“Identidad, alteridad, universalidad”. Es el lema que, en continuidad con el congreso organizado entre Milán y Seriate con la Fundación Rusia Cristiana el pasado mes de octubre, preside ahora los "Encuentros en Pokrovka" (Pokrovskie vstreci), una iniciativa promovida en Moscú por el Centro Cultural Biblioteca del Espíritu. Un título que también podría llamarse Meeting de Pokrovka y que nació el año pasado a partir del deseo de proponer de algún modo en Rusia la experiencia del Meeting de Rimini, para dialogar y confrontarse libremente, sin defensas ni prejuicios, proponiendo lo que más les interesa.
En el centro de todo, por tanto, el redescubrimiento de una identidad que crece y madura gracias a la presencia del «otro», atravesando el «riesgo» de abrirse a lo que sucede y aparece en el horizonte de la historia personal y de la historia con mayúsculas. Durante estos días, ese «otro» han sido sobre todo los grandes amigos que aceptaron viajar hasta Moscú, ofreciendo así una notable contribución académica y científica que siempre coincide, sorprendentemente, con su testimonio, con compartir la propia experiencia. En el espacio de pocos días se sucedieron las intervenciones de Marta Cartabia, magistrada del Tribunal Constitucional italiano, y Paul Bhatti, ex ministro de Pakistán, que hablaron sobre la presencia de los cristianos en el ámbito público. Jordi Faulí, arquitecto jefe de la Sagrada Familia, y Mariella Carlotti nos llevaron de la mano en un paseo bajo los arcos de la última gran basílica de la cristiandad hasta llegar al corazón de su santo creador. La neonatóloga Elvira Parravicini testimonió la belleza y la dignidad de la vida, que siempre es promesa de felicidad, y como tal debe ser respetada y servida. Y el cardenal Angelo Scola, invitado a Moscú por el arzobispo Paolo Pezzi, que aceptó entrar en diálogo con un teólogo ortodoxo sobre el valor y la modalidad de la presencia cristiana hoy en el mundo.
Pero ese «otro» que te despierta y te recuerda quién eres también fueron estos días aquellos que trabajaron con humildad y gratuidad en la organización del evento, desde quien preparaba los aperitivos para el descanso a quien acompañaba a los invitados o cuidaba la decoración de la sala: amigos que te llevaban algo de beber o el manifiesto con la expresión de alguien que te ofrece lo mejor que tiene. También ha sido ese «otro» el público, que vivió entusiasmado la fiesta de cantos españoles y que se dejó interpelar por las preguntas del padre Vladimir Smalij al cardenal Angelo Scola, preguntas de todo menos formales: ¿hablar de unidad y de comunión significa simplemente hacer buenos discursos?, ¿qué tienen que ofrecer los cristianos a la sociedad de hoy: una defensa de los valores tradicionales que ya hicieron en su momento?, ¿deben enrocarse en posiciones de poder?, ¿o bien ofrecer el testimonio de quien sigue los pasos del Crucificado? A estos interrogantes, que van directos al corazón de la vida de todo cristiano, sólo se puede responder con un testimonio – insistió el cardenal Scola, citando entre otros a sus maestros, Von Balthasar y don Giussani –; y con un testimonio que necesariamente debe ser expresión de una comunión. De hecho, el ecumenismo es una dimensión interna del acto de fe: una unidad que no consiste en hacer las paces sino en reconocer la Presencia de aquel en el que todo consiste y que resplandece en cada fragmento de verdad.
De muchos modos y con diversas formas, resonó una y otra vez la idea de un uso humilde y tenaz de la razón, que ayuda a abrir las ventanas del búnker que el hombre moderno se ha construido; del trabajo al que los cristianos están llamados, no para defender sus propios derechos corporativos, sino para tutelar a la persona humana, cuya grandeza adquiere su razón última en el encuentro con Cristo; de la personalización de la fe, que encuentra sus razones en la experiencia; de una belleza que edifica al hombre y le remite al Misterio. Cada vez es menos el espacio concedido a la recriminación, al lamento por la «maldad» de los tiempos, por los impedimentos que genera el sistema: cada vez se hace más tangible un clima de trabajo, de estima y de amistad que durante muchos años se ha construido y consolidado gracias al trabajo de Rusia Cristiana, el Centro Cultural Biblioteca del Espíritu y tantos otros intercambios y vínculos que, a veces de manera imprevisible, se han producido en este tiempo.
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