Las conocidas publicaciones de Giorgio Buccellati (profesor emérito de Historia antigua en la Universidad de California) sobre la civilización mesopotámica han servido de hilo conductor para distintos encuentros en el Meeting de Rimini durante los últimos años. El tema planteado en esta ocasión giraba en torno al establecimiento de la sociedad y del Estado en la civilización mesopotámica y en el contexto bíblico.
Entrevistamos a Ignacio Carbajosa, profesor de Sagrada Escritura de la Universidad san Dámaso de Madrid, que en la edición de este año ha participado en una mesa redonda junto al profesor Buccellati y el profesor de derecho constitucional Andrea Simoncini (Universidad de Florencia).
¿En qué sentido la arqueología o los distintos estudios de historia antigua pueden ayudarnos a comprender mejor el mundo bíblico?
Si en lugar de la Biblia estuviéramos hablando de escritos espirituales o místicos, de poco nos serviría la historia. Sin embargo, la Biblia cuenta la historia de un pueblo que nace en el segundo milenio a. C. y que atraviesa la historia. Todo lo que nos dice la literatura, la historia o la arqueología siempre será una ayuda, teniendo en cuenta que la Biblia aúna memoria y anuncio. Para la primera nos servirá la historia y la comparación con otras civilizaciones, sin perder de vista que lo que se cuenta se hace para anunciar, en función de un anuncio.
¿Qué elementos cree usted que hemos heredado de la civilización mesopotámica y de la tradición bíblica respecto de la concepción de la sociedad y del estado?
Una de las cosas más importantes de los estudios de G. Buccellati y que personalmente me ha sido de gran ayuda son precisamente sus investigaciones sobre la civilización mesopotámica y su actualidad en nuestras sociedades. Tanto la edición del año pasado como el encuentro que hemos realizado en esta ocasión nos permite reconocer que la concepción estatalista que tenemos en nuestras sociedades (es el Estado el que educa, el que legisla, el que nos proporciona una serie de derechos, etc.) es heredera de la mentalidad mesopotámica, en la que nace por primera vez la ciudad Estado y el primer Imperio (como superación de la ciudad y hegemonía sobre los territorios adyacentes). De un modo extraño, en el siglo XX hemos recuperado esta tendencia. Por el contrario, la tradición bíblica nos ha permitido entender - en medio de cualquier organización, porque es necesario que toda sociedad se organice de forma eficaz - que el corazón de toda sociedad es la persona y sus derechos inviolables, por el hecho de que es relación personal con Dios. Esto forma parte de la identidad europea, en sintonía con el mundo griego y romano. En la tradición judía, en primer lugar es creado el hombre, del cual emana el pueblo y la nación de Israel. La figura de Abraham y de los profetas nos hablan de esta primacía del hombre y de su relación con Dios por encima de toda forma de organización.
La formación de la sociedad en el mundo bíblico y sus distintas formas de gobierno nos hablan de una dependencia profunda respecto de la palabra revelada y la Alianza establecida entre el pueblo y Dios. ¿Hay algo de su concepción del gobierno y de la sociedad que pueda ser útil e importante para la concepción de la política hoy?
Creo que hay algunos episodios bíblicos muy instructivos. En primer lugar recordamos que las tribus que han nacido del pueblo de Abraham sienten la tentación de "ser como las otras naciones" para comenzar a ser una monarquía y se lo comunican al profeta Samuel. Dios le dice: no es a ti a quien rechazan, sino a mí. Pero a continuación Dios les propone una lista enorme de las desventajas que se encontrarán, que les harán volver a él. Esto nos habla del intento de pensar una forma de gobierno abstracta, que se erige a sí misma como fuente del derecho y del poder. ¿Cómo es posible que una literatura antigua, acostumbrada a ensalzar a los gobernantes, hable mal de sus reyes? La figura del profeta se convierte así en esencial para reconducir al pueblo a la promesa original, como sucede también en el episodio de la viña de Nabot. Frente a las injusticias emerge la voz del profeta que se enfrenta al rey para denunciar el extravío al que se han visto conducidos.
¿Cómo sería posible conjugar hoy una forma eficaz de organización - como lo ha llamado - y una tensión permanente a la verdad más original, al vínculo con Dios?
Es muy interesante ver cómo los profetas nunca estuvieron en contra de la institución monárquica. Aceptaron, eso sí, que la monarquía era un intento irónico, que nace de una necesidad social, pero que nunca debía concebirse como la fuente de los derechos. La gran enseñanza es la de los hombres libres, que nos recuerdan que el corazón de la sociedad es la persona. Esto tiene implicaciones importantísimas para nosotros, por ejemplo, en la idea de educación que tenemos en España. Parece que la educación pública es solo la que nace del Estado. Nosotros cuando hablamos de subsidiariedad reivindicamos la iniciativa social que es útil para todos y que no nace necesariamente del Estado.
¿Podría identificar algún ejemplo que mostrara hasta qué punto en la tradición bíblica se preserva una forma comunitaria de organización social que no queda reducida o absorbida por la forma del gobierno?
Es un punto muy interesante en el que habría que profundizar. Israel nace de un conjunto de familias, tribus, en las que surge un pacto (Jos 24), según el cual se acepta que la monarquía lo es de las 12 tribus. La unidad de las tribus es previa a la institución de la monarquía. Son en definitiva un conjunto de familias donde acontece un principio de solidaridad que les permite ayudarse en la llegada y presencia en la Tierra Prometida.
Usted lleva participando muchos años en la experiencia del Meeting de Rimini. ¿Cuál cree usted que es la clave de un encuentro de tan grandes dimensiones?
El Meeting se construye porque hay personas que, dentro de su ámbito de trabajo, encuentran a otras personas interesantes. El diálogo que se ve en el Meeting surge durante el año. Al profesor G. Buccellati, por ejemplo, lo conocí a partir de sus artículos y después de una amistad con él, surgió la posibilidad de organizar una mesa redonda. Hay otros muchos ejemplos, la presencia de los rusos aquí, John Waters, los brasileños, etc. Personas, en definitiva, que con un corazón abierto se encuentran con otros.
¿Qué interés puede tener para la sociedad española?
Una de las cosas que más echo de menos en nuestra sociedad es la capacidad del diálogo. Los que tienen menos de 40 años ya piensan que la sociedad española está por naturaleza polarizada entre derechas e izquierdas. En la transición, sin embargo, ocurrió de alguna manera algo distinto, como capacidad de construcción, perdón, interés común, etc. Nuestra sociedad está necesitada de un acontecimiento a partir del que se pueda ver que en el encuentro entre dos personas que piensen de forma distinta hay muchos elementos que nos unen (la exigencia de belleza, la necesidad de afrontar los problemas de la vida). La unidad no nace de un intento dialéctico de tener razón por encima del otro, sino del deseo de ayudarnos a respirar, a vivir mejor.
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