“¿Por qué palpitas, corazón, por qué palpitas?”. Mil voces entonan los versos de la chilena Violeta Parra. Ha empezado la presentación de El sentido religioso en Madrid. En el gran auditorio de la Fundación Pablo VI no cabe un alfiler.
Han pasado catorce años desde su primera edición española. Ahora el libro se pone ante un público entre el que hay líderes de esa sociedad civil que tanto ha despertado durante los últimos años en España. Benigno Blanco, el presidente del Foro de la Familia, el hombre que ha sacado a la calle a cientos de miles de personas, está en primera fila. Hay también responsables de la diócesis, de ONG de acción social, profesores universitarios no vinculados a Comunión y Liberación, prensa. El acto ha salido del círculo del movimiento. Y hay, sobre todo, un pueblo que canta: “¿Por qué palpitas, corazón, por qué palpitas?”.
En la mesa, monseñor Fernando Sebastián y César Nombela junto a Ignacio Carbajosa. Monseñor Sebastián es arzobispo emérito de Pamplona. No es cualquier emérito, tuvo grandes responsabilidades en la Conferencia Episcopal cuando empezaron a gobernar los socialistas, ha escrito quizás las páginas más lúcidas que se hayan publicado sobre el terrorismo de ETA y desde los años difíciles del postconcilio ha subrayado que el itinerario de la fe no puede darse por supuesto. En una España en la que se dan por sabidas las razones para ser cristiano, Sebastián siempre las ha buscado. Nombela es un discípulo de Severo Ochoa, ha presidido el CSIC, el centro de investigación más prestigioso del país. Catedrático de Microbiología, una referencia científica para la España que piensa.
Los dos coinciden en señalar la actualidad de don Giussani. “Este libro se refiere a una cuestión esencial, la del sentido y del significado”, afirma Nombela. Hace frente a la fragmentación del conocimiento y al dogma cientifista. El dogma de un mundo sin propósito. Nombela ataca el darwinismo ideológico para defender el darwinismo científico e introduce El sentido religioso en su lucha por defender una razón “ampliada”. “A medida que nos adentramos en el libro nos vemos deslumbrados porque es, a la vez, búsqueda y encuentro. Te adentras en una racionalidad que habla de los anhelos del hombre”. “Corazón, ¿por qué palpitas como una campana?”, decían otros versos de la Parra.
Sebastián subraya “la actualidad y utilidad de esta obra para proporcionar una formación religiosa cabal en el momento presente”. El arzobispo emérito de Pamplona destaca que “don Giussani supo ver en los años 60 las raíces de la crisis religiosa y supo formular una respuesta que nos sirve para estos tiempos laicistas”. La cuestión decisiva es si la dimensión religiosa es una dimensión como la inteligencia y el afecto o si se puede prescindir de ella. Sebastián, para responder, se detiene en la descripción de las tres premisas fijadas por Giussani: realismo, racionabilidad y moralidad. Relee su experiencia como teólogo y como cristiano: “Hay que acostumbrase a vivir no de teorías o ilusiones sino de datos. Y un dato decisivo es que existimos y que podríamos no existir. Hay que aprender a usar la razón”. El arzobispo crea una nueva metáfora para secundar la invitación de respetar el método que cada objeto impone: “no se pueden ver bien los árboles de la alameda a base de afinar el oído”. Y sigue españolizando a don Giussani al vincularlo con la mejor tradición filosófica del país. “Como muestra El sentido religioso, en el conocimiento, en los actos del querer y de la libertad hay lo que Zubiri llama una ‘religación’. Este reconocimiento de que Dios nos mantiene en la existencia no es posible sin moralidad, sin un corazón limpio”. Al arzobispo le interesa especialmente el itinerario del sentido religioso. Una vez que es despertado por la realidad, “tenemos experiencia de que cada meta que alcanzamos se convierte en el punto de partida para la siguiente. Hay una percepción de la realidad que es siempre inacabable, esa percepción es la que crea en nosotros la voluntad de ir más allá en el conocimiento y en el afecto”. La relación con la realidad no es neutra, suscita asombro, “descubrimos que el mundo es bueno y nos preguntamos quién ha hecho, a la vez, la luz y el ojo”. “Como científico he aprendido que la ciencia es adentrarse en la realidad, y hay mucha indagación del Misterio en la ciencia”, ratifica Nombela. Está impresionado por la invitación a descubrir el yo en acción. “Me ha llamado la atención cómo don Giussani habla de la libertad como realización de uno mismo. O dependes del poder o dependes de Dios. Todo este libro es un desarrollo hacia el último capítulo, un desarrollo para llegar a la posibilidad de aceptar la Revelación. El sentido religioso es la aplicación de la razón al Absoluto, al Amor”.
El teólogo y el científico, los dos maestros, acaban hablando de educación. Con un texto así se ve “lo importante que es educar en la libertad, es esa educación la que nos permite descubrir la riqueza humana de la religiosidad y desarrollar experiencias fundantes”, dice Sebastián. “Este recorrido por el ser del hombre me parece muy útil para fundar una verdadera espiritualidad. Haberme introducido en El sentido religioso ha sido una gozada”, remata Nombela.
Carbajosa termina. Hay una circularidad en la relación entre el sentido religioso y la fe. El sentido religioso hace razonable la adhesión a la fe y la fe es razonable porque aclara y educa el sentido religioso. Es el terreno en el que la fe se muestra útil. Podemos cambiar los versos de la Parra: “¿Quién es éste por el que así palpitas, corazón?”. Seguro que no se molesta.
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