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«He inventado una historia para sacarte de la nada»

Alessandra Stoppa
02/12/2014
Nicola, en el video.
Nicola, en el video.

Nicola ha vivido un poco al revés. «De pequeño siempre estaba con los mayores y de mayor empecé a comportarme como un niño». Estaba convencido de tenerlo todo, pero cuando nació su hija se dio cuenta de que no tenía nada. Estaba arruinado. Ser feliz era gastarse mil euros de golpe en ropa o pegarse unas vacaciones de primer nivel, «que luego no disfrutaba porque en el fondo siempre estaba enfadado». Sus amigos le llamaban “el drástico”. Él siempre seguía adelante con tal de no pensar.

Nicola es un técnico riminés que en el video aparece llamando al portero cargado de aparatos: «¡Buenos días! Vengo por la caldera»
. La suya es una historia llena de fechas y de puntos de inflexión. «El amor en mi vida no tenía lugar». Ahora ha llegado a pensar que Dios no podía elegir a nadie mejor para anunciarse, uno que va de casa en casa limpiando calderas. «Mientras trabajo le cuento a la gente cómo ha cambiado mi vida. Alguno se queda sorprendido: “No me lo esperaría de ti…”. Pero la mayoría le dice: “A ti te ha sucedido, a mí no”. ¡Pero ahí está la clave! Es por lo que le sucede a otro por lo que tú puedes empezar a pedirlo para ti».

Por ejemplo, que una de las mejores amigas de su mujer, Elisa, de repente anunciara que entraba en un convento de clausura no le impresionó demasiado. Le parecía que era una opción más de vida, enseguida liquidó el asunto. «En cambio, mi mujer sufrió mucho. Tanto que fue a hablar con un sacerdote porque aquella decisión de Valentina le dejó sin aire». El sacerdote solo le dijo una cosa: «Tú puedes vivir como mujer y como madre lo mismo que ella ha elegido. Haz el mismo camino que la ha llevado a ella allí». Elisa, a partir de entonces, empieza a ir a la Escuela de comunidad todos los sábados. «¿Pero cómo puedes?», fue la reacción de él.

Nicola y Elisa son una de esas parejas que llevan juntas “toda la vida”. Desde los veinte años, y tienen 36. «Cuando comenzó este camino le pedía que se quedara conmigo, que no fuera… Yo era totalmente anti-CL por una serie de prejuicios que me había creado». Tres años antes había nacido Anna. «Debía ejercer mi papel de padre y no lo conseguía. Para mí era un fastidio. Sabía que no podía seguir así, pero no pedía ayuda».

De repente (otra vez) su socio le dijo: «Lo dejo, búscate a otro». «Me asusté mucho. Siempre me había sentido protegido por la relación con él. Entonces dejé de entrever un horizonte y me hice aún más bestia». El 31 de diciembre de 2012, un querido amigo suyo tuvo un grave accidente. «Allí me vine abajo. Ni siquiera se me ocurrió preguntar: si existes, ¿dónde estás? No pensé en Dios, no pensé en nada. Solo caí de rodillas».

Llegó el día de la toma de hábitos de Valentina, en el monasterio trapense de Valserena, el 2 de febrero de 2012. «Había algo que me paralizaba, que no me dejaba ir. Elisa tendría que ir sola, pero en el último instante fui yo también». Fueron dos días extraños, «así como viven ellas», para entendernos, junto a los familiares de Valentina y conociendo a algunas monjas, entre ellas la maestra de novicias, sor Mariagrazia. «Aunque solo el tiempo justo para saludarnos». Sin embargo, antes de irse, la madre de Valentina le dijo: «Sor Mariagrazia se ha quedado muy impactada contigo». «Me llenó de asombro. ¿Impactada conmigo? ¿Pero qué ha visto? Yo no había dicho nada. No había hecho nada. En aquel momento, Dios me miró con los ojos de una monja y me curó». Diez días después, fue a la Escuela de comunidad y desde aquel día empezó el camino del movimiento. La historia es aún más hermosa como él la cuenta: «Desde que tenía 13 años había un airbag entre la realidad y yo. El 14 de febrero de 2013 ese airbag estalló».

De aquel primer encuentro solo entendió una cosa: «Quería ver lo que veían ellas». Volvió a hacerse niño, y así lleva un año «en el séptimo cielo», contento cuando llega cansado a la noche: «Porque trabajo. Antes me cansaba porque no amaba mi trabajo». Después de Anna, no quería tener más hijos, y sin embargo deseó a su segundo hijo, Francesco, que nació el 22 de febrero. Pero el entusiasmo empezó a decaer, y le entró miedo: ¿y si todo esto fuera como un coche o un reloj nuevos? Entonces le dijo a sus amigos: «Me estoy desinflando». La respuesta no la ha olvidado nunca: «Ahora empieza lo bueno». Lo comprendió dos meses después, cuando un poco inquieto fue a las vacaciones del movimiento en la montaña. «El coche se paró por el camino. Quería volver a casa. Pero me quedé asombrado por cómo esta compañía nos ayudó. Entonces lo entendí: había vivido de las rentas. En cambio, no se puede dejar de obedecer al camino que Giussani nos ha transmitido».

Recuerda el momento preciso en que decidió ponerse a seguir. Durante la misa delante del Mont Blanc, mientras el sacerdote decía la homilía. Lo tiene grabado: «Hay momentos como ese que nos gustaría que durasen toda la eternidad. Esa cima está ahí desde hace decenas de miles de años hasta hoy, esta noche es para ti. Mientras te alcanza esta belleza, te alcanza también una tristeza inmediata. Porque esta belleza no sabes mantenerla en tus manos y todo viene a tu cabeza. Todas las cosas que has dejado, que no has cumplido, las personas que no has amado, las que has traicionado, las que te han traicionado, el bien que habrías querido dar y no has dado. Todas las cosas que te preocupan, todas las cosas que te hacen sufrir. Pero hay Uno que dice: “Ven a Mí. Quiero que vuelvas a ser tú conmigo. En todas las cosas, estoy Yo, que no me resigno a dejarte vivir mediocremente. Te estoy buscando día y noche, desde hace tiempo hago este trabajo contigo. He inventado una historia para ti, para sacarte de tu nada”».

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Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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