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«Un desierto en el que basta poco para encontrar agua»

Gianluca Marcato
19/01/2016
Reading, Inglaterra.
Reading, Inglaterra.

El fin de semana del 8 al 10 de enero, Julián Carrón se reunió en Reading (Inglaterra) con las comunidades de CL en el norte de Europa. El punto de partida lo marcó una cena con el obispo de Portsmouth, la diócesis local. Monseñor Philip Egan contó las iniciativas que ellos proponen, porque «Inglaterra es un desierto, pero si uno excava un poco, enseguida encuentras una corriente de agua». Carrón narra después la serie de encuentros que ha tenido en Italia con personalidades de diversas culturas, pero todos deseosos de entrar en diálogo. De pronto el obispo le interrumpe: «¡Qué bueno, ya lo entiendo! La cuestión no es hace planes o programas, sino mirar y seguir lo que el Espíritu hace suceder».

Back to the origin (Volver al origen) era el título de esta asamblea, en la que participaron más de 500 personas procedentes de Dinamarca, Gran Bretaña, Irlanda, Luxemburgo, Malta, Holanda y Suecia. Pero, «¿al origen de qué?», pregunta Carrón en la introducción del viernes por la noche: «El origen de nuestro presente, de la vida que vivimos en nuestro presente».

Sin embargo, en ciertos momentos de la vida reina la oscuridad. Como le pasa a Emma, que en el último año ha perdido a su suegra, ha visto cómo se deterioraba la salud de su madre (en cama y sin poderse mover) y cómo su padre caía en una depresión. «He tenido momentos de oscuridad y rebelión. Notaba que mis esfuerzos eran algo insoportable. Hasta me resultaba difícil hacer la comida o ir a recoger a mis hijos al colegio». Pero dentro de esta oscuridad, la Navidad nos indica que una luz entra en el mundo, en nuestra vida. Para Emma, eso han sido los ojos «brillantes» de su madre, su manera de aceptar la enfermedad. «Era como ir a beber a la fuente. Ha sido tan fascinante que les he dicho a mis amigos que vinieran a verla. Pero ahora siento una enorme nostalgia, me faltan esos ojos».

Por su parte, Lee, que lleva treinta años en el movimiento, había empezado a vivir los gestos del movimiento como un peso. A la última Jornada de apertura de curso fue sin esperar nada, pero sucedió algo inesperado: «Sentí una atracción que me llenó de alegría». Carrón le pregunta: «Si no esperabas nada, ¿cómo te pudiste conmover tanto? La respuesta es una sola palabra: tu humanidad». Esa humanidad que hasta Oscar Wilde descubrió como la única posibilidad para que Cristo pueda entrar en el corazón del hombre, como recordaba Marco: «Si el corazón del hombre no está herido, Cristo no puede entrar». «Cristo entra por esa rendija», añade Carrón: «Pero a mí no me interesa la herida, a mí me interesa Cristo». Ese nuevo inicio de curso fue para Lee una vuelta al origen: «Ha generado una participación real en las cosas, ahora estoy presente en lo que hago. Ha despertado en mí una libertad mayor, hasta el punto de que por primera vez he invitado a mis colegas a nuestro concierto de Navidad. Se ha introducido una espera; es posible esperar algo distinto en todo lo que vivimos, también en los gestos del movimiento».

¿Qué puede ayudarnos a comprender la Gracia que hemos recibido? La realidad, las circunstancias. A través de ellas se nos ofrece esta luz que nosotros podemos aceptar o rechazar. Esta luz se ve también ante los desafíos que la sociedad nos plantea ahora. La asamblea del sábado por la tarde empezó con una pregunta de Carrón: «¿Cómo podemos vivir la fe en esta sociedad multicultural? ¿Cuál es la contribución de nuestra fe?».

