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Cincuenta años de una presencia

Gianni Mereghetti
19/11/2013
Abbiategrasso, campanario de San Bernardino.
Abbiategrasso, campanario de San Bernardino.

Viernes 8 de noviembre. En la iglesia de San Bernardino, el vicario episcopal monseñor Franco Carnevali se reúne con la comunidad de Comunión y Liberación en la región italiana de Abbiategrasso y alrededores. Andrea Franchi cuenta la historia de la presencia de CL en el barrio de la Bassa, que empezó hace cincuenta años con el encuentro de un grupo de jóvenes con un sacerdote de San Gaetano.

Algunos cantos de la tradición del movimiento, como Povera voce o la Canzone degli occhi e del cuore, y algunos testimonios, mezclados, igual que sucede en la vida. Como en el relato de Marta sobre su encuentro con Jesús, o el de Chiara y Marco sobre la vida de su familia, sobre la relación con su hijo enfermo como ocasión de apertura al Misterio, o como la historia de Enrica, que ha aprendido en la caritativa de Portofranco a reconocer la sobreabundancia de vida que la ha envuelto en los últimos años, haciendo mucho más apasionante su trabajo como profesora.

Monseñor Carnevali, después de escuchar con gran atención los cantos y testimonios, tomó la palabra para valorar lo que había escuchado y le había llamado especialmente la atención. Y la primera forma de hacerlo fue hablar de sí mismo, de cómo él respondió a la llamada de Dios dentro de su experiencia sacerdotal. El del obispo fue el testimonio de una implicación inmediata con las historias que acababa de escuchar. La comunión cristiana se mostraba así como el lugar donde uno habla de sí mismo, donde la propia historia se convierte en signo de una conmoción profunda.

«Estamos en una realidad en la que cada vez es más importante anunciar el Evangelio», afirmó el vicario episcopal: «Encontramos al Señor en las personas que viven apasionadamente su vida. Es a través de un contagio, de una amistad, como el hombre de hoy encuentra a Jesús». Luego se detuvo en el pasaje evangélico de María Magdalena, que Andrea había leído al final de su introducción. «María Magdalena fue al sepulcro sin mucha esperanza, por un gesto de piedad, pero sin dejar de buscar. Y así fue como encontró, porque Jesús nunca deja de salirnos al encuentro». ¡Por eso hay que ayudar a las personas a buscar!

El encuentro con el Señor cambia la vida y nos hace capaces de vivir de una manera nueva. No se anulan los problemas y sufrimientos, pero con Él podemos afrontarlos. Dentro de este horizonte que nos desvela la vida y su significado, lo que sirve de ayuda no son las palabras sino el testimonio, la concreción del propio ser.

Monseñor Carnevali terminó su intervención invitando a todos a vivir la pertenencia a la Iglesia para hacerla más viva, a ponerse en relación con todas las presencias de las que está hecha la vida concreta de la Iglesia dentro del propio territorio y en las parroquias. Es la pertenencia algo más grande lo que hace que la implicación particular de cada uno pueda llegar a ser una contribución en la obra que Dios hace para el bien de todos los hombres.

Un gesto de comunión en el que también participó monseñor Paolo Masperi, párroco de la Comunidad Pastoral de San Carlos Borromeo en Abbiategrasso. Un encuentro marcado por la certeza de que Dios actúa dentro de la vida concreta de cada persona, y el cambio que obra en uno vale para todos: es la fascinación de la Iglesia, que en este encuentro se hizo patente.

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