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Emilia Vergani Cesana

Emanuele Boffi
29/10/2010

El 30 de octubre se cumple el X Aniversario de la muerte di Emilia Vergani Cesana.
Publicamos una entrevista al Patriarca de Venezia, cardenal Angelo Scola, a cargo de Emanuele Boffi*

Eminencia, ¿cómo recuerda a Emilia?
El recuerdo que tengo de Emilia es el de una mujer siempre a la espera, vigilante, por un deseo ardiente y profundo de entregar toda su existencia en manos de Dios, deseo que expresó desde muy joven con una fuerte inclinación a la oración. Fundamentalmente, fue su encuentro con Giancarlo, que luego fue su marido, el que marcó los pasos de su camino: el matrimonio, una preciosa familia enriquecida con el don de los hijos, su participación en la comunidad cristiana, el ejercicio de su compromiso civil... En cualquier gesto y en toda relación mostraba aquella especie de inquietud agustiniana que me atrevería a definir como virginal. Una inquietud por lo que sería su cumplimiento, que contagiaba a cualquier persona que se relacionaba con ella. Estar con ella implicaba hacer las cuentas con la pregunta que sabía suscitar siempre en el corazón: «¿En qué punto me encuentro en mi camino hacia Dios?». Todavía hoy, pensar y recordar a Emilia vuelve a despertar en mí esta provocación.

Con motivo de su desaparición, monseñor Luigi Giussani la definió como «sabia y ardiente» y como «una suerte de catalizador». Sé que usted compartía estas definiciones, ¿por qué?
La razón está justamente en esta radicalidad suya, por la cual Cristo era un real para ella. De esta certeza nacía una entrega total. Su capacidad de “catalizar”, de atraer, residía precisamente en esa inquietud objetiva, en su deseo constante y contagioso de ver el rostro de Dios.

Durante la homilía del funeral, usted citó algunos pasajes de las cartas que Emilia solía enviarle. Uno de los fragmentos contenía esta frase: «Fantasear sobre cómo podrían ser las cosas, mata la experiencia». Usted insistió mucho en esta frase, ¿por qué?
Porque me parece una expresión genial del realismo profundo que caracteriza al cristianismo. Nuestra tentación más banal es refugiarnos en el pasado, mientras que la más peligrosa es la de huir hacia adelante. Nos deslizamos continuamente en ensoñaciones vacías, sobre todo en los tiempos muertos de nuestra jornada. Demasiado a menudo, nos comportamos como extraños jinetes que cabalgan por las praderas imaginarias del futuro. Gastamos nuestras energías pensando en lo que vamos a hacer dentro de dos horas, veinte días o un año, y evadirse del presente es lo que mata la experiencia en acto, la que se juega en el ahora, punto de enlace entre pasado y futuro. Si no estamos inmersos en el presente, no podemos vivir una relación auténtica con las personas, con las circunstancias; en una palabra, nos evadimos de la realidad. Así, nos perdemos la experiencia.

Emilia insistía mucho en el hecho de que el origen metodológico de In-Presa [la obra que creó para formar a chavales con fracaso escolar o exclusión social, ndt.] fue la lectura del libro Educar es un riesgo, de don Giussani. Usted conoce bien tanto ese texto como al fundador de Comunión y Liberación. ¿Qué nos puede enseñar hoy este texto en nuestra forma de relacionarnos con los jóvenes y, en general, en todos los ámbitos educativos?
Monseñor Luigi Giussani, como digo siempre, fue un genio de la educación, el Don Bosco del siglo XX, como algunos lo han definido, que implicó en una experiencia de fe a cientos de miles de personas. Educar es un riesgo destila su experiencia como educador. Es un instrumento extremadamente actual, que muestra toda la fuerza y originalidad del pensamiento de Giussani. Este libro sabe todavía hablarnos de forma adecuada, porque refleja la experiencia elemental e integral propia de todo hombre. En cierto sentido, es un libro atemporal y, a la vez, de rabiosa actualidad. Giussani tenía una verdadera pasión por las condiciones objetivas de lo humano. Partía siempre de la realidad concreta para llegar, sin embargo, a alcanzar el sentido profundo de lo que significa amar, trabajar, construir, etc. Comunicaba la experiencia gozosa de la compañía de Dios en este mundo. Pero lo que le movía era sobre todo el deseo de entender cómo la persona puede realizarse respondiendo con su propia existencia a ese evento extraordinario que es el encuentro con Cristo. Por todas estas razones, Educar es un riesgo mantiene intacta su frescura en un momento en el que algunos describen a nuestros adolescentes como la «primera generación de incrédulos». Giussani hace saltar por los aires cualquier dualismo entre lo humano y lo cristiano, mira al hombre en toda su integridad, y con su extraordinaria perspectiva y su capacidad de comunicar llega a provocar hasta el fondo incluso a una libertad aún inconsciente. Por otro lado, en 1953 don Giussani abandonó sus estudios teológicos, para los que estaba destinado, para dedicarse a la enseñanza, porque durante un viaje en tren se encontró con unos chicos que desconocían por completo a Cristo y a la fe cristiana. Emilia se refería justamente a este libro al poner en marcha In-Presa, porque concebía esta obra como una realidad eminentemente educativa, que partía de las necesidades más sencillas, pero tenía en su punto de mira al sujeto en su totalidad.

Emilia insistía también en la necesidad de comunicar a todos el valor civil de las obras de caridad. ¿Qué tienen que comunicar a los laicos, a las instituciones, a la sociedad civil entera, obras como In-Presa?
¿Cómo se construye una sociedad civil, especialmente hoy, que es plural y que por tanto tiende al conflicto? Se construye a través de una confrontación recíproca, apasionada y constante, entre los relatos de los diversos sujetos que la forman y sus convicciones, también diferentes. Pero atención: los relatos no son palabras, son hechos. Por tanto, las obras que los cristianos y los no cristianos realizan son la modalidad con la que se desarrolla una amistad cívica capaz de regenerar sociedades frustradas, como la nuestra, habitada por «hombres huecos», utilizando una expresión de Eliot. Por tanto, es cierto, y oportuno, que el valor civil de estas obras se comunique, pero también hay que apuntar que obras así tienen ya por sí mismas un valor civil. Representan la puesta en marcha de prácticas virtuosas que expresan y potencian el tipo de relaciones buenas de las que nacen familias adecuadas y una sociedad civil abierta, democrática y libre. Una sociedad en la cual las libertades son efectivas y se ejercen, y en donde la política se limita a gobernar y no a gestionar las diversas realidades civiles, incluso las educativas. Creo que una obra como In-Presa es decisiva en nuestra sociedad italiana, que padece un grave retraso a la hora de considerar adecuadamente lo que es “público” en el sentido verdadero del término, porque lo público se hace coincidir demasiado a menudo con lo “estatal”. La obra de Emilia Vergani sabe conjugar el principio de solidaridad y subsidiariedad de un modo tan potente que pone de manifiesto que público es todo aquello que puede contribuir realmente a construir en la sociedad una vida buena, nutrida de prácticas virtuosas.

• Entrevista tomada del libro de Emanuele Boffi, Emilia e i suoi ragazzi. L’opera civile della fede, de la colección I libri di Tempi, publicado por Lindau, Milán 2010 (pp. 184).
www.tempi.it

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