Davide Prosperi, profesor de bioquímica e investigador de nanotecnología aplicada a la medicina en la Universidad Milano Bicocca, es desde hace tres años vicepresidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación. La revista Ciudad nueva le ha hecho una entrevista con motivo de la audiencia del Papa Francisco con el movimiento en el décimo aniversario de la muerte de don Giussani.
Comunión y Liberación acaba de encontrarse en la plaza de San Pedro con el Papa Francisco…
Le pedimos al Papa Francisco este encuentro con motivo de los 10 años de la subida al cielo de don Giussani y los 60 del inicio del movimiento. Para para los más de 80.000 participantes procedentes de 47 países no ha sido simplemente una conmemoración. Como ha señalado Julián Carrón, presidente de la Fraternidad, en la plaza de San Pedro hemos vivido de nuevo la experiencia del encuentro con Cristo. Le hemos visto primerear a través de la persona y la mirada del Papa Francisco. A través del modo en que el Papa nos ha abrazado, centrando toda su preocupación como padre en la persona de Cristo, hemos experimentado qué es la caricia de la misericordia de Jesús.
A los diez años de su muerte, da la impresión de que don Giussani ya es más conocido ahora que lo que lo era en vida.
En vida también tuvo un gran impacto en toda la sociedad italiana. Pero poco a poco, a medida que se publican sus textos y sus entrevistas, empieza a llamar la atención de muchos que no le conocieron. La figura de Don Giussani se da a conocer tanto en sus libros como en el encuentro con las personas del movimiento que le conocieron.
El impacto de CL con la sociedad siempre ha sido contracorriente. ¿Generaba posiciones encontradas?
Don Giussani para la opinión pública siempre fue controvertido. Hay quien le amó mucho, quien se opuso a él, quien reconoció su valor, quien tenía posiciones antitéticas. Era una persona siempre al ataque. Daba juicios originales que ponían el dedo en las llagas de la cultura de nuestro tiempo. Juicios que nunca dejaban indiferente a nadie.
¿Qué diría si tuviera que definir el carisma que Dios donó a don Giussani?
Siempre actuó en los ambientes donde vive la gente, donde se forma la mentalidad, porque el centro siempre ha sido la educación de las personas en la fe. No hay aspecto de la experiencia humana que pueda, a priori, quedar fuera del interés educativo. Lo que me impresionó es la forma persuasiva con que comunica la experiencia cristiana. Un año antes de morir, don Giussani escribió a Juan Pablo II que había sentido «la urgencia de proclamar la necesidad de volver a los aspectos elementales del cristianismo, es decir, la pasión del hecho cristiano como tal en sus elementos originales».
¿Cuál es el punto de apoyo de su propuesta?
Vivir completamente las dimensiones de la vida humana. Los gestos fundamentales implican la caridad, la cultura y la misión. Nos educamos mediante las “escuelas de comunidad”, donde estudiamos los libros de Giussani, a veces textos de los Papas o textos fundamentales de la fe. En la caridad nos educamos mediante gestos comunitarios de ayuda a obras caritativas donde donamos gratuitamente nuestro tiempo libre para aprender a amar. La misión empezó porque algunas personas de CL se trasladaron, por motivos familiares o laborales, al extranjero. Como sobreabundancia de una belleza vivida, el movimiento empezó a difundirse también en otros países y culturas. Nuestra experiencia es auténtica cuando ayuda a vivir dentro de la Iglesia universal.
Cómo era don Giussani visto de cerca?
Le conocí personalmente en los años noventa. Era un hombre de certezas graníticas, de cemento armado, capaz de comunicar la fe en lo concreto como respuesta a las exigencias del corazón del hombre. El pensamiento dominante de entonces relegaba la fe a lo privado. En él, la fe se convertía en un juicio integral, que no integrista, sobre la vida. Tenía una gran apertura, con pensamientos originales e impactantes, y un gran interés por el arte y la literatura. La primera prueba evidente de Dios la tuvo escuchando un poema de Donizetti. Cuando era muy joven recitaba la poesía A su dama de Leopardi como oración después de la Comunión. Tenía una gran sensibilidad humana y cuando estabas con él siempre parecía que para él eras lo más importante del universo, ya hablase de cosas personales o del movimiento.
