La profunda transformación que ha sufrido la sociedad española en los últimos decenios, marcada por un abandono progresivo de la práctica religiosa, ha provocado mucha perplejidad en no pocos cristianos. ¿Cómo interpretar esta circunstancia histórica? Hace ya muchos años J. Ratzinger respondía a esta pregunta de modo audaz, atribuyendo gran parte del problema a la crisis del anuncio cristiano, que, a su vez, tiene un origen muy concreto:
«La crisis de la predicación cristiana depende en no poca medida del hecho de que las respuestas cristianas dejaron a un lado las preguntas de los hombres; las respuestas eran y siguen siendo correctas, pero como no se desarrollaban a partir de las preguntas y desde dentro de ellas, resultaban inefi caces».
En este contexto es de gran actualidad la fi gura de Luigi Giussani, fundador del movimiento eclesial Comunión y Liberación, de cuya desaparición se cumplen en febrero cinco años. En efecto, ya en la «católica» Italia de los años 50 Giussani comprendió que la fe había dejado de interesar a los jóvenes, aunque en su inmensa mayoría seguían acudiendo a misa. En 1954 abandona la enseñanza de la Teología para dar clase de religión en un instituto público de Milán, convencido de la necesidad de volver a proponer a Cristo como única respuesta a los interrogantes más profundos de los jóvenes, así como a sus exigencias de verdad, de bondad y de belleza.
Esta percepción del cristianismo, que ha despertado a la fe a miles de jóvenes y no tan jóvenes en los cinco continentes, responde las circunstancias biográficas de Giussani. A los 13 años descubre la fi gura de Leopardi, gran poeta italiano de la primera mitad del siglo XIX, y queda profundamente herido por la búsqueda de signifi cado que de forma bellísima expresa en sus cantos. Toda la inquietud de su humanidad despierta se convertirá en potente instrumento misionero cuando, a los 16 años, de labios de su profesor Corti, escucha la explicación del prólogo del evangelio de Juan: «Que el Verbo se haya hecho carne quiere decir que la Verdad se ha hecho carne, que la Bondad y la Belleza se han hecho carne: un hombre era todas estas cosas». Es entonces cuando todo el deseo de Belleza que Leopardi había despertado en Giussani encuentra su objeto último: Cristo.
Si el encuentro con Leopardi hacen de Giussani un «moderno», en el mejor sentido de la palabra, la percepción del cristianismo como acontecimiento, que sale al encuentro de las exigencias humanas, hacen de él un hombre profundamente «católico», enraizado en la novedad de la Encarnación.
En las circunstancias históricas que vive nuestro país, es necesario volver a confi ar en el corazón del hombre, que hoy, al igual que siempre, suspira por el deseo de la belleza, sufre en sus carnes el drama de la soledad, espera casi sin confesarlo la felicidad y se mueve buscando un infi nito en los placeres. Y es necesario volver a confi ar en la potencia de Cristo, que desde hace dos mil años, a través de su Espíritu, en la humanidad nueva de su Iglesia, se sigue proponiendo como respuesta a nuestro corazón inquieto. Precisamente por eso, y en palabras de Giussani, «sólo si tomo conciencia atenta y también tierna y apasionada de mí mismo puedo abrirme de par en par y disponerme para reconocer, vivir, agradecer y admirar a Cristo. Sin esta conciencia incluso Jesucristo se convierte en un mero nombre».
*Responsable de Comunión y Liberación en España
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