Se han recogido más de 350.000 fármacos en Italia, más de 25.000 en España. Más tantas cosas que han sucedido durante la Jornada de Recogida de Medicamentos, que no se pueden resumir en una cifra sino que son relatos que merece la pena contar. Hechos que son libros del resultado y que testimonian por sí mismos que la caridad cambia el corazón.
Como el de una mujer que entró decidida en una farmacia de Turín y se enfiló, ignorando a los voluntarios, hacia el puesto de información para leer el listado de fármacos que más se necesitaban. Con el papel en la mano ya se dirigió a la voluntaria: «Ayúdame a elegir». Y empezó por los más caros. «Un par de cada uno, que hace falta ayudar», dijo. «¿Por qué tanta generosidad?», le preguntó la voluntaria. «Hubo un tiempo –respondió sonriendo– en que yo formaba parte de los necesitados a los que echabais una mano. Ahora, por fin, tengo un trabajo y yo también quiero ayudar».
Elisa trabaja como dependiente en una farmacia de Novara. Este año, su jefe decidió no participar en la Jornada. Pero ella tenía grabado aún el gesto de otros años y cómo aquello había llegado a cambiar su manera de trabajar el resto del año. Así que buscó una farmacia que se hubiera adherido a la iniciativa y dedicó su tarde libre del sábado a participar en la recogida, pero esta vez como voluntaria: «Delante o detrás del mostrador, lo importante es estar».
En Vernante, un pueblo de poco más de 1.200 habitantes, un grupo de niños de primaria quiso implicarse para ayudar a los más pobres. Con sus ahorros, hicieron una colecta para comprar algunos medicamentos. La farmacia del pueblo participa en esta iniciativa desde hace siete años para intentar ayudar al sostenimiento económico de la residencia de ancianos del Sacro Cuore. Este año han recogido 105 fármacos, lo que significa que ha donado el 10% de los habitantes, prácticamente todos lo que ese día entraron en la farmacia.
Así hemos visto cómo un gesto de caridad cambia el corazón de la gente. «Estamos llamados a llevar a Jesús. Esta es la caridad que el mundo necesita. El sábado por la mañana era este pensamiento lo que dominaba en lo que estaba haciendo. Yo estaba allí por gracia. El sábado, la prioridad era el encuentro gratuito e imprevisto con las personas que venían. Yo miraba a cada uno de los que entraban en la farmacia pidiendo una presencia en mi mirada. Cuando les proponía hacer una donación les miraba a los ojos, trataba de gastar un poco de tiempo en cada uno, en ese deseo de bien que todos llevamos en el corazón», explica Luigina, una voluntaria de Udine.
«Casi quería secretamente que me tocara trabajar el sábado por la mañana, así tendría la excusa perfecta para no participar», confiesa sinceramente Caterina, de Pesaro. «Pero al final mi vida, en todos los ambientes y aspectos que la conforman, es evidentemente una relación personal, uno por uno, con Él. Así fue como el viernes me salió espontáneo decir: “Hazlo Tú”. Si tengo que estar en el Banco Farmacéutico, házmelo entender Tú. Desde ese momento, dar mi disponibilidad se hizo más sencillo. Lo hacía por Él, no por mí ni por obediencia al gesto. Y todo lo que ha venido después ha estado cargado de belleza: estar dos horas con mi marido (al que veo muy poco), la acogida de los farmacéuticos y la de los clientes. En definitiva, un sucederse de hechos que no son míos, ni del Banco, sino de Dios, que todo propone y todo dispone, y que pacientemente –muy pacientemente– espera nuestro sí».
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