«Te abrazaría ahora mismo» –dice Carrón cuando Pilar Rahola describe, con dolor, el retroceso de la libertad en nuestro mundo.
«Ya lo has hecho con tu libro», contesta Rahola con un tono contenido y agradecido.
Son las palabras que intercambiaron Julián Carrón y Pilar Rahola, escritora y periodista catalana, a propósito de la presentación de La belleza desarmada. Ha sido en el marco del PuntBCN, un lugar de encuentro que del 12 al 14 de mayo se ha desarrollado en Barcelona. Bajo el lema “El diálogo es la relación con el otro, sea quien sea, sea como sea”, se han abordado las cuestiones que más desafían la convivencia en nuestros días. Centenares de visitantes han asistido a mesas redondas, conferencias y exposiciones en las que se ha centrado el diálogo en la emergencia educativa, la pobreza funcional, la diversidad religiosa o los aspectos más significativos de la literatura catalana contemporánea. El encuentro ha estado sostenido por el trabajo de gratuito de 120 voluntarios. Han sido días de libertad. Carrón había viajado días antes a Girona para encontrarse con el profesor, periodista y escritor Antoni Puigverd.
En el acto central del PuntBCN, Julián Carrón mantuvo un diálogo público con la catalana Pilar Rahola, periodista muy activa en los medios de comunicación. Fue una conversación abierta, sincera y llena de simpatía mutua entre el sacerdote extremeño y la escritora no creyente. La vivacidad del diálogo de los dos cautivó a los más de 300 asistentes. Pilar Rahola, después de confesar que el de Carrón es un libro que le ha apelado, interrogado, enfadado y cautivado, ha relanzado como suya la pregunta que Carrón se hace en el libro: «Pero nosotros, cristianos, ¿creemos todavía en la capacidad que tiene la fe que hemos recibido de provocar un atractivo en aquellos con los que nos encontramos? ¿Creemos todavía en la fascinación victoriosa de su belleza desarmada?». A lo que el autor ha contestado que esa pregunta está en el origen del libro y que es una cuestión que lleva siempre consigo, la pregunta sobre la posibilidad de creer razonablemente. Y añadió que él cree que el cristianismo puede fascinar y desafiar la violencia siempre que no esté reducido a doctrinas, ritos, a reglas o a ética. A este propósito Carrón ha recreado la figura evangélica de Zaqueo. El hombre de Jericó recibió a Jesús en su casa cuando todos le despreciaban por ser publicano. Ha recordado, con ironía y desde sus conocimientos exegéticos, que los fariseos despreciaban hasta tal punto a los publicanos que no comían los huevos de las gallinas que andaban por sus calles. Pero Jesús no lo recriminó, lo abrazó. Ese abrazo es el cristianismo.
A partir de ese momento se animó el debate. Pilar Rahola invitó al autor del libro y a todos los cristianos a «salir del armario» para que entre en el espacio público «la luz en tiempos de oscuridad, la de los que estáis haciendo un viaje trascendente, en medio de un mundo en ruinas». Añadió que, en este momento de crisis de lo humano, le interesa un cristianismo como el de Comunión y Liberación, que plantea interrogantes y no es una estructura de poder. En este sentido, Rahola exaltó el retorno a la vida de los primeros cristianos que ve en el movimiento de CL.
Los dos ponentes coincidieron en la estima apasionada por la libertad. Pilar Rahola es defensora de los cristianos perseguidos. Se ha arriesgado a criticar a los que querían acallar la voz de un homosexual que hablaba de la insatisfacción de su experiencia. Se ha manifestado en contra de una religión del miedo, la costumbre o el mercado. Rahola ha descrito con dolor y desazón la remisión de la libertad en la política de los organismos internacionales y en las democracias con el advenimiento de figuras políticas preocupantes; ha lamentado la presión de lo políticamente correcto y la ambigüedad de muchos políticos. Carrón contestó con una descripción del camino que ha hecho la Iglesia para darse cuenta de que la verdad exige la libertad y por eso, dijo, el cristianismo solo puede presentarse como «belleza desarmada».
El jueves anterior, en Girona, se pudo asistir a otro abrazo. El que se produjo entre Antoni Puigverd y Julián Carrón. El encuentro se desarrolló en la Casa de la Cultura de Girona, al que asistieron un centenar de personas, el regidor de Cultura del Ayuntamiento de Girona, Carles Ribas, y el obispo de la diócesis, monseñor Francesc Pardo.
El periodista señaló que «el libro de Julián Carrón no es uno más de entre todos los productos que se pueden comprar, porque este libro habla de lo que está pasando en el mundo». El periodista, que denunció «un mundo semejante a un supermercado de ideologías», le preguntó al autor «si acaso el cristianismo es una propuesta nueva que no se reduzca a una teoría sino a una vivencia que permita el diálogo vital».
Carrón respondió que «la ventaja que tiene que hayan caído las evidencias que sostenían nuestra cultura es que ahora todos somos un poco menos presuntuosos y eso permite una búsqueda conjunta». Se empezó por ver cómo «uno de los valores más queridos de nuestra cultura, la libertad, puede oscurecerse cuando se reduce su alcance, se entiende solo como ausencia de vínculos, y ya no se dirige a algo con lo que valga la pena comprometerse». En este punto se encendió la conversación porque Puigverd, amante de los ideales franceses de la libertad, la fraternidad y la igualdad, ve cómo caen en el país vecino, aunque sea un país riquísimo en políticas sociales y bienestar. Carrón señaló cómo «el cristianismo responde al deseo de satisfacción del corazón del hombre. Y ese es el corazón de la libertad».
La conversación abordó también la cuestión del deseo. Julián Carrón citó a Todorov, a Rosa Montero y al director de cine sueco Ingmar Bergman para decir que «todos parecen temer el deseo o sentirse obligados a regularlo para que no se desborde». A lo que Puigverd asentía y señalaba cómo «tantas veces se ha confundido el cristianismo con el estoicismo, pero Séneca no podía regular el deseo». Carrón ha contestado que «solo Cristo exalta y responde al deseo infinito del hombre».
Han sido días intensos en Cataluña. Han sido días para la libertad. Se ha escuchado al poeta Sebastià Alzamora definirse como «alguien que ama y quiere ser amado» y proponer a todos un «mirar bellamente». Hemos visto sentarse a una judía, un musulmán, una protestante y una católica hablar de su fe a partir de un punto de unidad constructivo. Hemos visto a voluntarios que, después de tres días de mucho trabajo, vuelven al trabajo más contentos el lunes. Hemos visto a grandes educadores hablar de la escuela como espacio de vida y de la necesidad de educar en la vida. Se ha cantado y se ha comido y se ha celebrado la misa, presidida por el arzobispo de Barcelona, monseñor Juan José Omella. Han sido días de libertad, días para la libertad.
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