30 de enero de 2010. Veinte grados bajo cero… de puertas para fuera, porque en la sala de la Biblioteca del Espíritu Cristiano el calor inunda el ambiente y los corazones, en espera de que el espectáculo empiece…
Jean François Thiery, director del Centro Cultural donde nos encontramos, dice que no recuerda una afluencia tan multitudinaria. Muchos, en efecto, se quedaron sin poder comprar la entrada, pues se habían agotado dos días antes. ¿Los artistas? Rafael Andreo y Marco Squicciarini a la guitarra, Paulino Carrascosa, voz y flauta, y la seductora voz de Manoli Ramírez De Arellano. El título del concierto habla por sí mismo: Suspiros de España.
A medida que se suceden las canciones, los rostros se van poblando de sonrisas y miradas brillantes. Aquellos de entre el público que, como yo, nos encontramos viviendo lejos de nuestra tierra, tarareamos en voz baja las canciones, meciéndonos entre la alegría y la nostalgia, acompañados por el resto del público, ruso principalmente, pero no sólo, que recibe con calor y aplausos cada nueva pieza.
Los artistas y el grupo de españoles que les acompañan –Carmen y Belén, Pilar y Jesús Ángel– llegaron a Moscú el jueves por la mañana. Tuve la suerte de acompañarles durante los cuatro días de su estancia en Moscú, visitando algunos de los lugares más emblemáticos de la capital. Me quedo con la certeza de una amistad que se apoya sobre roca firme: el reconocimiento de una Presencia que traspasa las fronteras y las distancias.
Simona, una chica de la casa de los Memores Domini en Moscú, nos acompañó y asistió al ensayo y luego al concierto. Nos comentaba que le había encantado verles tocar y cantar juntos. Se veía que, siendo todos experimentados músicos, ninguno quería destacar o imponer su criterio sobre los otros. En la forma de compenetrarse, mirarse, corregirse y afrontar las dificultades que surgían, se hacía evidente que disfrutan de una sólida amistad. Durante el concierto se puso de manifiesto que el corazón de todos, rusos y españoles, puede vibrar al unísono con una canción, porque la música habla de nuestro origen y nuestro destino, y nos los hace percibir, de alguna manera, presentes.
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