El 4 de marzo se celebró en Belo Horizonte el cincuenta aniversario de vida en Brasil de nuestra querida Rosetta Brambilla, que llegó a estas tierras como misionera, siguiendo una indicación de don Giussani, cuando era una jovencita.
Rosetta vive en una de las periferias de la zona norte de Belo Horizonte -1° de Maio- y toda su vida ha trabajado en la construcción de la asociación Obras Educativas Padre Giussani, que hoy atiende a 1.200 niños y adolescentes (de cero a 18 años) y sus familias. Hay cuatro guarderías comunitarias y cuatro centros de ayuda al estudio para chavales de los barrios Jardim Felicidade, 1º de Maio, Novo Tupi y Providência. En el barrio Felicidade existe una casa de acogida, Casa Novella, para niños de hasta seis años con tutela judicial por estar en situaciones de riesgo. Luego están el proyecto Jovem Aprendiz, en colaboración con empresas de Belo Horizonte, y el centro deportivo Virgilio Resi.
Desde el principio, Rosetta mantuvo un estrecho contacto con su amigo Pigi Bernareggi, sacerdote italiano que vive y trabaja en el barrio 1° de Maio.
Rosa (como la llaman sus amigos) conoció la experiencia de Comunión y Liberación en Italia en los años 60 y pocos años después marchó a Brasil. «Cincuenta años en Brasil y 56 años de agradecimiento por el encuentro con don Giussani y por haber sido elegida y preferida por Dios», dijo en su discurso durante la fiesta. «El tiempo cronológico no existe, existe el sí al momento adecuado y la búsqueda continua del Rostro de Cristo. Dios se ha servido de esta humilde sierva para hacer visible lo invisible. Doy gracias al Señor, a mi familia, a la compañía con la que vivo mi vocación, a todas las personas que trabajan y construyen la Obra Educativa Padre Giussani, a los amigos presentes y ausentes, a los que desde lejos me han apoyado en el camino de estos años».
Era impresionante ver a tanta gente, de todas las edades, colores y condición social, italianos y brasileños. El embajador italiano en Brasil, Antonio Bernardini, quiso participar y saludar a Rosetta en nombre del pueblo italiano: «Brasil e Italia tienen una larga historia de colaboración y estamos especialmente orgullosos del trabajo de Rosetta».
En la misa de acción de gracias, celebrada por el padre Giovanni Vecchio, se vio claramente de dónde nace todo. «En nuestra vida, hoy igual que en tiempos de Jesús, todo comienza con un encuentro», dijo Giovanni. «Tú, Rosetta, sabes bien cómo fue el encuentro que ha marcado tu vida, cuál ha sido ese "cruce de miradas" que desveló tu vocación y te ofreció un camino seguro para tu historia».
Rosetta escuchó emocionada la carta enviada por Julián Carrón, responsable del movimiento, que escribió entre otras cosas: «Tus primeros cincuenta años en Brasil me hacen pensar en la frase de don Giussani que últimamente nos repetimos tanto. Una "historia particular es la clave de bóveda de la concepción cristiana del hombre, de su moralidad, en su relación con Dios, con la vida, con el mundo". ¿Te habrías imaginado que un encuentro de 1961 en Milán con un joven de Belo Horizonte iba a marcar el inicio de una aventura que en un momento dado también te implicaría a ti, revolucionando tu vida hasta el punto de llevarte a Belo Horizonte? Giussani nunca olvidó aquel encuentro y, en efecto, siempre fue fiel a aquel inicio inesperado, como decía en los años 90: "Siempre he ido a Sao Paulo tranquilo porque en la existencia de nuestro movimiento había una señal, un encuentro que había puesto nuestra mirada en Brasil. Así que seguimos con testarudez, es decir, con fidelidad aquel acontecimiento". ¿Por qué? Porque para él era el signo de que "las modalidades con que alcanza su objetivo no se pueden prever"».
También estaba presente el responsable del movimiento en Brasil, Marco Montrasi, que en sus agradecimientos a Rosetta dijo: «Pensando en Rosa, me ha venido a la mente cuando el Papa Benedicto XVI cumplió 65 años de sacerdocio, que durante su encuentro con el Papa Francisco dijo: "Su bondad es el lugar donde me siento protegido". Eso me pasa a mí desde que llegué y conocí a Rosa. Cada vez que la veo me doy cuenta de esto: una bondad en la que me siento protegido. Necesitamos encontrar a alguien que pose esta mirada sobre nosotros, que nos proteja así, algo que penetra, una mirada que te despierta y te hace estar más seguro, más tranquilo, en medio de todos los problemas de la vida. Y la segunda cosa que me llama la atención es que Rosa no es Rosa. Detrás de Rosa está el mundo. Su mirada siempre te remite a Otro. Las personas más fascinantes entre nosotros no son las que son especiales o geniales por sí mismas sino aquellas que siempre remiten a otro lugar, a Otro, que te desvelan como un misterio que deseas descubrir».
Fue precioso ver la selección de textos y poemas preparada y recitada por los jóvenes de la Obra, donde apareció con claridad el deseo de felicidad y de realización de cada hombre y el gran corazón que comparte este deseo, a través del intento de responder a las exigencias más concretas de cada uno, como la de ayudar a ocuparse de un hijo o atender a las familias en su lucha cotidiana.
Naturalmente, no podía faltar una buena samba ni una mesa llena de comida típica. Las familias y los niños habían preparado una demostración de la escuela de samba con música compuesta ad hoc para la ocasión: una parodia con episodios de la vida de Rosa. Todos se pusieron a bailar animadamente y los chicos del grupo de samba "Ronaldo Coisa Nossa", grandes amigos de Rosetta, animaron la fiesta con una alegría contagiosa.
Lo más extraordinario de toda esta celebración de vida fueron las miradas admiradas, agradecidas, a veces conmovidas hasta las lágrimas y sin duda impactadas por la gran historia de la presencia de Cristo en medio de los hombres, personas que hoy pueden tocar y ver su gran misericordia y bondad en este tiempo tan complicado.
Gracias, Rosetta, por tu sí y por tu fidelidad. Ojalá puedas quedarte muchos, muchos años entre nosotros.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón