Después de presentar su libro en Turín, Julián Carrón respondió a esta entrevista en Radio Vaticana, donde habló de libertad religiosa, nuevos derechos, familia... «Dios nos ha dado la fe para vivirla delante de todos».
Usted habla de testimoniar la verdad del Evangelio en una sociedad plural, ¿pero cómo? La belleza desarmada es la fe que, con su capacidad de fascinación, verdaderamente puede conquistar a la gente sin necesidad de ningún otro poder o fuerza de atracción. Si nosotros apostamos por la capacidad que tiene el hombre para reconocer lo que es bello, verdadero, la persona aflora.
Entonces, la belleza desarmada puede ser efectivamente una respuesta también ante los grandes temas. Pienso por ejemplo en la cuestión de la inmigración u otras que afectan muy de cerca a esta Europa nuestra. Creo que esta es la única posibilidad. Mucha gente de fuera está viniendo. Si no encuentran aquí una acogida, si no encuentran algo hermoso, si lo que encuentran es solo la nada, la nada será una ocasión favorable para desencadenar una violencia. De hecho, como hemos visto, tenemos inmigrantes de segunda generación, nacidos en Europa, criados aquí, que han recibido aquí una educación, pero si no encuentran algo que realmente les fascine, esa nada les dispondrá a cualquier tipo de fundamentalismo o radicalismo. O conseguimos ofrecer algo más fascinante que la violencia, o caerán presa de cualquier tipo de radicalismo.
¿Qué puede decirnos la belleza desarmada en el debate sobre la familia y los nuevos derechos? Es exactamente lo mismo. Podemos ver que las leyes no han bloqueado ni disminuido la fascinación de la belleza de la familia. Si los cristianos somos capaces de testimoniar que hay una forma de vivir mucho más atractiva que otra, no habrá ninguna ley que pueda bloquear la difusión de una mentalidad. Es un desafío para todos nosotros: el desafío de no intentar imponer algo sino intentar mostrar la belleza de una vida que, por su fascinación, es capaz de convencer. La belleza nunca deja indiferentes. Es la única capaz de ser respetuosa con la libertad del hombre, porque nadie quiere que nadie le imponga nada.
Todo esto presupone que se dé espacio a un pluralismo, la posibilidad de expresarse también a los que testimonian esta belleza desarmada. Por tanto, es necesario un respeto total a la libertad religiosa. Exacto. La libertad religiosa es la condición. Me parece que es el paso que se ha dado desde el Concilio Vaticano II. La Iglesia, reflexionando sobre la naturaleza de la verdad cristiana, ha reconocido que la verdad no necesita nada más que el esplendor de la verdad misma. Por eso no hay otra manera de transmitir la verdad más que a través de la libertad. Todas estas cosas son realmente pertinentes en un mundo multicultural, como lo era -entre otras cosas- el de los inicios del cristianismo. En ninguna otra época el cristianismo se ha difundido tan rápido como en los primeros siglos, y no había nada de lo que tenemos ahora, nada que favoreciera externamente el testimonio de la fe.
La belleza desarmada invita por tanto a todo hombre y mujer, a toda Europa, a recuperar su propia identidad para poder testimoniarla. Así es. ¿Por dónde empezar? Por aquellos a los que Dios ha llamado. Nos ha dado la fe para todos, no solo para nosotros, para que la conservemos en nuestro cuarto; no la ha dado para vivirla delante de todos: en el trabajo, en la familia, en la sociedad, en los lugares donde viven todos.
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