Hace cuatro años, con un grupo de amigos, empezamos a hacer algo que era más grande que nosotros. Aquello, en poco tiempo, se hizo “mucho” más grande que nosotros. Encontrarse con cosas mucho más grandes que uno mismo entre manos es algo precioso y liberador, porque sabes que no eres capaz, pero eres protagonista. La aventura de eso que llamamos New York Encounter nació así, blandiendo en una mano la frase de san Pablo que nos invita a valorarlo todo y quedarnos con lo que vale, y en la otra la de Benedicto XVI que nos dice que la inteligencia de la fe debe convertirse en inteligencia de la realidad. Esas son nuestras armas para combatir la batalla de este año: la libertad, mejor dicho, la experiencia de la libertad. Un precioso desafío si pensamos que vivimos en una tierra que se define “libre”, y en una ciudad donde el centinela entre el mar y la tierra es una estatua “de la Libertad”.
¿Por qué lo hacemos? Como digo siempre, gratuitously we received, gratuitously we give back: lo que hemos recibido gratis, lo damos gratis. Al menos, se intenta. Ese es nuestro deseo. Ese don que hemos recibido y queremos dar es la semilla de la fe. Intentamos hacerlo manteniendo los ojos abiertos de par en par hacia lo que sucede en este mundo para percibir, buscando entre los signos de Esperanza y Bien, los reflejos de la Belleza. Lo hacemos para entender qué es lo que puede aportar esta pequeña, misteriosa, frágil y al mismo tiempo invencible semilla de la fe a la realidad.
En un fin de semana nos lo jugamos todo. Plantamos una semilla poco a poco en el corazón de una ciudad enorme, donde parecería que ya está todo, que ya se ha visto, oído y vivido todo. Sin embargo, desde hace cuatro años el New York Encounter, con sus conferencias, sus exposiciones, sus espectáculos, sus más de doscientos voluntarios y sus miles de visitantes, sorprende a todos, a nosotros los primeros. Sorprende a Nueva York, porque el Encounter siempre trae algo nuevo, algo desconocido o no reconocido. ¿Pero cómo es posible?
Son las mismas cosas que sorprenden cuando uno va al Meeting de Rímini, y es justo y bello que sea así, porque la semilla es la misma. Por muy agotadoras que puedan ser las jornadas de este fin de semana – entre actos, encuentros con personajes e invitados ilustres, y un sinfín de contratiempos y problemas que hay que resolver sobre la marcha con los escasos recursos que tenemos – yo lo espero. Lo espero verdaderamente, no sólo como el fruto de un trabajo que hacemos durante todo el año. Lo espero porque estas jornadas son plenas, verdaderas, bellas, como uno quisiera que fueran todas sus jornadas. Es extraño, es como si las cosas que hacíamos de pequeños pasaran ante nuestros ojos bajo una potentísima lente de aumento: la actividad de los años de la universidad, las iniciativas del centro cultural, las fiestas, los conciertos… Entonces no me venía capaz, ahora tampoco. Sin embargo, sucede. Hoy, increíblemente, más que entonces, y yo soy tan protagonista como mis amigos. «Libres del resultado», nos decía don Giussani. Es decir, no definidos por el resultado de los propios proyectos. Porque las cosas, las iniciativas pueden salir mal, pero el resultado que de verdad importa es que haciendo lo que uno tiene que hacer crecen la fe, la esperanza y la caridad. Sobre todo en tu corazón, en el corazón de ese “protagonista” que no es capaz de nada pero que sin embargo sigue adelante porque vive confiado en lo que ha encontrado, un encounter. Nosotros queremos testimoniar este encuentro a toda la ciudad de Nueva York, haciendo algo mucho más grande que nosotros mismos, haciendo algo más grande que Nueva York. De modo que el que tenga en el corazón una brizna de curiosidad y deseo pueda preguntarse Quién hace verdaderamente las cosas.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón