El diálogo entre Dios y Abrahán supuso una gran revolución, y por ello se ha convertido en uno de los temas centrales de esta 36ª edición del Meeting de Rímini. Para profundizar en su significado y en sus consecuencias para el mundo contemporáneo, Julián Carrón, presidente de Comunión y Liberación, y Joseph Weiler, jurista y presidente del European University Institute, mantuvieron un diálogo moderado por Monica Maggioni, la recién nombrada presidenta de la RAI, bajo el título "La elección de Abrahán y los desafíos del presente". Para ello, se partió de una pregunta: la relación, la familiaridad que se estableció entre Abrahán y el Misterio, ¿se verifica en el tiempo? ¿Cómo encontrarnos con esa Presencia hoy?
"La llamada de Dios a Abrahán es una triple revolución. En primer lugar, por la naturaleza de la conversación: la promesa, la alianza. Dios no le da una orden, sino que la hace una promesa, igualándose a su interlocutor. De hecho, cuando Dios dice a Abrahán que salga de su tierra, no le da una orden, le hace una propuesta, y Abrahán puede decidir", explicó Weiler. La segunda revolución supone un cambio de paradigma, y se produce cuando Dios se propone destruir Sodoma y Gomorra. "Dios no le ha dado 'nada' a Abrahán, no le ha dado una ética, no le ha dado un conjunto de normas, ni moral, ni conocimiento. Su sensibilidad ética está arraigada en su propio conocimiento, en su naturaleza". Y de ahí la tercera revolución, una "revolución copernicana": "Abrahán considera injusta la destrucción de Sodoma y Gomorra. ¡Hasta este momento, el concepto de justicia coincidía siempre con la voluntad de Dios!".
De la impotencia a la alianza
"Si Dios interviene en la historia es para despertar el yo de Abrahán, el yo del hombre: para generar una humanidad que pueda darle una respuesta, que pueda responder al Misterio. 'No soy cuando no estás', dice un cantante italiano. Esto le sucede al hombre: si no hay un tú, no hay novedad, no hay alianza. Aunque Esquilo afirma que ningún mortal debe fomentar los pensamientos que van más allá de su condición mortal, Dios despierta en Abrahán el deseo de darle una respuesta", intervino Carrón, que añadió que la posibilidad de Abrahán de 'enfrentarse' a Dios procede precisamente de que "su deseo había emergido ante la grandeza de la intervención de Dios, que había hecho renacer su yo". Algo que sucede como consecuencia de un acontecimiento: la entrada del Misterio en la historia. "Porque antes había hombres, pero eran impotentes: necesitaban un tú para poder decir yo, para despertar la conciencia de sí mismos".
"Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua", proclama el salmo. Y Carrón se pregunta: "¿Qué provocación, qué atractivo debe recibir un hombre para poder entonar estas palabras?". Sin embargo, como señaló Maggioni, este atractivo debe mantenerse y verificarse en el tiempo, "debe construirse cada instante". Las intervenciones de los ponentes fueron intercalándose con la lectura de diferentes textos que apoyaban sus argumentos o que invitaban a la reflexión. "Tanto Scalfari como Rilke hablan de una reducción del yo. ¿Cómo es posible que después de emerger en la relación con Dios, se reduzca el yo en la historia? 'El humanismo desciende y se convierte en torpeza y aburrimiento', decía Arendt. Este es el fruto de la Edad Moderna: una pequeñez, una previsibilidad. No nos confrontamos con las grandes cosas, porque si nos falta la provocación, no tenemos la urgencia de responder", recogió el sucesor de Giussani.
Esta reducción del yo, según Weiler, se produce también en los hombres religiosos. "Precisamente, Nietzsche no auguró la desaparición de la religión, sino la aparición de una religiosidad que no fuera capaz de despertar el yo", apostilló Carrón. Y este es el drama que identificó Luigi Giussani: no una debilidad ética en el hombre, sino "una debilidad en su conciencia, en la energía de su conciencia, que hace decrecer su capacidad de adhesión".
Despertar y regenerar el yo
Para actualizar la importancia de la llamada de Abrahán, Maggioni introdujo el atentado de Charlie Hebdo y la carta que Julián Carrón escribió en el Corriere della Sera al respecto. "Esta violencia, este vacío, es también un problema nuestro. ¿Qué podemos ofrecer que sea adecuado al deseo de cumplimiento del corazón del hombre? En Europa hemos entendido que solo a través de la libertad se alcanza la verdad", aseguró. Si no hay una respuesta satisfactoria, "la respuesta es la nada", porque las meras contraposiciones ideológicas "no son capaces de despertar y regenerar el yo". "¿Qué podemos ofrecer nosotros que sea más interesante que al adormecimiento, que el aburrimiento vital? No es un problema ético, de qué hacer, sino de despertar el deseo de que el hombre quiera actuar por sí mismo, libremente".
Ambos ponentes coincidieron en la necesidad de "ganarnos de nuevo" el tesoro que hemos recibido, y de buscar la forma de "transmitir de forma atractiva la tradición recibida para que los demás puedan descubrirla como algo nuevo", según Carrón. "¿Cómo hacerlo? Lo que hace falta no es la repetición verbal o cultural del anuncio, sino el testimonio: dar testimonio del encuentro con Cristo, encontrarnos con personas a las que la realidad les reclama más que todos los límites, más que todas las faltas. Ante algo así, el yo comienza de nuevo. No se requiere nada, solo que suceda. ¿Nosotros, cristianos, creemos todavía en la capacidad de la fe que hemos recibido de despertar un atractivo en aquellos con los que nos encontramos y en la fascinación vencedora de su belleza desarmada?".
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