Mitch y Francesca viven en Durham. Ella entabló una relación con una señora con la que solía encontrarse en el aparcamiento. Después de estar en Italia, le contó los días que había pasado allí con sus amigos. Esta fue su reacción: «La próxima vez que vayas a Italia, voy contigo. Quiero ser tan feliz como tú». En otra ocasión, una amiga iraní la invitó a cenas con otras veinte mujeres árabes. Al final de la velada, una de ellas se acercó a Francesca y le dijo: «No he podido hablar contigo, pero tú eres distinta...». Al día siguiente, su amiga iraní la llama y le dice: «Nuestro corazón es igual». El diálogo nace siempre del encuentro de dos corazones. Inmediatamente, Carrón comenta: «Los demás ven algo que nosotros no somos capaces de ver. ¿Es que son visionarios? Estos pequeños hechos son los signos de lo que está pasando hoy y no somos capaces de ver. El problema es nuestra mirada racionalista, ya no somos capaces de ver y damos por descontado cosas que para otros son excepcionales».

María, de 20 años, llegó a Dublín para decidir qué estudiar en la universidad. Trajo consigo El sentido religioso, porque desde que conoció el movimiento, hace dos años, se ha dado cuenta de que lo único importante en la vida es ser serio con uno mismo. Unos meses más tarde, decide volver a Italia: «Ahora tengo el deseo evidente de querer ser bautizada». Incluso estando solos, en las circunstancias más banales de la vida, es posible alcanzar una certeza así.

Reconocer el origen de lo que hemos recibido genera una gratitud. Y así uno puede llegar a dar la vida, viviendo la gratuidad. Pero a veces uno se da cuenta de que la tensión decae, como indica Amos. «Solo si reconocemos a Cristo en lo que recibimos cada día, podemos vivir con gratitud», responde Carrón. «Este es el significado de la virginidad: poner una luz en medio de la vida. Él nos llama con la sobreabundancia de Su presencia y entonces uno empieza a entregarle la vida».

Jacek se ordenó sacerdote hace seis meses en la diócesis de Plymouth, después de veinte años trabajando en el mundo de la consultoría: «Cristo seguía llamando a mi corazón, así que al final tuve que ceder». Desde hace poco, sigue a un grupo de jóvenes interesados en profundizar su fe. Eran un grupo de amigos que querían hacer algo juntos, pero no sabían muy bien qué. Hablaron con su obispo, monseñor Marc O'Toole, que había conocido a la comunidad de CL en Londres, y les propuso ir a conocer al padre Jacek: «Me parece que la Escuela de comunidad puede ser una propuesta interesante». Ya se han reunido tres veces y son casi una decena.

Sucede así. No hace falta esperar a mañana. La posibilidad de descubrir el origen se da hoy, como nos pasó a muchos de nosotros ese fin de semana. Anna, que lleva bastante tiempo en el movimiento, durante el último año había dejado de hacer la Escuela de comunidad. Volvió en noviembre. El domingo por la tarde, cuando la asamblea tocaba a su fin, preguntó con una sonrisa enorme y unos ojos resplandecientes: «¿Cómo me inscribo a la Fraternidad? Este es mi lugar».

María conoció el movimiento hace tres meses. Dos años atrás conoció a un grupo de estudiantes de CL que pasaron el verano en Glasgow y compartió el apartamento con ellos. Hace unos meses, el día que iba a recibir el Bautismo, le dijo a su obispo que no se sentía preparada. Él le contestó: «Cuando lo estés, estaremos aquí, esperándote». Anna, ¿cómo estás? Le pregunta alguien al terminar este fin de semana en Reading. «Después de esto, quiero ser católica».

El último día, Joseph, camarero del hotel donde se ha celebrado la asamblea, pregunta si normalmente nos solemos reunir en Reading. ¿Por qué lo preguntas? «Porque he visto cómo se acompañan las personas que están aquí. No solo para comer y beber, están atentos unos a los otros. Yo quiero una compañía así en mi vida».

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