiones- han dado frutos que aún siguen vivos. A los familiares que rodeaban su lecho les dijo poco antes de dejarlos que todo lo que podía decirles ya lo había dicho en sus canciones. Y así será recordado Claudio.
Empecemos por la exposición “A todos hablo de ti – Viaje con Claudio Chieffo”. A través de palabras, imágenes, páginas de cuadernos, textos autógrafos y testimonios en audio y video, podemos acercarnos a la personalidad y al arte de este gran cantautor. Diez años no son tantos, pero aun así hay gente que solo conoce a Claudio por sus canciones, o que incluso canta con gusto sus canciones sin saber quién las escribió. El trabajo de Massimo Bernardini, Paolo Vites y Alessandra Stoppa, en colaboración con el Comité de Amigos de Claudio Chieffo, se expone en los pabellones del Meeting con una ambientación muy sugerente, que recuerda la caja armónica de una guitarra y que después estará disponible en formato itinerante.
Junto a esta exposición, está prevista la publicación de un cofre editado por Galletti-Boston, con dos CD y un DVD. Las piezas en audio son más de treinta, en directo o grabadas en estudio, que van desde los orígenes hasta la época más reciente, con versiones donde a Claudio solo le acompaña la guitarra y otras donde toca con su banda al completo. En el video documental, una serie de actuaciones en vivo y un extraño diálogo con el pintor estadounidense William Congdon sobre la vocación artística. Un contundente libreto enriquece esta obra con imágenes curiosas y palabras conmovidas de su amigo periodista Paolo Vites.
Aparte de un espacio diario dentro de la exposición, donde sus amigos se alternarán para tocar las canciones de Claudio, la noche del martes 22 de agosto tendrá lugar el espectáculo “Canción para ti”, a cargo de su hijo Benedetto y un grupo de músicos y amigos. Toda una serie de citas y publicaciones que nos ayudarán a descubrir o redescubrir los pasos de una experiencia, mediante palabras y melodías que desde hace más de cincuenta años hacen resonar por todo el mundo la fuerza, sencillez y belleza de la fe.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón