«En medio del camino de nuestra vida / me encontré por una selva oscura»… ¡y renací! Dante describiría así lo que nos ha sucedido, nuestro querido Dante, y querido sobre todo por Franco Nembrini, a quien Aleksandr Filonenko invitó para celebrar la Jornada de apertura de curso en Ucrania. En total, treinta personas que venían desde Italia, Moscú, Kiev, Bielorrusia, incluso Irlanda, todos acogidos en casas de amigos, o de amigos de amigos.
¿Qué hacíamos nosotros también allí? El Señor nos invitó, nos llamó por nuestro nombre tanto a mí, «¡Filippo!», como a mi mujer, «¡Leda!». Y Su voz es inconfundible.
En 2012 mi empresa entró en una fase crítica, en el mismo momento en que Leda y yo supimos que ya no podríamos tener hijos. De un golpe todas nuestras imágenes de lo que debería ser la vida se derrumbaron.
Recuerdo que una noche le comenté a un amigo: «El sentido religioso, la escuela de comunidad, la fe… todo eso está muy bien, pero ahora tengo que dedicarme a resolver los problemas de mi trabajo y de mi familia. Más adelante ya podré ocuparme de estas cosas». Todo lo que había aprendido en veinte años de movimiento me parecía inútil. Un “game over”. Sin embargo, para nosotros había llegado el espléndido día, como decía don Giussani: Él había empezado a actuar y nosotros ni siquiera lo habíamos visto.
Acudí a un encuentro del centro cultural de Florencia dedicado al Gran Inquisidor de Dostoyevski. Tatiana Kasatkina habló allí de una de las tentaciones de Cristo, cuando el diablo le pidió que transformara las piedras en pan y se refería a esa “vía estrecha” como un camino personal, como el camino que el Señor ha pensado para cada uno de nosotros. Mientras la escuchaba me di cuenta de que nosotros nunca habíamos dejado de rezar para que se resolvieran los problemas laborales y para poder tener hijos (sustancialmente, estábamos pidiendo que las piedras se transformaran en pan) pero en ese momento empecé a intuir que aunque tuviéramos diez hijos o no tuviéramos ningún problema en el trabajo, la cuestión de nuestra felicidad seguiría igual, en los mismos términos. Esa idea de la “vía estrecha”, así como la posterior de ser llamados por el nombre como la Magdalena, nos hizo de repente darnos cuenta de que la circunstancia que nos es dada, con toda la herida que lleva dentro, es precisamente el camino que el Señor ha pensado para nuestra felicidad.
En nuestro camino, Leda y yo nos encontramos entonces con Rosalba, que nos invitó a compartir con ella su amistad con Filonenko. Dijimos que sí inmediatamente. No porque nos atrajera especialmente (en ese momento ni siquiera conocíamos a Filonenko) sino porque para nosotros era evidente que mediante Rosalba el Señor nos estaba llamando a nosotros dos. Fue a Él a quien dijimos sí. De allí nació una amistad que luego se fue desarrollando de un modo imprevisto, hasta el punto de que pasar las vacaciones con estos nuevos amigos.
Luego el curso volvió a empezar. Estaba la cuestión del trabajo y estaban también estos amigos. Había que empezar a caminar, juntos. Y Filonenko decidió empezar a hacer en Ucrania la Jornada de apertura de curso. Así fue como volvimos a Jarkov.
Primer día: Lección pública de Nembrini en la universidad, bajo el título «Pinocho para teólogos y filósofos». Franco interviene en un aula ante doscientas personas muy diferentes entre sí que le escuchan con una atención impresionante. El Señor vuelve a llamarme por mi nombre. Estoy allí oyendo una historia que conozco bien, y me doy cuenta de que están hablando de mí: Pinocho está sentado junto al fuego y se quema las piernas (pero ni siquiera se da cuenta porque está dormido). Gepetto vuelve a casa y quiere salvarlo, pero la puerta está cerrada. ¿Qué hace entonces? Se inventa otro modo de entrar: por la ventana.
Esa puerta cerrada que impedía a Cristo entrar la construí yo mismo, con mis propias manos, y para ello me serví justamente del cristianismo, que había reducido a un discurso ideológico: sucede un hecho y tú tienes ya preparada una respuesta, precocinada, no hay espacio para la herida de tu corazón, de modo que ningún Hecho puede llamar su atención. Pero Dios, mediante Tatiana, Filonenko, Rosalba consiguió entrar por la ventana, y pudo volver a rescatarme. Para mí comenzó así una certeza nueva para poder mirar todas las cosas tan complicadas que me ha tocado vivir.
Segundo día: vamos a la Casa volante, la primera casa de verdad para Lena y Tania, gracias a la iniciativa Emaús y a las muchas donaciones llegadas desde Italia. Lena y Tania vivían en una residencia cuando fuimos por primera vez a Jarkov, cuando las conocimos nos impresionó su alegría y su libertad con todo el pasado que habían vivido, tan duro y aparentemente insoportable. Mi mujer llevaba entonces en su corazón una herida enorme y sentía por tanto la urgencia de comprender, y llegó a decírselo así a las chicas: «¿Pero cómo habéis sido capaces de perdonar a vuestra familia con todo lo que os han hecho?». Lena le respondió sencillamente: «Pero el perdón es lo más natural que hay, porque de otro modo la vida empieza a pesar tanto en tu corazón que no te deja vivir». Allí, delante de ellas, todos nuestros reproches y lamentos por las circunstancias que nos habían tocado desparecieron en un instante.
Por la tarde vamos al Teatro Timur para la Jornada de apertura de curso, con Nembrini y Filonenko. El tema central: las preguntas que nos ha planteado Carrón; una hipótesis de respuesta en el relato de cómo la vida, con todos sus dramas, se puede vivir humanamente, María Magdalena; y la invitación a una amistad. Palabras que toman carne inmediatamente ante mis ojos en una merienda entre amigos. Unos amigos que conocimos hace muy poco, en el Meeting de Rimini, pero con los que hemos empezado a compartir la vida y a reconocer el nombre de este atractivo, Jesús, que mediante esta extraña compañía nos ha hecho renacer. Hablamos entre nosotros como si nos conociéramos desde hace años, aunque es la tercera vez que nos vemos. Paolo nos comenta que por la historia de cada uno y nuestros temperamentos tan diferentes seguro que nunca nos habríamos elegido unos a otros, y mucho menos nos podríamos haber encontrado justamente en Jarkov. Fue evidente para todos que Otro nos había puesto juntos y que siguiendo los pasos que Él nos iba indicando nos estaba sucediendo algo absolutamente desproporcionado, el acontecimiento de una amistad. Cada uno con su camino, cada uno teniendo que atravesar su “vía estrecha”. A partir de lugares e historias muy distintas pero todos “en movimiento” y juntos.
Tercer día: la comunidad de CL de Ucrania es una comunidad ortodoxa y para empezar el curso juntos participamos con ellos en la Divina Liturgia. Es algo verdaderamente sorprendente: los católicos italianos encantados de estar con nuestros amigos ortodoxos porque, a pesar de no poder recibir la Eucaristía, nos damos cuenta de que en la comunión con ellos formamos parte del mismo Misterio, somos Uno que se hace carne. Leda se acuerda entonces de la lección de Carrón, cuando Jesús le dice a la Magdalena: «No me retengas». Comprende que también esa experiencia, esa herida, puede ser más ligera si se vive con virginidad, con una correspondencia suprema a la espera del corazón.
Por la noche, testimonio de Andrea y Carla sobre la acogida. De nuevo un encuentro público, esta vez en el Instituto de psicoterapia familiar, donde nuestros amigos milaneses cuentan por qué han abierto las puertas de su casa a unas jóvenes ucranianas. Nos hablan del Amor de su vida, una vida que necesita un amor que la invada hasta el fondo para poder abrazar a otros. Había allí unas cuarenta personas, entre ellos psicólogos y trabajadores sociales acostumbrados a contextos problemáticos que siempre debe resolver el Estado. Pero de nuevo me doy cuenta de que no estoy en un gesto que se hace para otros que se dedican a la acogida en este caso, sino que es un gesto del Señor para cada uno, y por tanto también para mí. Cuando Andrea dice que el punto central no sólo de la educación sino de la vida entera es que el hombre necesita continuamente ser perdonado, y saber que hay un lugar al que siempre puede volver, a pesar de todos sus errores, me sentí abrazado nuevamente. El Señor volvió a entrar por una ventana y vino a rescatarme cuando otra vez volvía a estar en llamas, atrapado por mi dolor y mi sentimiento de culpa. Me abraza así como soy, con todos mis límites.
Cuarto día: nos vamos con la certeza renovada de que Dios nos quiere así como somos, y eso es para mí lo más increíble de todo. Nos vamos con el deseo de hacer silencio para escuchar Su voz y de ser, usando una imagen del metropolita Antonij de Surož, como los guantes de un cirujano. Indispensables para que las manos del Cirujano que debe curar el mundo puedan actuar, pero a la vez imperceptibles, casi invisibles, porque quien actúa es Él.
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