El hombre es aquel ser que busca el «sentido del sentido». El cardenal Jean Louis Tauran citó a Henri Bergson para confirmar que «no sólo de pan, y no sólo de dudas vive el hombre». Lo hizo en el palacio Borromeo de Roma, sede de la embajada de Italia ante la Santa Sede para presentar la próxima edición del Meeting de Rimini.
«La incertidumbre nos hace sentir mal, frágiles y solos. Pero no estamos condenados a una incertidumbre perenne». Éste es el espíritu que animará la XXXII edición de la kermesse de Rimini, según palabras de la presidenta de la Fundación Meeting, Emilia Guarnieri: «En nuestra sociedad, todo es incierto; el trabajo, la vida afectiva, la economía. Nuestro malestar testimonia el hecho de que deseamos la certeza, pero ésta no es una mercancía que se consiga fácilmente, las certezas se van adquiriendo a medida que aceptamos el riesgo de hacer un camino, blandiendo la espada más allá de las cosas que ya sabemos, para poder encontrar aquello que el corazón desea, como dice el guerrero de La balada del caballo blanco de Chesterton, que se representará en el Meeting. Pero no basta la espada, la certeza sólo se conquista a lo largo de un recorrido, no llega fuera de un camino y una responsabilidad, sino que implica un itinerario de la razón y de la experiencia humana».
El embajador Francesco Maria Greco, anfitrión del acto, presentó a los invitados. Además de Emilia Guarnieri y el cardenal Tauran, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, participaron también Franco Frattini, ministro de Asuntos Exteriores, y Giorgio Vittadini, presidente de la Fundación para la Subsidiariedad.
El lema del Meeting será “Y la existencia se llena de una inmensa certidumbre”. Una certeza que en una época como la nuestra, profundamente marcada por el relativismo, «sólo se podrá alcanzar», afirmó el cardenal Tauran, «si nos movemos con una mayor confianza en el hombre». Las dinámicas que nadan en el «lago de los monoteísmos», como él mismo define al Mediterráneo, el viento de democracia y libertad que atraviesa el Sur («una primavera árabe que corre el riesgo de convertirse en un “invierno” de los derechos si se reduce la vigilancia por parte de la comunidad internacional», según Frattini), así como la enorme flexibilidad y capacidad de cambio de la sociedad italiana frente a los desafíos de la economía y de la historia, son fuerzas análogas a aquellas que mueven el corazón del hombre.
En este punto insistió Vittadini: «Existe un modo de estar juntos sin anular la diferencia», dijo mientras hablaba de la exposición que el Meeting dedicará a los 150 años de la Unidad de Italia, y que documentará la riqueza de una historia hecha de obras, iniciativas y realidades sociales y económicas, fruto de la energía constructiva y creativa, la subsidiariedad y la solidaridad. El punto del que nace una riqueza así es una cultura fundada en la convicción de que cada hombre es irreductible a cualquier organización social o política.
Está previsto que la exposición sea inaugurada por el presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano, que en su discurso a la Cámara del pasado 17 de marzo afirmó: «Soportaremos las pruebas que nos esperan, como siempre hemos hecho en momentos cruciales de nuestra historia pasada. Porque disponemos de una gran reserva de recursos humanos y morales. (...) Convenzámonos todos profundamente de que ésta es la condición de la salvación común, del progreso común». «Nuestra historia», añadió Vittadini, «no nace del homo homini lupus de Hobbes, sino de un “yo” que acepta afrontar la realidad que le rodea, aunque sea dura, sin censurar sus deseos más grandes».
Lo que se ha presentado en Roma es el testimonio que, aún hoy, define el desarrollo italiano –la acción de personas educadas para vivir ideales basados en una concepción no reducida del hombre, de la sociedad, de la economía–, eso es lo que puede recuperar el tejido de un pueblo hecho de hombres que se unen no para ir en contra de algo o de alguien, sino para construir día a día fragmentos de humanidad nueva, a la altura de sus deseos más profundos. Deseos de verdad, de justicia, de belleza, de felicidad. Lo contrario al nihilismo alienante y desesperado (Emilia Guarnieri citó en este punto a Sartre: «Mis manos, ¿qué son mis manos? La distancia inconmensurable que me separa del mundo de los objetos»; y el terrible «amanecer en que nada sucederá» de Cesare Pavese), del que ni siquiera nos damos cuenta, pues se ha convertido en el clima habitual de nuestro tiempo.
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