Mi experiencia es que la mujer que está frente a la decisión de abortar vive un auténtico drama, y además lo vive en soledad. A veces se ven obligadas por sus parejas, sus familias, otras veces son las circunstancias económicas difíciles, o ver que sus planes de futuro no se van a cumplir debido a ese embarazo. Yo creo que la mujer es consciente de esa vida que lleva dentro (aún no me he encontrado a ninguna que me lo haya negado), pero la realidad con todas sus dificultades es más fuerte para ellas, tiene más peso que la evidencia de esa vida. Y es en esa difícil situación en la que necesitan más ayuda. En ese momento de soledad, de incertidumbre ante el futuro, en el que no ven ninguna otra posibilidad, es cuando más necesitan a alguien que les diga: no estás sola, yo te acompaño, yo estoy contigo.
En cuanto a cómo las acompaño, yo tengo que reconocer que ha cambiado mi mirada hacia la mujer embarazada que se plantea el aborto. Antes lo único que veía era su decisión equivocada, y esto me separaba de ellas, ponía un muro: "yo no te puedo ayudar en lo que quieres hacer...", y la seguía dejando sola. Ahora veo esta decisión equivocada que se plantea, pero también veo su drama. Creo que ninguna mujer toma esta decisión de forma frívola. Y el momento en que vienen a la consulta diciendo que quieren abortar es ocasión de diálogo con ellas. Y ellas perciben esta mirada distinta porque se abren y me cuentan, me cuentan cosas que no le cuentan a nadie más. Algunas se van llorando de mi consulta pero me dan las gracias, como una, que me decía "yo no puedo ser madre ahora", y yo le dije: "pero es que ya lo eres...". Se puso a llorar, le obligaba a abortar su suegra, que la mantenía a ella, a su marido y a otros dos hijos de la pareja... y ella me decía que no tenía fuerzas para luchar. Le ofrecí mi ayuda... finalmente abortó. Algunas vienen a contarme lo mal que se sienten después... y algunas se fían y se dejan acompañar.
Como una paciente mía, enferma mental (con un trastorno de personalidad), alcohólica y consumidora de otras drogas. Conflictiva en el centro de salud. Tras una consulta conmigo en el que le muestro que su vida me importa, y que no la miro sólo por el desastre que parece ser, comienza una relación peculiar de afecto. Y con este caos de vida se queda embarazada. Figuraos, caso típico en que la mayoría piensa: pobre bebé, mejor que no nazca. Y viene a decírmelo. Primero: no quiero tenerlo, yo no puedo tener un hijo, no puede ser... Yo la miro y le digo: “No es imposible. Va a ser difícil y lo vas a pasar mal, pero no es imposible”. Y entonces se echa a llorar: "¿Qué voy a hacer con mi vida? Tengo 36 años". Yo volví a decirle: “no es imposible, yo te ayudo”. Al día siguiente fue a hablar con su psiquiatra, que la ingresó hasta que consiguió estabilizarla. Dejó de beber y de consumir, sólo la medicación pautada por el psiquiatra y con una obediencia pasmosa (antes había que contarle las pastillas). La niña nació, y ella reconoce que es "un regalo de Dios, Dios me la ha dado para que yo cambie, porque yo no me merecía esa vida". Y su madre (la de mi paciente): "Esta es la hija que yo parí". Este es un hecho real donde se pone de manifiesto el bien objetivo que es la vida. Como todos en la familia y hasta en el centro de salud reconocen, esa niña ha conseguido lo que nadie había conseguido antes, hacer que su madre recupere la mirada justa sobre sí misma: "yo no me merecía esa vida". Para mí este es un ejemplo clarísimo de que lo que necesita una mujer en una situación así es alguien que le diga: "Yo te ayudo, no es imposible".
Y esta es la experiencia que tenemos cotidianamente también en el Proyecto Miriam, que es un proyecto que llevamos a cabo en Parla, ayudando a mujeres embarazadas o con bebés de hasta dos años que están en "riesgo de exclusión social". Abandonadas, maltratadas por sus parejas, inmigrantes sin familia, situaciones de pobreza extrema... Y los voluntarios que participamos las acompañamos estando con ellas, damos algo de ayuda material pero sobre todo ofrecemos una compañía. Nos vemos, con las que pueden, todas las semanas. Tienen nuestros teléfonos. A algunas las hemos acompañado hasta en el paritorio, porque estaban solas. Se crean verdaderas relaciones de amistad entre ellas y las familias de los que participamos en el proyecto. Las que quieren participan de los gestos y la vida de la parroquia. Y a través de esta compañía tan concreta lo que perciben es un abrazo que les dice, a ellas y a sus hijos: "es un bien que tú existas", como dice el manifiesto. Y nos hemos dado cuenta de que esto es lo que más necesitan. Sus problemas siguen existiendo, desgraciadamente pocos podemos solucionar, pero este abrazo, este hogar (como hace poco una de ellas lo definía) hace que tengan esperanza, y también la vida de sus hijos, el hecho de que estén es para ellas motivo de esperanza, de alegría, de intuición de que es posible caminar, aun en medio de todas las dificultades.
¿Qué dice la ciencia sobre el momento en que empieza la vida del no nacido?
Desde el momento de la fecundación, en que el óvulo y el espermatozoide se unen, se forma ya la primera célula del individuo de la especie humana. Y es que esa primera célula contiene ya toda la información genética de ese nuevo individuo. Esa célula ya está sexuada, tiene una dotación genética distinta de la de su madre y es capaz de poner en marcha todos los procesos que le permitirán primero crecer y desarrollarse dentro del útero de su madre, y también después, cuando nazca. No existe un punto y aparte en ese desarrollo "desde la concepción hasta la muerte". Se trata de un proceso, de un continuo, desde esa primera célula hasta el momento de la muerte, y no existe dentro de ese proceso ningún otro momento en el que se pueda afirmar que empieza la vida, fuera de ese momento "cero" que es la fecundación. Es evidente que nuestra primera célula, la primera célula de cada uno de los que estamos aquí, comenzó a existir en el momento de la fecundación.
El embrión de 5 semanas tendrá que crecer y desarrollarse hasta convertirse en un feto de 12 semanas, el feto tendrá que desarrollarse hasta convertirse en un bebé a término, preparado para nacer y vivir fuera de su madre. El bebé deberá seguir su desarrollo para convertirse en un adolescente, adulto, anciano... Es el mismo, cambiando a través del tiempo y las circunstancias. Actualmente, para la ciencia, no hay ninguna duda de que el feto es un ser humano, vivo, diferente de su madre. No es un "apéndice", una parte del cuerpo de su madre, sino otro, que depende de su madre para vivir y desarrollarse, igual que un recién nacido depende de otro para obtener todo lo que necesita.
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