Primera hora de la tarde, martes 17 de mayo. Los antiguos muros de la Universidad Federico II de Nápoles reviven con un debate intenso, dedicado a un tema más actual que nunca: "La familia que cambia, la familia que permanece. Tras una breve introducción del rector del ateneo, Gaetano Manfredi, interviene el moderador y organizador del encuentro, el profesor de Filosofía teórica Eugenio Mazzarella, quien se pregunta qué significa en la sociedad de hoy, expuesta a procesos económicos y sociales sustancial y existencialmente mutables, hablar de la familia que "debería permanecer".
Son varios los aspectos desde los que se aborda el título del encuentro. El del derecho y el de la comunicación, respectivamente, con Giuseppe Tesauro, presidente emérito del Tribunal Constitucional italiano, y con Monica Maggioni, presidenta de la RAI, que luego dan paso a Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de CL, sobre la complejidad de la cuestión de la familia desde una mirada netamente antropológica. «Se trata de volver a afrontar algo que a todos nos preocupa. ¿A quién no le preocupa el problema de la vida, de las relaciones? Estos temas afectan a cada uno de nosotros, porque tienen que ver con nuestra realización personal», explica el sacerdote español. La discusión parte de una constatación tan real como dramática. En palabras de Mazzarella, «estamos ante una crisis antropológica de la familia tal como la hemos conocido, que lleva consigo la exigencia de nuevos derechos». Frente a la pérdida de las tradicionales certezas sobre las normas y la exigencia de nuevos vínculos sociales, ¿cómo puede responder la sociedad actual?
Tesauro intentó responder señalando que una sólida base jurídica y legal puede ser útil, incluso necesaria para regular y permitir «una solución concreta a los problemas que nacen a medida que se consolidan las relaciones entre los seres humanos». Más aún con los cambios a los que se está sometiendo a la familia, como por ejemplo el desvanecimiento progresivo de la diferencia sexual como pilar del núcleo familiar, parece hacerse necesario retomar normas que puedan cristalizar en una fórmula única las diversas exigencias de la sociedad. Sin embargo, mientras por un lado el derecho trata de responder a esto, al mismo tiempo tropieza con otra delicada cuestión: «Corre el riesgo de caer en un vacío legislativo, en una omisión del legislador, que deja las normas a merced de la interpretación del jurista», enmarcando la cuestión familiar en un concepto confuso y multiforme, privado de especificaciones.
Con Maggioni, la discusión derivó al campo de la comunicación y a la centralidad que el tema de la familia ha asumido progresivamente en la vida de la gente. La presidenta de la RAI destacó la necesidad de no reducir la cuestión a contraposiciones banales, con la certeza de que «si algo hermoso hay en la esfera de humanidad en la que estamos inmersos es su extrema complejidad, contradicción y dificultad para quedar reducida a unos cuantos esquemas sencillos». Es decir, la cuestión familiar no se puede reducir, como también resaltó Mazzarella, a «categorías banales de "atraso" y "adelanto", más bien reclama la necesidad de una renovación de las evidencias originales».
Carrón empezó su intervención hablando de la crisis como una oportunidad. «Cada uno está llamado en esta crisis a ser serio, a afinar el oído del corazón para ver a qué se nos invita». La época en que se derrumban las antiguas certezas se convierte precisamente en ocasión para volver a lo esencial. No puede haber respuesta a la crisis de la familia más que volviendo al origen de la cuestión, es decir, recuperando ese grito del corazón capaz de captar el Misterio que introduce toda relación entre dos personas, «en la relación yo-tú reside todo el misterio del ser: el que tenemos delante es signo de algo distinto que se nos ha prometido».
Solo desde esta perspectiva más amplia, es posible comprender el papel del cristianismo en este gran debate. «Aquel de quien todo es signo puede ser encontrado. El Verbo se ha hecho carne. La persona de Cristo, poniéndola en el centro de la afectividad y de la libertad del hombre, se presenta como la promesa encarnada». Esta es la contribución que la Iglesia puede seguir ofreciendo: no una doctrina sino el testimonio de una manera nueva y renovada de vivir las relaciones. Entonces, como dice el Papa Francisco en Amoris laetitia, la familia no es un problema sino una ocasión capaz de despertar el corazón de la persona.
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