Al cumplirse diez años de su muerte, ¿cómo habéis vivido el paso a la etapa post-Giussani?
Para mí es un milagro que el movimiento esté tan unido. Creo que esta unidad crece cada vez más incluso después de la muerte del fundador. Es un fruto de la gracia de todo lo que hemos vivido con él y que hoy continúa siguiendo a quien él eligió para sucederle, Julián Carrón. Cada persona se convierte en punto de referencia del movimiento por la presencia de Jesús en medio de nosotros, experimentable dentro de una novedad que puede suceder.
¿Qué ha cambiado en CL estos años?
CL ya estaba presente en varios continentes cuando vivía don Giussani, pero se ha hecho más internacional y ahora estamos presentes en 93 países. Es una presencia que ha crecido cuantitativa y cualitativamente. No es una organización, tenemos una estructura muy elemental, es una amistad que crece y mantiene estrechos vínculos. Es una experiencia universal.
¿Hay algunos campos de acción principales?
Todos los ámbitos humanos son importantes. El único objetivo es la educación de la persona. El movimiento no está presente como tal en varios campos de acción, sino que personas educadas en nuestra experiencia ponen en juego su responsabilidad en los ámbitos en que se ven llamados a gastar sus energías. El movimiento nació en las escuelas cuando don Giussani entró en el Liceo Berchet en 1954. Pero hoy hay obras de todo tipo. Por ejemplo, el Banco de Solidaridad (en Italia, Banco de Alimentos) no es de CL, pero nace inspirado por don Giussani.
De las críticas que recibe el movimiento, ¿cuál le duele más? ¿Y en qué se podría mejorar?
En una carta publicada en La Repubblica, Carrón escribió: «Si el movimiento de Comunión y Liberación es continuamente identificado con el atractivo del poder, del dinero, de estilos de vida que nada tienen que ver con lo que hemos encontrado, algún pretexto debemos haber dado». Es una autocrítica, pero a Carrón no le preocupaba especialmente que cometamos errores como todos. Por descontado. El que arriesga, en cualquier ámbito del vivir humano, puede equivocarse y tiene que asumir las consecuencias. Lo que duele más es que si uno de CL se equivoca, sea CL quien se equivoca. Carrón también quería decir que la principal “inmoralidad”, después de que uno ha encontrado el secreto de la vida con Cristo en la experiencia del movimiento, sucede cuando uno afirma cualquier otra cosa como más importante que esto. Cuando piensa poder obtener un bien de cualquier cosa que sea menos que lo que se nos ha prometido: la novedad de vida de la experiencia cristiana. Ahí uno se equivoca aunque haga cosas adecuadas y buenas.
Háganos una panorámica de CL hoy.
Con los años han crecido las inscripciones a la Fraternidad, como han crecido las inscripciones en el fondo común (que los miembros donan libremente como ayuda a las misiones y a la subsistencia del movimiento), así como nuestra presencia en el mundo, que ha aumentado un tercio en los últimos diez años. También ha crecido nuestra presencia en el servicio a las parroquias y en las diócesis.
¿Qué aportación pueden dar CL y los movimientos a la Iglesia hoy?
La fuerza de los movimientos está en dar vigor a la Iglesia institucional en los ambientes donde es posible encontrarse con cualquiera. En estos lugares de la vida, donde la experiencia cristiana puede ser encontrada como respuesta a las exigencias del vivir y no como un conjunto de valores y preceptos. Como nos ha recordado el Papa, el camino de la Iglesia es “en salida” para ir a buscar a los que están lejos, en las periferias, servir a Jesús en cada persona marginada, abandonada, sin fe, decepcionada con la Iglesia.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón